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Los héroes de Djeliba - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Dos hermanos que hacían un largo viaje a pie a través del desierto se detuvieron a la sombra de un baobab, agotados por la caminata y por las privaciones, pues carecían de agua y víveres. Al comprobar el mayor que su hermano estaba a punto de perecer por inanición se alejó del baobab, sacó su cuchillo, cortó una parte de uno de sus muslos y, tras asarla, se la ofreció a su hermano moribundo. Sólo tras devorar con avidez el trozo de carne asada, observó el joven la pierna ensangrentada del hermano, y comprendiendo lo sucedido hizo un juramento: en adelante, él y su descendencia se tendrían siempre por inferiores y serían siervos del hermano mayor y de sus hijos, y en memoria de la generosidad de éste cantarían siempre sus alabanzas. Así, según la leyenda, nacieron los jasarey, estirpe de poetas y cantores que durante siglos han guardado la tradición oral del pueblo djerma, habitante del extremo occidental de Níger.

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Los héroes de Djeliba

Cantos y relatos del pueblo djerma de Níger

El héroe que fue al infierno y escuchó que cantaban allí su epopeya
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El héroe que fue al infierno y escuchó que cantaban allí su epopeya

Portada del libro de Djibo Badje (Djeliba), Djado Sekou y Koulba Baba.

El héroe que fue al infierno y escuchó que cantaban allí su epopeya
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El héroe que fue al infierno y escuchó que cantaban allí su epopeya

Portada del libro de Djibo Badje (Djeliba), Djado Sekou y Koulba Baba.

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José Ramón Martín Largo – La República Cultural

Dos hermanos que hacían un largo viaje a pie a través del desierto se detuvieron a la sombra de un baobab, agotados por la caminata y por las privaciones, pues carecían de agua y víveres. Al comprobar el mayor que su hermano estaba a punto de perecer por inanición se alejó del baobab, sacó su cuchillo, cortó una parte de uno de sus muslos y, tras asarla, se la ofreció a su hermano moribundo. Sólo tras devorar con avidez el trozo de carne asada, observó el joven la pierna ensangrentada del hermano, y comprendiendo lo sucedido hizo un juramento: en adelante, él y su descendencia se tendrían siempre por inferiores y serían siervos del hermano mayor y de sus hijos, y en memoria de la generosidad de éste cantarían siempre sus alabanzas. Así, según la leyenda, nacieron los jasarey, estirpe de poetas y cantores que durante siglos han guardado la tradición oral del pueblo djerma, habitante del extremo occidental de Níger.

Los djerma (o zarma), agricultores sedentarios, ocuparon el valle del río Níger procedentes según se cree del Imperio Songay que se extendía por la actual Mali, y llegaron a fundar su propio Estado, cuyo territorio fue reduciéndose a causa de las incursiones de otras etnias, en particular los tuareg y los fula. En el siglo XIX se convirtieron al Islam, y poco después debieron someterse a las fuerzas coloniales francesas, que tras ocupar la región otorgaron el poder de las aldeas a gobernantes franceses, los chefs du canton, los cuales no lograron borrar del todo las estructuras tradicionales de gobierno. Éstas reaparecerían con fuerza a mediados del siglo pasado, fueron decisivas en el proceso de independencia de Nigeria y siguen ostentando un limitado poder en el día de hoy.

De los en otro tiempo abundantes cantores del pueblo djerma se estima que en la actualidad sólo queda vivo uno ya anciano, Djibo Badjé, también llamado Djeliba Badjé o, simplemente, Djeliba. Nunca fue a la escuela, y durante muchos años residió en el pueblo de Liboré, a unos ciento cincuenta kilómetros de Niamey. Djeliba, como el resto de los jasarey, es descendiente de un antiguo linaje de cantores, y desde los siete años fue instruido por su padre en el arte del canto tradicional y en la interpretación del moolo, instrumento de tres cuerdas con el que el jasare se acompaña. El mencionado instrumento da también nombre al género musical en el que es maestro Djeliba, un género que exige del cantor no sólo una gran memoria, sino también la habilidad para adecuar su dominio del moolo al tema del que se trate, dando a éste la necesaria fluidez y expresividad, incorporando variaciones e improvisaciones con el objeto de incrementar o disminuir el dramatismo del relato. En pocas palabras, el arte de Djeliba no es diferente del que se atribuye a Homero y a otros cantores de la Antigüedad en diferentes regiones del mundo, siendo por ello parte de una tradición oral que constituye un valioso patrimonio. Una parte del mismo, representado por el arte de Djeliba y de otros jasarey, ha podido llegar hasta nosotros por medio de una serie de grabaciones efectuadas en las últimas décadas del siglo pasado por diversas instituciones, en especial la Oficina de Radiodifusión de Níger, y más recientemente a través de diversas publicaciones en lenguas europeas. En francés son conocidos los trabajos sobre el moolo que ha realizado Sandra Bornand, existiendo en lengua española dos volúmenes debidos a Safiatou Amadou y José Manuel Pedrosa: Cuentos maravillosos de las orillas del río Níger. Tradiciones orales del pueblo Djerma-Songay (Miraguano Ediciones, 2005) y El héroe que fue al infierno y escuchó que cantaban allí su epopeya (Calambur, 2014).

