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Sonorama Ribera 2015, un momento para el recuerdo y el agradecimiento - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

El miércoles 12 de agosto, con su ya programada fiesta de disfraces, arrancaba por fin la esperada decimoctava edición del festival, para unos la mayoría de edad, para otros, el año uno DR (después de Raphael), con un cartel lleno de jugones nacionales que no hace más que demostrar la buena salud y la gran calidad que atesora en estos momentos la música española, sin olvidar uno de sus pilares fundamentales, reconocer, echando la vista atrás, a todos aquellos que antes de éstos han hecho camino y han logrado que este tipo de música haya conquistado el lugar en el que se encuentra. Ya desde el primer momento nos demuestran que la convivencia entre la música incipiente o emergente y clásicos de otras épocas es más que posible. Así la asociación en el escenario Carson del camping, primero con el blues de Jimmy Barnatan al que siguieron los ritmos latino-folclóricos de los madrileños Club del Río y que pretendieron rematar los gallegos de Aerolíneas Federales, daba sus frutos. Cada uno con una propuesta muy diferente pero unidos bajo un mismo fin, conseguían ese preciado objetivo: entretener y llegar a la gente. Si a este planteamiento le añades el interesante matiz de disfrazar al personal, aderezado con monologuista y con sorpresa como la participación de Correos, tienes la diversión más que asegurada. Como plan de bienvenida al camping, no estuvo nada mal.

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Sonorama Ribera 2015, un momento para el recuerdo y el agradecimiento

Su primer día grande destinado a fomentar el relevo generacional

Sonorama Ribera 2015
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Sonorama Ribera 2015

Leonor Watling en su actuación con Marlango en Sonorama Ribera.
Foto: Raúl Martínez.

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Estrella Morente enamorando en Sonorama Ribera.
Foto: Raúl Martínez.

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El miércoles 12 de agosto, con su ya programada fiesta de disfraces, arrancaba por fin la esperada decimoctava edición del festival, para unos la mayoría de edad, para otros, el año uno DR (después de Raphael), con un cartel lleno de jugones nacionales que no hace más que demostrar la buena salud y la gran calidad que atesora en estos momentos la música española, sin olvidar uno de sus pilares fundamentales, reconocer, echando la vista atrás, a todos aquellos que antes de éstos han hecho camino y han logrado que este tipo de música haya conquistado el lugar en el que se encuentra.

Ya desde el primer momento nos demuestran que la convivencia entre la música incipiente o emergente y clásicos de otras épocas es más que posible. Así la asociación en el escenario Carson del camping, primero con el blues de Jimmy Barnatan al que siguieron los ritmos latino-folclóricos de los madrileños Club del Río y que pretendieron rematar los gallegos de Aerolíneas Federales, daba sus frutos. Cada uno con una propuesta muy diferente pero unidos bajo un mismo fin, conseguían ese preciado objetivo: entretener y llegar a la gente. Si a este planteamiento le añades el interesante matiz de disfrazar al personal, aderezado con monologuista y con sorpresa como la participación de Correos, tienes la diversión más que asegurada. Como plan de bienvenida al camping, no estuvo nada mal.

Con las pilas emocionalmente cargadas de la noche anterior uno se levanta con el espíritu inquieto. Lógico, pues la primera cita es la plaza del Trigo y como tal, los años le han concedido el más carismático de los respetos y casi ha terminado por despertar más ilusión en los “sonorámicos” que en los artistas. Bueno, quizá aquí me he pasado un poco, ejem! Hablando de despertar, la primera bofetada para espabilarnos del todo llegó de la potencia guitarrera punk/rock de The Nastys. Un poquito más de calma pusieron los cartageneros de Nunatak, con un excelente sonido, limpio y fluido, nos llenaron la plaza de sonidos surgidos y hermanados por ukeleles, guitarras, violines, trompetas, en definitiva un folk amable hecho, sino tanto para botar en la plaza, que lo consiguieron, sí para disfrutar paladeándolo. Estos siete ilusionantes músicos arrancaron los primeros gritos de ¡escenario principal, escenario principal! Y a bien que se lo ganaron pues para muchos fue el primer descubrimiento de esta edición. Creo que no había más que ver la cara de emoción que irradiaba Arnelio, el batería, para saber lo que la plaza estaba suponiendo para ellos. Todo un lujo el concierto. Se notaba que se habían preparado a conciencia esta actuación pues aparte de llenar el ambiente de buenas vibraciones lo llenaron de globos gigantes con su nombre escrito sin olvidar la versión que se marcaron, Mi gran noche de Raphael. Para quemar la plaza y las chanclas llegó Analógic que no supo mantener el nivel de pulcritud en el sonido esperado.

La tarde vino cargada y preparada para la nostalgia. Si obviamos la explosión inicial, que para despertar de la siesta nos vino estupendamente, de Sexy Zebras y Toundra, encargados de inaugurar el día en el recinto, parecía que el planteamiento de la organización era tocarnos el recuerdo y ponernos a flor de piel los sentimientos. Un esperado Marlango llegaba con su Porvenir, segundo disco en castellano con el que parece haber dado el salto definitivo y con el que consiguió, y no solo a base de Dinero, meterse al público en el bolsillo.

