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Alberto García-Teresa – La República Cultural
Poesía sencilla y honesta, enunciada desde abajo, desde dentro de los movimientos de resistencia, es la que pone en juego Eladio Méndez. Comparte versos que nacen de la vivencia de la opresión, de la injusticia y también de la desobediencia. Porque su palabra es palabra rebelde y solidaria, que no imposta ni suplanta.
Sus poemas resultan una proclamación continua de su condición de clase, una reivindicación de la lucha campesina y obrera (“mi patria es la conciencia de los trabajadores”). Con un lenguaje cercano, basándose en lo cotidiano y con un talante antiautoritario, La memoria encendida se erige como una exaltación de la dignidad, que queda plasmada en multitud de símbolos y de escenas que nos remiten al esfuerzo, a los vínculos, a lo colectivo.
Al respecto, se produce un salto continuo del “yo” al “nosotros”, en base a la pertenencia a la comunidad y a la comprensión de que los problemas sociales precisan de la organización colectiva para ser enfrentados. Aunque se centra en hechos concretos de opresión, traza una denuncia continua, estructural, de las desigualdades, mientras va floreciendo el apoyo mutuo como respuesta. La ternura, los afectos (bases de su primer y anterior poemario, Arrullos), la rabia y la insumisión pautan las líneas de este libro. Por tanto, se trata de versos que conjugan la ira y la emoción, que buscan conmover.
Además, explicita una demanda constante de memoria de las víctimas, del recuerdo y del aprendizaje a partir del dolor. A su vez, presenta, por un lado, poemas más breves, articulados alrededor del juego de palabras, el fogonazo de ira o la condensada expresión de una idea correspondiente a un sistema de valores disidente. Por otro, poemas más extensos donde ofrece una panorámica y en los que se resuelve mejor la comunicación de la emoción.
Con todos ellos, Eladio Méndez construye, en definitiva, un canto a la fraternidad desde la convicción de la lucha y de la perspectiva de clase.
