Eliane Hernández Montejo – La República Cultural
El 10 de abril de 1912 el RMS Titanic zarpaba del puerto de Southampton para realizar el que debía ser su viaje inaugural, una travesía desde Inglaterra hasta Nueva York, recogiendo pasajeros en Francia e Irlanda, hasta alcanzar un total de 2.207 personas, entre pasajeros y tripulación. Cuatro días después, en la noche del 14 al 15 de abril, el barco colisiona con un iceberg, y dos horas y cuarenta minutos después, el Titanic se hunde, comenzando así su leyenda. La fascinación por él es tan grande que ahora mismo se está construyendo una réplica casi exacta, que realizará, según las previsiones, un primer viaje de China a Dubái, en el año 2018.
No era el mayor barco de su época, ni el más rápido (alcanzaba los 22 nudos, pero el record entonces estaba en algo más de 26), ni siquiera el más lujoso. Tampoco fue el primer buque en utilizar un SOS como llamada de socorro, ni incumplía las medidas de seguridad de la época en cuanto al número de botes salvavidas que llevaba, ni ostenta el dudoso honor de ser el protagonista de la peor tragedia marítima en tiempos de paz. Y, sin embargo, todo el mundo ha oído mencionar en alguna ocasión esa serie de afirmaciones al hablar del Titanic.
En cualquier caso, era un barco impresionante. Su altura, desde la quilla hasta las chimeneas, era de 53,33 metros; sus dos chimeneas centrales medían 24,84 metros (por cierto, la cuarta chimenea era de adorno); cada uno de sus dos motores pesaba 990 toneladas; y en sus 159 hornos se quemaban un total de 620 toneladas de carbón al día. Además, contaba con comodidades como luz eléctrica y estufas en todos los camarotes, baños turcos y piscina en primera clase, peluquería en segunda clase, y salón-comedor, sala de fumadores y cubiertas de paseo tanto en primera como en segunda y tercera clase.
Precisamente poder descubrir las diferencias entre las áreas destinadas a un tipo y otro de pasajeros es uno de los principales atractivos de la exposición Titanic The Exhibition, ya que, gracias a las recreaciones de las estancias interiores, es posible pasearse por el pasillo de primera clase y admirar una de las suites a las que daba acceso, así como compararla con los camarotes para cuatro pasajeros que compartían los que tenían un pasaje en la parte baja del barco.
En la muestra también es posible conocer la historia que se encuentra detrás de la leyenda del Titanic. Primero, la idea de Lord James Pirrie y Bruce Ismay, director gerente de la White Star Line, para la creación de tres enormes buques: el Olimpic, el Titanic y el Gigantic Después, la construcción del barco en los astilleros Harland and Wolff, y por último, la tragedia en la que perecerían 1.495 personas, recordadas gracias a la lista original de pasajeros y la que detalla los cuerpos recuperados, así como al memorial con el que finaliza el recorrido.
Además, a través de objetos originales, como cartas y postales escritas por la tripulación y pasajeros del barco, la vajilla de primera clase o un mueble de los camarotes de segunda clase, es posible conocer la vida a bordo del Titanic. Y descubrir también, de una manera más cercana, a algunas de las personas que viajaron en él, como Gerda Lindell, de la que se muestra su anillo, encontrado en el interior de un bote salvavidas, o uno de los pocos españoles a bordo, Victor Peñasco, cuyo smoking y objetos personales también forman parte de la exposición.