Los responsables de las ediciones citadas presentan en ellas una selección que permite al lector hacerse una idea amplia de la naturaleza de los relatos y los cantos tradicionales del pueblo djerma, con especial atención por los de tema mágico y maravilloso y por los de registro épico. La transcripción de dichos relatos, que apenas serían inteligibles para el lector sin las oportunas anotaciones que los acompañan, pueden proporcionarnos, sin embargo, sólo una pálida imagen del arte de los jasarey, pues nos faltan aquí la música, el canto y la maestría dramática de estos contadores de historias, de los que algunos testimonios en vídeo pueden localizarse fácilmente en la red en los lugares habituales. Conviene señalar que la función del jasare en estas sociedades de castas que han ido perdiendo su carácter ancestral a impulsos, por partes iguales, del colonialismo y del Islam, ha variado sustancialmente con el paso del tiempo, deviniendo la figura del jasare, influyente personaje en el pasado, admirado e incluso temido en su calidad de portavoz del jefe del poblado y funcionario cuya presencia era obligada en las grandes celebraciones, a lo que hay que añadir los cargos oficiosos de alcahuete y consejero, en una mera labor folclórica, dirigida a veces al entretenimiento del turismo, en la época actual. Nada de ello resta valor a los textos aquí reseñados, entre los que no faltan algunos que muestran sorprendentes paralelismos con ciclos mitológicos y legendarios más próximos a nosotros, entre ellos los de la antigua Grecia.

El primero de los libros mencionados más arriba consta de ochenta relatos, y la selección que se ha hecho de los mismos no es ajena a la biografía de quien es responsable de la edición, Safiatou Amadou. Ella, miembro de una familia de jefes de aldea, se crió en el pueblo de Moumbena, de donde eran naturales sus abuelos maternos, y fue de su abuela, de nombre Bibata (Biba), de quien los escuchó. Por estos textos de origen remoto, en los que abundan ecos que diversos estudiosos consideran parte de un único caudal de relatos del que habrían bebido las culturas de la Antigüedad, sabemos que el cielo está lejos de la tierra a consecuencia de la imprudente curiosidad de una joven; que a esta misma joven y a su mala conducta se debe que haya manchas en la luna; que la grulla tiene plumas erizadas en la cabeza porque una vez se encontró con la tortuga, la cual iba de camino a la peluquería; o que hubo una vez una guerra entre las aves y los cuadrúpedos porque todos los animales querían casarse con la muchacha más guapa del pueblo. Cabe suponer que algunos de estos cuentos se han mantenido intactos durante generaciones, a diferencia de otros cuyo contexto ha cambiado, aunque no su sentido. Es el caso de la historia de la Señora Pezuñas, genio maligno que en 1980 iba por las calles de Daomey, con sus andares de burro, asesinando taxistas.

Son relatos que en su aparente y seductora sencillez esconden una honda capacidad didáctica y una compleja visión del mundo, representado aquí mediante unos pocos elementos tan esquemáticos como sugestivos. Escribe Amadou que los textos que se reúnen en este libro son “palabras que los djerma-songay pronunciaron con su acento propio pero que otros pueblos relatan con el acento de otros lugares, haciendo justicia a lo que de forma más profunda y auténtica caracteriza a los cuentos: el ser de cada uno y el ser de todos, el no ser en exclusiva de nadie”. El otro editor de la obra que nos ocupa, José Manuel Pedrosa, identifica en ella una variedad de motivos presentes en otras tradiciones, desde las leyendas recopiladas en Castilla por Alfonso X el Sabio hasta la gran compilación de narraciones efectuada en China por Gao Bao en el siglo IV. Y también Pedrosa llama la atención acerca del papel relevante que en estas historias tienen las creencias en torno al ciclo de la vida (concepción, embarazo, nacimiento y muerte), del que tratan todas las culturas orales y que haya aquí expresión particular, pues “la vida de los djerma-songay de Níger se halla rodeada de magias, de maravillas, de hechizos, de pequeños milagros, palabras con las que intentan interpretar los avatares de la vida y de la muerte, los misterios que rodean a los hombres y mujeres de la sabana, inmersos en un mundo al mismo tiempo peligroso y paradisíaco, precario para los individuos y perdurable para los hombres”.

