Inma Luna – La República Cultural
En Moreda (Aller), un pueblo situado en la cuenca minera asturiana, se despedía, como lo ha venido haciendo desde hace cuatro años, esta edición de la Semana Negra de Gijón. Allí, con un acto institucional en el que se reivindicaba la cultura, el alcalde, David Moreno, agradecía a los autores y organizadores del festival literario su paso por la comarca del Caudal.
Antes de eso, en la carpa de encuentros se había llevado a cabo el acto de clausura, en el que su director, José Luis Paraja, y el director de contenidos, Ángel de la Calle, expresaron su satisfacción por la celebración de la Semana Negra. “En un rato todo esto habrá desaparecido” explicaba Paraja “y el astillero volverá a ser uno de los testigos de la ruina industrial de la ciudad; pero durante estos días la gente ha podido disfrutar de este espacio, que es suyo”. De la Calle, por su parte, remarcó que este año la Semana Negra ha conseguido “el mayor número de participantes de toda su historia, con más de 185 invitados” y también quiso destacar la masiva afluencia de público a actos como la segunda velada poética “en la que cerca de las tres de la madrugada todavía había 350 personas escuchando poesía”.
En un discurso muy reivindicativo, como ha sido en general esta Semana, De la Calle recordaba que el festival “lleva muchos años en crisis, pero los cuatro últimos han sido de absoluta resistencia” y exhortaba al nuevo gobierno municipal a volver a conceder ayudas públicas.
Sumergidos en la oscuridad
Dándole la razón a Ángel de la Calle, constato que el programa de la XXVIII edición ha sido intenso hasta el último momento. Si la Semana cerraba sus puertas el domingo, el sábado estuvo a tope de presentaciones y actividades: novelas negras, policiacas o no, pero con historias capaces de sumergir a los lectores en espacios de oscuridad.
Dos de estos relatos son los que nos acercaron los autores Fabio Girelli y Marcelo Luján que llegaban a la Semana Negra con sus novedades editoriales entre las manos.
Fabio Girelli, un joven autor italiano perteneciente al colectivo Torinoir , nos daba a conocer su novela Villa triste. Este colectivo, que nació el pasado año en Torino, persigue “el intercambio de ideas entre escritores del género”, explicó el autor, quien en esta novela presenta a un comisario muy particular, Andrea Castelli, con una vida sentimental muy complicada, enamorado de un transexual y con trastorno bipolar, que investiga la muerte de una joven. Girelli asegura que lee mucho y prepara las tramas de modo muy meticuloso: “dibujo un esquema, una especie de algoritmo, luego me ocupo de la cronología de los hechos y los personajes. Una vez que tengo clara la trama, escribir la novela me puede llevar un mes”, concluye.
También el autor argentino afincado en Madrid, Marcelo Luján, ha presentado en esta edición de la Semana su novela Subsuelo en la que no hay investigación policial, pero sí mucha tensión. Esta es la tercera novela de Luján que explica que “lo más importante es la historia y esa es la que marca el escenario, el ritmo, la construcción de los personajes y la atmósfera, desde el punto de vista creativo y también narrativo”. Considera que su novela es “negra, muy negra” a pesar de no ser “policial”. Es una historia muy dura en la que interviene una familia económicamente acomodada. Esta familia pasa unos días de verano en una casa de campo y allí es donde Luján les “inocula una gota de veneno, algo extraordinario relacionado con el mal, para ver cómo reaccionan esos personajes”. Atmósfera inquietante y tensión literaria en una historia con narrador anticipatorio que está siendo muy bien acogida por los lectores.
Imágenes para contar
El fotoperiodista Alejandro Zapico, que durante la Semana Negra expuso algunas de sus obras en el recinto del festival, presentaba también un muy interesante proyecto que ha llevado a cabo junto a la periodista y poeta, Vanesa Gutiérrez. Se trata del libro Aprendiendo a mirar, una recopilación de 35 imágenes acompañadas de textos que quedarán, en palabras de Ángel de la Calle “como un testimonio del 2015”.
Zapico explicaba que ha aprovechado sus viajes a zonas de conflicto para contar historias “a través de la fotografía”.
Y si Zapico cuenta a través de la fotografía, el libro que este año se ha regalado al final de la Semana cuenta a través de entrevistas, las que la uruguaya Hortensia Campanella ha recogido en el volumen Valió la pena vivir. Con ilustraciones de Yann Fastier, el libro recoge sus conversaciones con escritores memorables como Cortázar, Benedetti o Galeano, entre otros muchos. Se trata de una recopilación de conversaciones que Campanella mantuvo con ellos desde mediados de los años ‘70 y durante toda la década de los ‘80. Muchos ya han fallecido, pero de ellos nos queda la obra y ahora también una parte más de su voz.
La autora explicó que cuando llegó exiliada a España encontró un país muy especial donde “se podía trabajar y hablar libremente”. En ese ambiente fue donde tuvieron lugar estas charlas que ahora, con una muy buena idea de la Semana Negra, se han recogido en un libro magníficamente ilustrado.
Cientos de historias, propuestas, voces y mucha creación se han dado cita en esta XXVIII Semana Negra de Gijón, cuya organización ha empezado ya a trabajar para la edición del año que viene porque, a pesar de las dificultades, ellos no son de los que caminan sobre el alambre sino de los que se agarran al alambre y, desde ahí, continúan luchando para que este encuentro con la literatura, que tiene lugar entre pulperías y norias, entre coches de choque y escenarios de concierto, continúe edición tras edición abriendo sus puertas al género negro, a sus autores y a sus lectores.
Yo me vuelvo a Madrid después de disfrutar de una espicha en la cuenca minera. Esta vez el tren negro se transforma en el autobús negro y está cargado con muchas más historias de las que salieron de Chamartín hace más de diez días, historias de todos los colores difíciles de olvidar. El año que viene más, seguro.