Julio Castro – La República Cultural
Entre auténticas locuras y falsas realidades, una vez más, la compañía Vuelta de Tuerca con un texto de Juanma Romero, nos sumerge en una dicotomía a través de su argumento y la puesta en escena. Así, divididos entre locuras del absurdo vinculadas a un mundo sólo parcialmente imaginario, y realidades de este que comparte, expone una visión que generará debate entorno a los conceptos de un feminismo que se muestra inmerso en una falsa imagen. Una imagen generada a partir de frustraciones sociales o individuales, que oculta la mirada sincera de una espectadora introducida a la fuerza en el drama.
Mujeres atrapadas en una trama
“Sólo una hermana de Marte miraría así a una Venus”. Verónica (Marta Alonso) está en el Museo del Prado observando el cuadro en la exposición “Mujeres de Velázquez”, cuando una extraña la aborda y, con este preámbulo, aprovecha para invitarla en un edificio al que llama “La Casa Roja”, próxima al retiro, cuyo nombre es debido al color, aunque ahora está cubierta del verde de la hiedra: “el arte está sobrevalorado, es sólo un producto más del heteroimperio”.
La trama de esta puesta en escena de la compañía discurre entre la comedia de sus personajes, y la tragedia que les conduce a su cómica situación. Aunque hay cierta intriga en el argumento, la idea de la puesta en escena se distribuye entre la crítica y la ironía. Ángeles (Patricia Quero) parece liderar un grupo de frikis compuesto por Hans (Karlos Aurrekoetxea) y Violeta (Eva Boucherite). Cada cual parece presentar una patología diferente, que tratan de controlar pero que aflora cada pocos momentos. En realidad, lo más probable es que no sean más que sentimientos naturales (algo raros algunos, eso sí), pero que son manipulados por Ángeles como cerebro del grupo, para volcar en ellos la propia culpabilidad.
Un trasfondo heredado con el siglo
El plan, basado en el acto de vandalismo de la sufragista Mary Richardson contra una obra de arte, a fin de defender sus derechos, es un acto retorcido que trata de destruir la obra de Velázquez para llamar la atención sobre lo que tildan de producto machista del “heteroimperio”, pero que no parece acabar de convencer al foro.
Entre el nivel exacerbado del grupo, y la realidad subyacente, se cuelan elementos claramente críticos, que permiten provocar ese debate que nos quedará tras la obra, pero también señalar puntos en los que algunos símiles acercan a las motivaciones fundadas en aquello a lo que se oponen sus personajes. Así, mientras critican los sistemas establecidos (“hay una enfermedad de transmisión sexual llamada familia”), o cánones habituales en la relación humana (“corre por ahí una enfermedad llamada amor”), caen en el dogmatismo religioso, cuando permiten el control de sus actos por parte del discurso depositado en una única persona. De esta manera, se tratará de dar cobijo a los problemas de su principal actriz, antes que lograr la visibilidad que, según sus planes iniciales, pretenden obtener respecto a sus ideas.
Desde el estilo de la compañía
La compañía Vuelta de Tuerca, (Prisionero en mayo, Esto es una silla, Aquí hay una mano, Báthory contra la 613,…) explora ideas muy diversas, dentro del concepto del teatro social, en el que la crítica se ve envuelta entre el absurdo (cómico o no) y la tragedia más o menos evidente. Siempre se trata de construir espacios peculiares, explorando personalidades peculiares, sucesos fuera de contexto y usando cristales que deforman la realidad, para facilitarnos visiones que no tendríamos tiempo o intención de observar. Los textos de Juanma Romero son multifacéticos y, al igual que la compañía puede optar por autores diversos y líneas muy dispares de trabajo en su manera de mostrar, pero confluyen en la intención, así como en los diseños físicos espaciales, que optan por contenidos sencillos en los elementos, pero peculiares en el uso y la construcción.
En el caso de este montaje, su creación y recreación en un mismo espacio, apenas suponen el movimiento de dos elementos, para conferir al escenario realidades diferentes, tanto en el ensayo de la acción como en el la “escena del crimen”. La iluminación juega su papel recreando el espacio de misterio, mientras nos recuerda el exterior verde y el interior rojo de la casa: y rojo por dentro y verde por fuera… quizá no haya intención o sólo sea subconsciente.
En cuanto al trabajo de los personajes, la marcada exageración de algunos de los integrantes del trío de la banda (Ángeles, Hans y Violeta), genera ese marcado contraste con el de Verónica, que es el hilo de conexión con una realidad indiferente a ciertos problemas que percibe, pero cercana a la necesidad de los otros personajes.
Un par de peculiaridades entorno al montaje
Me parece interesante contar dos peculiaridades: a lo largo del diseño del plan encontraremos una muy divertida referencia al film de Robert Aldrich Doce del patíbulo (The Dirty Dozen, 1967), que vuelve a señalar hacia esa mezcla de comedia y tragedia (decantándose definitivamente por la primera).
La segunda es la estupidez de algunas redes sociales, de subrayar su carácter poco social, censurando el cartel de la obra, porque se ve una foto que representa la espalda desnuda de una de las actrices recreando la Venus de Velázquez: están prohibidos “desnudos o escote, aunque sea con fines artísticos o educativos”: viva la caspa que financiamos.