Julio Castro – La República Cultural
Las mangas siguen tirando de la sisa a los personajes de esta nueva aventura de Mey-Ling Bisogno, que ha querido hacer una segunda edición de su montaje de 2011, para ofrecer un rostro con otra perspectiva de una de sus diversiones, el manga, trasladada a su entorno profesional, la danza.
Hay un claro crecimiento en el trabajo, que ahora nos traslada la música al directo, con un inevitable impacto sobre el público, mientras que extrema los contrastes en la parte visual de la puesta en escena. Sin embargo, si vamos al movimiento y a las interacciones entre los personajes, es evidente que sigue manteniendo su línea coreográfica, en una incansable y constante comunicación entre ellos.
No hay momento para la pérdida de contacto entre l@s tres ejecutantes del trabajo, porque se hace un desarrollo fluido, que cobra especial intensidad bajo el bombardeo del sonido. Todo se encuadra en un trabajo a dos flancos, porque son capaces de llevar a cabo la interacción dentro del trío, a la vez que mantienen la mirada en el público, al que por momentos pueden provocar como si fueran a formar parte del espectáculo.
Un trabajo de gran intensidad, en el que se ha cambiado el rol de los colores del primer Manga, para pasar al blanco y negro propio de las tiras de dibujos japonesas, y reservando el color para algo que no estaba en la primera pieza, que son las máscaras, esos elementos cómico-satíricos que son capaces de colocar incluso en los mangas más serios para adultos sin ningún pudor, porque son el símbolo del producto ilustrado.
De esta manera la estructura se divide en varias partes, una primera más estática, con una peculiaridad para quienes sean lectores del cómic japonés: l@s intérpretes adoptan movimientos y gestos muy marcados, que tienen un referente claro en personajes de manga, que sirven para comunicarse entre ellos, pero, sobre todo, para definir el carácter de cada cual.
Otra parte más explosiva sigue a la anterior, y tras el primer momento de juego con las mangas de las camisas, en ella veremos trabajar de forma algo más independiente a cada uno de los integrantes del equipo, aunque siempre hay acción en segundo plano. Seguramente el momento más llamativo en cuanto al aspecto de la pieza viene a partir del uso de las coloridas máscaras a las que antes me refería, sin embardo, en cuanto al desarrollo del movimiento, el peso está en todas las demás escenas.
Es evidente la manera en que se ha trabajado a partir de la investigación del género en papel, para adoptar las personalidades, los momentos y los movimientos, que también vuelven a reflejarse en una pelea tipo melé a mordiscos y pellizcos, donde de nuevo parece estar en las páginas de un cómic oriental.
Es evidente el papel principal que se otorga a Aiala Echegaray Mendiguren a lo largo de todo el desarrollo, y que ella sabe ganarse muy bien, aunque los otros dos integrantes del trío, Edoardo Ramirez Ehlinger y Miguel Gonzales Padilla le siguen el juego muy bien. El equipo en escena se completa con Martín Ghersa, como siempre con una creación musical verdaderamente impactante y acorde al trabajo que juega con la intensidad de los momentos, pero también con los silencios, y al mando de la parte más electrónica, y con Isabel Romeo que, igual que en otras ocasiones, trae sus enormes tambores de taiko, y que en este caso estrena un instrumento muy llamativo en el sonido y en lo visual del montaje, que parece aportar una luna de fondo al juego.
Si no hablase de las luces no sería un trabajo de Mey-Ling, y aunque siempre se ha destacado el contraste con el negro, si en el pasado apostaban por resaltar brillos de colores, desde hace un tiempo los diseños escénicos han ido pasando al blanco y negro prácticamente, lo que obliga a arriesgar más en todo lo demás. La apuesta de iluminación Paloma Parra, que ejecuta Sergio García Domínguez, sabe adaptarse a las nuevas formas que, al parecer, requieren para la coreógrafa en esta evolución hacia el mundo oriental, de manera que todo se vuelve acorde en el empaque del trabajo.
Definitivamente, Mey-Ling Bisogno no produce trabajos cojos, para lo cual utiliza todas las herramientas disponibles para mostrar un producto completo que suele resultar impactante en el formato y en la ejecución. Y, por si falta algo, el humor es una línea constante.