El segundo título que comentamos está dedicado íntegramente al arte de los jasarey y lo conforman cuatro relatos, transcripciones de otros tantos mooley que fueron grabados entre 1972 y 1996 a algunos de los últimos cantores del pueblo djerma: Djado Sekou, Koulba Baba y el aludido y todavía activo Djibo Badjé o Djeliba. Ya que las funciones sociales del jasare han sido principalmente las de exaltar el linaje de los poderosos y conservar el patrimonio de la cultura tradicional, los mooley han podido clasificarse en tres grupos: las alabanzas, las epopeyas y las genealogías, a los que bien podría añadirse un cuarto más nebuloso que incluiría relatos novelescos, de amor y de aventuras. Los mooley presentes en este volumen son de carácter épico y narran en general episodios con alguna base histórica, aunque entreverados con otros de carácter mágico o sobrenatural que han sido adornados por los jasarey con el paso del tiempo. Se trata aquí de las hazañas de los héroes del pueblo djerma. Estas hazañas no son solamente militares o de conquista, sino también de dominio sobre monstruos, genios y otros seres inmateriales, caracterizándose los héroes que triunfan sobre ellos bien por poseer desde su nacimiento un poder carismático o bien por haberlo alcanzado por medio de la magia.

El moolo de Da Monzón cuenta la historia de un hombre que hizo un pacto mágico y gracias a él conquistó un reino. Da Monzón existió realmente y fue el más notable de los últimos reyes de los bambara, que tuvieron su capital en la ciudad de Segu, en Mali. La expansión del reino de los bambara se debió en gran medida a las dotes de estratega de uno de sus jefes guerreros, Bákari Dia, el cual protagoniza el segundo moolo. En él, el guerrero derrota a un monstruo infernal que se aparecía en las fiestas para raptar a jóvenes de ambos sexos y chuparles la sangre. Más tarde, el héroe se enfrenta a un ejército al que perseguirá hasta el fondo de un río, de cuyas profundidades nunca volverá. De un carácter diferente es el tercer moolo, que narra las aventuras de Gorba Dikko, joven que desconocía lo que era el miedo y que para experimentarlo, tras enfrentarse a toda clase de peligros, descendió a los infiernos, donde encontró a un jasare que cantaba su epopeya, pues hasta allí había llegado ya su fama. El último de los mooley aquí recogidos es el del músico Samba Soga, quien a la manera de Orfeo trató de rescatar a su esposa de la prisión en que la tenía escondida un tirano valiéndose de su canto. En contra de lo que pudiera creerse, estos héroes están dotados de una sutil psicología a la que no son ajenos los conflictos de carácter personal y social, a menudo en el marco de la contradicción todavía existente entre los valores tradicionales y los del Islam.

Los dos libros son precioso testimonio de una cultura hoy en trance de desaparición, rica cultura cuyas raíces se entremezclan con las de otros pueblos y que nos reintegra a una forma que es a la vez humana y fantástica de ver y conocer el mundo, tal como éste, mediante el hechizo de la palabra, ha sido interpretado por los hombres desde hace siglos, como fuente que debe preservarse de valores morales, de belleza y de poesía popular.

DATOS RELACIONADOS

Título: Cuentos maravillosos de las orillas del río Níger. Tradiciones orales del pueblo Djerma-Songay
Autor: Safiatou Amadou y José Manuel Pedrosa
Editorial: Miraguano Ediciones
Primera edición: 2005
Formato: 19 x 12 cm. 304 páginas
ISBN: 978-84-7813-290-4

Título: El héroe que fue al infierno y escuchó que cantaban allí su epopeya
Autor: Djibo Badje (Djeliba), Djado Sekou y Koulba Baba
Traducción, edición y estudio: Safiatou Amadou y José Manuel Pedrosa
Editorial: Calambur
Primera edición: 2014
Formato: 23 x 14 cm. 268 páginas
ISBN: 978-84-8359-349-3

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