Manuel López – La República Cultural
Tras leer este nuevo cómic creo que René Goscinny como Albert Uderzo pueden estar tranquilos al ver que han dejado su obra en buenas manos para que la continúen. Si bien René murió en 1977, su compañero continúo el trabajo por su cuenta hasta el 2005, y en el año 2013 Jean-Yves Ferry y Didier Conrad tomaron las riendas en solitario. Una estrategia, probablemente, por parte de la editorial que posee los derechos de los personajes, de continuar haciendo caja de ellos, pero este nuevo volumen demuestra que no por eso ha bajado la calidad.
Didier dibuja exactamente igual que Uderzo, años de práctica le han llevado a casi-calcar el estilo original y él no se sale de las líneas marcadas. Es probable que a medida que continúe su trabajo pueda ir introduciendo cambios, aunque por ahora se ciñe al original. De igual manera Jean-Yves ha mejorado el trabajo anterior (Astérix y los Pictos), aprendiendo mejor a contar la historia e introduciendo esos marices de crítica social que René inculcaba a sus guiones.
Así El papiro del César nos vuelve a trasladar a ese año 50 a.C. donde toda la Galia está ocupada por los romanos, bueno… toda no. El pueblo que gobierna Abraracúrcix sigue resistiendo gracias a la poción mágica que realiza Panorámix. En esta ocasión la historia empieza en Roma donde Julio César publica su libro Comentarios a la guerra de las Galias (referencia real al libro De bello Gallico escrito entre el 50 y el 40 a.C.) donde su editor le recomienda eliminar un capítulo dedicado a la irreductible aldea.
Por desgracia para el editor su maltrato a los escribas númidas hace que uno de ellos robe el capítulo y se lo de a Doblepolémix, un periodista independiente que, sabiendo de lo que tiene entre manos, debe abandonar Roma, y acude a la aldea gala a mostrarles su texto. Ahí comenzarán las aventuras de Astérix, Obélix e Ideafix que deben tratar de salvaguardar el texto mientras tienen que proteger la aldea para que no sea invadida por los romanos que quieren recuperar el capítulo.
En este texto los autores nos meten de lleno en la nueva sociedad de la información donde esta viaja rápido (allí mediante el nuevo uso de palomas mensajeras o de ardillas cuyo ruido es “Tuit”), así como en las filtraciones de información a la prensa. Doblepolémix nos recuerda así a Julian Assange, un periodista con una información capaz de destruir un imperio y que, por ello, debe ser eliminado.
Sólo dos apuntes más antes de cerrar. El primero una pega: el guión es razonablemente bueno para este número 36, pero corto y con mucho menos humor del que Goscinny nos hacía partícipes. El segundo es alabar el precioso homenaje que los nuevos encargados hacen a sus predecesores, una lágrima a derramar en la última página.