Eliane Hernández Montejo - La República Cultural
“Se pretende que su belleza, considerada en sí misma, no era tan incomparable como para causar asombro y admiración, pero su trato era tal, que resultaba imposible resistirse”. Mucho se ha escrito sobre Cleopatra y su poder de seducción, si bien no siempre salía tan favorecida como en la descripción que Plutarco hizo de ella, en la que dejaba claro que su principal atractivo era su inteligencia. Si Cleopatra hubiese vivido en nuestros días, habría sido, sin duda, la reina del mundo del corazón.
La reina de Egipto más conocida era, en realidad, la séptima de una lista de reinas con el mismo nombre, que se unieron a la dinastía ptolemaica con la llegada de la primera Cleopatra procedente de Siria. Su padre, Antíoco III, en un intento de ampliar los territorios del imperio seléucida, llegó a derrotar a los egipcios gobernados por Ptolomeo V, y, para asegurarse su lealtad, organizó su matrimonio con Cleopatra. Comenzando así una sucesión de Cleopatras que se unirían a los Ptolomeos a través de una serie de matrimonios entre parientes destinados a mantener la pureza de sangre.
Siguiendo esta tradición, el padre de Cleopatra VII se encargó en su testamento de asegurar el matrimonio de ella con su hermano, Ptolomeo XIII, legitimando, de paso, el reinado de Cleopatra, que primero había compartido el gobierno de Egipto con su padre. Si bien su hermano la expulsará a los pocos años, aprovechando las revueltas provocadas por la mala situación económica del país.
Es aquí donde entra en escena Julio César quien, como representante de Roma, intenta mediar entre los dos hermanos, pero antes de la reunión organizada con ambos, Cleopatra se presenta sola ante el romano, iniciándose la relación amorosa que provocaría la guerra entre Ptolomeo XIII y Julio César y Cleopatra. César acabará saliendo victorioso, y como Ptolomeo XVIII ha fallecido durante los enfrentamientos, organizará la boda de Cleopatra con su otro hermano, Ptolomeo XIV, que no era más que un niño. A pesar de esta boda, de la relación de la reina de Egipto y Julio César, nacerá un niño, Ptolomeo XV, más conocido como Cesarión, y cuando César es asesinado, Cleopatra ordena la muerte de su hermano para que su hijo sea el único heredero del trono de Egipto.
Una vez asegurada de nuevo en el gobierno, Cleopatra inicia su relación con Marco Antonio, ella le ayuda económicamente a cambio de que él ejecute a su hermana Arsione IV, de manera que ella y sus descendientes sean los únicos representantes de la dinastía ptolemaica. Descendientes, en plural, porque también con Marco Antonio iniciará un romance la egipcia, del cual nacerán primero los gemelos Alexander Helios y Cleopatra Selene, y, por último, Ptolomeo Filadelfo. Pero que el romano se casase con Cleopatra, repudiase a su esposa Octavia, y cediese a Egipto territorios romanos no era algo que pudiera terminar bien.
Octavio, con la mayor parte del senado de Roma de su parte, se enfrenta a Marco Antonio y con él a Egipto, en la batalla naval de Actium, de la que los romanos saldrán vencedores. Y antes de que pase un año, Octavio entrará triunfal en Alejandría, dando por conquistado el país del Nilo. Después, Marco Antonio, creyendo que Cleopatra ha muerto, intentará suicidarse, y aunque llegará a reunirse con ella, finalmente muere en presencia de la reina. Y ella, poco después, también optará por el suicidio, ante la perspectiva de ser exhibida como trofeo en el desfile triunfal de Octavio en Roma. A pesar de todo, éste ordenará que se concluya la tumba que Marco Antonio y Cleopatra habían empezado a construir para ellos, y que sean enterrados juntos. Cesarión, por su parte, fue capturado y asesinado cuando intentaba huir, y aunque los otros hijos de Cleopatra si formaron parte del desfile del triunfo de Octavio, después fueron educados por la esposa romana de Marco Antonio.
Dada su historia, no es de extrañar, que la última reina de Egipto haya sido fuente de inspiración para numerosos artistas, siendo protagonista, desde el Renacimiento hasta nuestros días, de pinturas, esculturas, libros, óperas y películas que han dejado claro que la fascinación por Egipto no murió con Cleopatra VII.