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Julio Castro – La República Cultural
Aunque el origen de Pandora, creada de manera divina por orden de Zeus, parece humana, poco queda a partir de la manera en que se desenvuelve la historia a manos de Hesíodo, donde sus dones divinos, y su destino de primera mujer en la tierra y madre de todas las mujeres, transforma en sobrehumana la evolución de su historia. A ello contribuirán otros autores, como el que ahora recoge el testigo, David San Juan, para, prometiendo convertir a Pandora de mito en mujer, acabar por ascenderla al plano divino a través de los escenarios.
La creación y la maldición
Hesíodo, el poeta, debió ser uno de los mayores misóginos de la historia o, al menos, alguien a quien seguir todos los odiadores de mujeres, porque desde el mismo momento de la concepción de Pandora en Los trabajos y los días, le atribuye todos los dones divinos otorgados por dioses y diosas, para luego afirmar que Zeus la manda crear (con todos esos dones y más) para traer el mal a los hombres.
Según cuenta el autor de anatolia, Zeus, enojado con Prometeo por haber entregado dos veces el fuego a los hombres contra su voluntad, manda crear a Pandora, para traer el mal. En definitiva, mientras Prometeo crea a los hombres a quienes cuida especialmente, según Higinio “Vulcano por mandato de Júpiter confeccionó con barro la imagen de la mujer” (“Vulcanus Iouis iussu ex luto mulieris effigiem fecit”).
Historia de una Pandora disconforme
Pandora encarnada aquí en Rosalía Castro, ha decidido narrar su historia en primera persona, para hacer paralelismos entre la historia de las mujeres, su situación pasada y presente, y permitir al público que juzgue primero. Pero en el texto de David San Juan no es una Pandora inerte, sino que planta cara y vuelca su relato como se vierte un cántaro con todo su líquido o… como se derraman los males del ánfora que abre engañada en su propia confianza.
“Mientras los hombres escribían e, incluso, vivían la historia, las mujeres los alimentaban”. De esta manera centra la primera mujer su tiempo, en el que los hombres ya habían nacido de la manos de Prometeo. Ella, dotada con el arte de las manualidades, comenzará la descriptiva con objetos y elementos como simbolismo de su propia figura y las de su tiempo de creación. De esta manera señala gráficamente cómo la mentira y la curiosidad le son incrustadas en el pecho, mientras Angelo Branduardi suena de fondo.
Más allá de los males que parece presagiar Hesíodo, la biblioteca mitológica de Apolodoro nos habla de Pirra, hija de Pandora y Epimeteo. Nuestra Pandora, narra su huída ante el abandono y el maltrato de su pareja, llevando consigo a su hija Pirra. El abandono señala el punto de partida para unas grandes lluvias enviadas por Zeus, que cubren la tierra y cambian el mundo conocido, además de mermar a la estirpe humana.
La música causa y desencadenante
La historia que dirige Germán Torres hace un recorrido por los dones de los dioses y diosas, por las desgracias de la primera mujer, como narra el autor, pero van más allá, porque la música conduce al punto central de esta comedia sustraída de la tragedia, que quiere denunciar el maltrato a las mujeres.
El público encontrará que los momentos más candentes de la situación del personaje, sola en escena, pasando por todas sus situaciones y aceptando o no su destino y realidad, culminan con músicas actuales que agreden o incitan a agredir a las mujeres. En ese momento, Pandora se hará verdaderamente presente fuera de su entorno histórico, para reclamar su lugar y sus derechos.
A través del proceso de la obra veremos de qué manera Rosalía Castro es capaz de crecer poco a poco, desde un personaje esencialmente narrador (discreto, amable, casi apagado), para ser capaz de barrer la escena, limpiarla como el diluvio de Zeus sobre la tierra, y ocupar todo el espacio hasta el final. Una potencia que desarrolla progresiva y controladamente en un excelente trabajo.
La destrucción del mundo
Hace años, la Medea de Maite Larrañeta, trabajada a partir del texto de Christa Wolf, me aproximaba a la visión de la mujer criminalizada por el mero hecho de ser mujer, condenada como responsable de los males del mundo, para convertirla en una mujer que no tiene otra salida, otra opción que esa crueldad. En esta ocasión, la Pandora que se ofrece es la que no ha tenido siquiera información ni capacidad para elegir, sino meras circunstancias que ya venían marcadas antes de su creación.
Más allá de lo personal, Pandora observa a su alrededor, mira la estirpe que ha creado a partir de Pirra, las descendientes de su origen. Y mira y señala también la destrucción de este mundo con guerras, mediante la contaminación, o con la acción sobre el paisaje. Y viendo la realidad se pregunta, directa e indirectamente, dónde queda la culpa que se le atribuye, comparada con esto. Seguro que nos queda la esperanza guardada en su ánfora.
De Los trabajos y los días, de Hesíodo
“[…] ordenó a Hefesto que al punto mezclase tierra y agua, le infundiera voz y fuerza de un ser humano y formase, parecido a las diosas inmortales, un hermoso y adorable cuerpo de virgen. Mandó después que Atenea la instruyese en sus labores, en el tejido de primorosas telas; y que la dorada Afrodita circundase de gracia su frente, imprimiéndole el doloroso deseo y las ansias que devoran los miembros. A Hermes (mensajero matador de Argos) encargó que le infundiese espíritu de perra y corazón ladino.
Dijo así, y todos obedecieron al soberano Zeus, hijo de Crono. Al punto el famoso cojo modeló con tierra la forma de una casta virgen, según los dictados del Cronida. La diosa ojiglauca Atenea le ciñó la cintura y completó su adorno. Alrededor de su cuello, las Gracias divinas y la augusta Persuasión pusieron collares de oro. Y en torno a ella, las Horas de lindos bucles dispusieron guirnaldas con florecillas primaverales. Fue Palas Atenea, la que le ajustó al cuerpo todo el aderezo.
El mensajero Argifonte forjó en su pecho mentiras, palabras falaces y un corazón ladino, cumpliendo el designio de Zeus, que truena sordamente. Por último, el heraldo de dioses la dotó de la palabra, y dio a esta mujer el nombre de Pandora, porque todos los moradores de las mansiones olímpicas obsequiaron con tal regalo, procurando la ruina a los hombres que de pan se alimentan”