El año pasado, se recuperaba a Elefantes que volvían dando un único concierto en exclusiva para Sonorama. Ese papel parece haberlo ocupado este año los asturianos de Australian Blonde. Tras su vuelta en noviembre de 2014 con You Kill Me, después de diez años de silencio, estos gijoneses que se hicieran famosos allá por el 1993 con Chup, chup, convertido en himno generacional, daban buena cuenta de la calidad con un especial Sonorama sorprendiendo a más de un escéptico. Estos guajes, ya no tan guajes, fueron el preámbulo de otra simetría. También el año pasado se planificó, por primera vez, que sobre el escenario principal estuviera un artista durante hora y media. Claro, era Raphael. Este año la organización repitió experiencia. El momento también lo valía. ¡Morente Vive! , un merecido homenaje a Enrique Morente que contó con la participación de sus hijos junto a Los Evangelistas, ofreciéndonos el espectáculo más emotivo y sin duda alguna el más diferente de la noche. Su representación quedó dividida en tres partes. La primera parte quedó casi exclusivamente reservada a la participación de la hermana mayor, Estrella, que llegó a saludar a niños que junto a sus padres ocupaban las primeras filas, apreciando su presencia y que con su arte y su voz arrancó incasables olés entre el público más entregado. Otra parte quedó reservada a la participación de su hermano Enrique en solitario y al dúo que posteriormente protagonizó Soleá y Estrella. Finalmente salieron Los Evangelistas, con Antonio Árias y Jota como principales reclamos, a los que solo les pudimos percibir y malamente con el oído pues verles, lo que se dice verles… aquellas dos siluetas de la izquierda debían de ser ellos. Las partes de su espectáculo también se podrían haber interpretado por el tipo de público. Comenzó, en las primeras filas, con una media de edad algo avanzada que poco a poco fue perdiendo adeptos y terminaron por desaparecer del todo cuando las distorsionantes guitarras y las ininteligibles voces de los Evagelistas se adueñaron del escenario. Aunque hubo muchos, quizás uno de los momentos más álgidos se alcanzó cuando Soleá a la guitarra, Estrella con el dedo apuntando al cielo y el público al unísono cantó más directamente a su padre conmocionando a todo el recinto.

A pesar de contar con noventa minutos desde la organización, se fueron a los ciento diez, con lo que acumularon un retraso de veinte minutos para el resto de la noche. Lástima, porque si algo hay que agradecer a Sonorama Ribera es la puntualidad y pulcritud con la que se respetan los horarios, sin dar respiro entre un escenario y otro. Solo así se entiende que funcione cual reloj suizo. Anoche esa premisa se rompió. En alguna ocasión si un grupo se ha excedido, por no tener bien cronometrada su participación se le ha llegado a cortar el sonido y sino que se lo pregunten por ejemplo a Egon Soda en el 2013.

Sonorama Ribera siempre ha apostado por traer a algún artista no solo por haber sido referencia en algún momento de la historia musical nacional sino también con el fin de poder relanzarle en agradecimiento por todo lo que hayan podido aportar en su momento álgido. Así ha pasado gente como Kiko Veneno, Loquillo, Jaime Urrutia, Coque Malla o el mismo Raphael. En esta edición ese testigo lo recogieron anoche Los Toreros Muertos con Pablo Carbonell a la cabeza y con permiso de Australian Blonde. Como siempre aportando la diversión y la distensión. Había expectación por revivir y corear el viaje de esa Agüita amarilla o contar las andanzas en los juegos con su amigo Manolito.

La noche prosiguió en formato homenaje, o mejor dicho, auto-homenaje de dos viejos conocidos de estos escenarios. Esta vez el reconocimiento recaía sobre los trabajos de largo recorrido. Primero sería Dorian, que traían bajo el brazo su Diez Años y un Día. Un show repleto de versiones de sus propias canciones y aportando arreglos basados principalmente en la cuerda y dándoles a los temas esa particularidad de convertirlos en verdaderos clásicos. Su sonido, convertido en semi-orquestal acústico, nos presenta las canciones algo más desnudas y por ende resaltando las grandes melodías con las que están construidas. ¿Deberían cambiar el registro para futuros trabajos? Así que, aunque muchos se irían con ellos a cualquier otra parte, anoche no había mejor sitio que el escenario Ribera para compartir sus canciones. No les vimos mucho la cara, pues se les iluminó pocas veces, pero oímos y entendimos perfectamente a Mark gracias a un sonido perfecto. Finalizando su actuación sorprendieron con un cañón que hizo volar miles de papelitos por el escenario convirtiéndolo en una fiesta. Sin duda, el mejor de los shows protagonizados por Dorian en este festival.

Los otros auto-homenajeados fueron La Habitación Roja. Estos valencianos traían a sus espaldas nada más que veinte años de música fiable y nueve discos para recordar, entre los que se incluye su último trabajo del 2014, Moneda al Aire. En orden cronológico fueron repasando su carrera. Entre Indestructibles, Voy a hacerte recordar, Ayer y otras tantas coreables canciones por sus fans más fieles, fueron ganando incondicionales y rindiendo a los más. Con un directo cuidado y con la seriedad que aporta la experiencia supieron dejar ese regusto del trabajo bien hecho que arranca aplausos merecidos, agradecidos y para nada gratuitos. Jorge Martí terminó bajándose del escenario para mezclarse entre el público como cierre de una actuación a la altura de su celebración.

Se ponía fin así a una noche que había unido como mínimo dos generaciones. Una noche en la que muchos hijos cogían el testigo del gusto musical de sus padres y en con el que Sonorama Ribera parece plantar la semilla de que el consumo de cultura musical merece la pena e intentando asegurar la continuidad de este tipo de festivales. Porque ya se sabe lo que pasa con las modas, que se terminan pasando.

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