Julio Castro – La República Cultural
La voz del cello de Marina Barba abre el diálogo de esta historia. Más tarde, la voz de Esteban Bruno llevará una puesta en contexto de la situación social que abarca la pieza. La danza completará la secuencia de emociones con una apuesta arriesgada, en la que el dúo artístico logra encajar tres formatos para un único trabajo que fluye perfectamente por el escenario. Podría decirse que lo que comienza en oscuro, se inunda de luz y discurre a la penumbra, acabará por caer bajo tres focos de sangre, y esa viene a ser la historia reciente de nuestra Europa, pero ¿por qué no mirar al presente si repetimos los errores?
Artistas en paz ante el autor antibelicista
La elección de la obra de Stefan Zweig parece una gran elección para la idea de Marina Barba, en la que se contrastarán los momentos de la primera mitad del siglo XX con la sociedad de nuestra época, poniendo el énfasis en la sociedad de la Primera Guerra Mundial.
El formato funde música clásica, danza contemporánea y texto dramático, para conectar eras que se repiten como un bucle infinito en la banda de Moebius de la que nuestra sociedad no aprende.
La interpretación del texto de Zweig (El mundo de ayer) asume el punto de partida de una sociedad joven y alegre, como debe corresponder al nacimiento de un siglo y a ese París, la ciudad de la eterna juventud, que quinto el capítulo del escritor acomete como exultante y efervescente, como el culmen de una sociedad evolucionada que se encuentra en el núcleo de su Europa deseada. Sobre el desaparecido escritor ha hablado en distintas ocasiones José Ramón Martín Largo en nuestra revista (véase por ejemplo en Stefan Zweig o el sueño de la cultura europea, Ser amigo mío es funesto, correspondencia (1927-1938) de Joseph Roth y Stefan Zweig).
“Qué poco imaginábamos a qué seríamos capaces de enfrentarnos”, dice el personaje de Esteban en su primera escena. Si Stefan Zweig logra traspasar su percepción del impacto del previo y las consecuencias de la Gran Guerra del siglo XX, la versión y adaptación que Marina Barba hace en esta propuesta consigue su objetivo: coinciden con el escritor en hablar del momento en pasado, en tratar de una constructa y en Europa en duda, en prevenir el nuevo enfrentamiento.
Cercanía al proyecto, paralelismos entre obras
Pero, y quiero detenerme en este aspecto, su propuesta va más allá, porque anticipan en su propuesta ya trabajada, la actual barbarie de unas fronteras que se cierran a los refugiados, que no escuchan la idea de un internacionalismo que el mismo autor preconiza y en el que insiste en sus capítulos, que no han aprendido de pluralidad. Olvidar lo creado es morir un poco, pero, en sus últimos años, el propio autor es pesimista frente a la realidad que le convierte en exiliado, incluso de sus propios exilios: “tres veces me han arrebatado la casa y la existencia, me han separado de mi vida anterior y de mi pasado, y con dramática vehemencia me han arrojado al vacío”, dice en su prefacio, en una época en que los nazis ya han ocupado su tierra austriaca y su París.
Insta a recordar, pero en el mismo proceso de selección, lleva la condena de la memoria selectiva y no casual “todo lo que olvida el hombre de su propia vida, en realidad, ya mucho antes había estado condenado al olvido por un instinto interior. Sólo aquello que yo quiero conservar tiene derecho a ser conservado para los demás”, concluye Zweig, e insta a sus memorias “así que ¡hablad, recuerdos, elegid vosotros en lugar de mí y dad al menos un reflejo de mi vida antes de que se sumerja en la oscuridad”, pero a la vez, está instando a cada lector y hablar por él, a no callar, a recordar la Historia.
Aproximación a los resultados del proceso
Es uno de los motivos que me mueven a hablar de esta propuesta de la compañía A Pie de Guerra, que escoge un texto implicado, un formato valiente, y un trabajo arriesgado, en el que las facetas de su proceso muestran, no sólo la empatía de su pensamiento con el del autor, sino su forma discreta de narrar sin elegir la primera persona.
Así, la forma de abordar este trabajo escénico, juega con la oscuridad de la música en ciertos momentos, frente a la iluminación de un mundo en ciernes, que se ve desbordado por una sociedad que lo destruye. “A pesar de todo le progreso que el cuarto de siglo de entreguerras ha traído en el campo social y técnico, en nuestro pequeño mundo de Occidente no existe ninguna nación que no haya perdido una parte ingente del placer de vivir y de la liberta de espíritu de antaño”, expone Zweig.
Es cierto que él habla desde el conflicto de la Segunda Guerra Mundial, con el resquemor de no volver a encontrar el mundo alegre que ha vivido, pero con la esperanza de que otras generaciones lo logren. Sin embargo, la compañía que nos trae esta pieza ha decidido asumir lo luminoso del contraste, y también de su diferencia frente a una sociedad hipócrita y pacata, esa en la que ha vivido el escritor en su Austria o en Alemania, y de cómo eso se transforma y se descompone por vía de las armas: “la vanguardia artística se convirtió en vanguardia militar en la primera línea de combate”, dicen desde la trinchera a la que les ha movido su paso a dos, casi más como una Gerda Taro y un Robert Capa, observadores de ese enfrentamiento, denunciantes de la destrucción.
El encuentro de dos cuerpos en danza llega a simbolizar esa revolución de los dos seres en el sexo, o de las dos sociedades luchando por una supremacía que, definitivamente, no puede ser real. Así que se puede ver a través de la mirada de la coreógrafa y el movimiento de ambos, el pensamiento del escritor y la visión de aquella opuesta diversidad que no se espera hasta donde alcanzará.
Es posible abundar en pasajes del escritor, y encontrar facetas nuevas en el punto de mira de ambas partes, la escénica y la literaria, pero sería interminable, de manera que recomiendo la lectura de su libro biográfico, pero, sobre todo, propongo aproximarse desde esta pieza de danza y teatro, porque ponen realmente en pie el viaje de su autor. Y si el texto de Zweig es potente y próximo, la obra de la compañía envuelve y emociona al público, hasta el punto de elevarle y soltarle ante un final, no por conocido, menos inesperado. Un cierre de aquellos que rayan la perfección para la Historia y para su historia.