Noa Piñeiro – La República Cultural
El film narra la historia de Liza una chica que cuida a una anciana viuda del embajador de Japón en Hungría. Con una vida de lo más monótona, sin alicientes y como único amigo el fantasma de un cantante japonés de los años ‘50, su vida cambia con el fallecimiento de la anciana a la que cuida. Tras su repentina muerte, y al haberle dejado en herencia a Liza casi todas sus pertenencias, se ve envuelta en una investigaciones policíacas debido a la muerte de la anciana y a una serie de muertes que se van sucediendo a su alrededor de manera misteriosa y siempre cercanas a inculparla a ella.
Liza, the fox-fairy lo intenta pero no llega, con una atmósfera que recuerda soberanamente a las películas del magistral Wes Anderson, no termina de enganchar al público, no sé si es la protagonista, el resto de personajes o como está narrada la historia, pero aunque dispone de todos los medios, fantasmas, muertes accidentales, sitios recurrentes como el singular Mekk Burguer (yo creo que es los que más me ha gustado de la película), e incluso recurre a la mitología japonesa con las Hadas Zorro, no deja de resultar pesada repetitiva y lenta.
Liza resulta una Amelie de poca monta, una mujer de 30 años que a lo único que aspira tras la pérdida de su sustento es encontrar un hombre que la quiera (creo que este punto es el que más rechazo me provoca) ya que tras una pequeña capa nacarada de cuento de hadas, nos encontramos con un personaje femenino débil que pasa de ser “el patito feo” a convertirse en el centro de las miradas de todos los hombres que caen rendidos (literalmente) a su paso, únicamente porque se ha soltado unas infantiles trenzas que lleva desde el comienzo de la película y hecho un vestido con una cortina de salón.
Quizá lo que más me ha gustado de la película es la atmósfera visual que genera, empolvada y coloreada como un fotograma antiguo. Habrá que esperar a ver cómo va evolucionando la carrera de su director, que por el momento me ha generado muchas expectativas por poco disfrute a la hora de la realidad y bastante indignación desde mi posición como espectadora femenina.