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Eusebio Calonge: “Mi poética nace de lo ordinario, mi sentido de la belleza de la fragilidad” - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Con motivo del estreno en el teatro Español de La extinta poética, del que ofreceremos también una reseña, le hemos propuesto a Eusebio Calonge, autor del texto y responsable igualmente del diseño de luces, un breve cuestionario a modo de entrevista acerca de este espectáculo.

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Eusebio Calonge: “Mi poética nace de lo ordinario, mi sentido de la belleza de la fragilidad

Para nosotros lo importante es que se alumbra una nueva obra, no quien la hace

Eusebio Calonge
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Eusebio Calonge

Una imagen del dramaturgo. Foto: Juan Carlos Toro, cortesía de Eusebio Calonge.

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Eusebio Calonge

Una imagen del dramaturgo. Foto: Juan Carlos Toro, cortesía de Eusebio Calonge.

Julio Checa – La República Cultural

Con motivo del estreno en el teatro Español de La extinta poética, del que ofreceremos también una reseña, le hemos propuesto a Eusebio Calonge, autor del texto y responsable igualmente del diseño de luces, un breve cuestionario a modo de entrevista acerca de este espectáculo.

¿Cómo surge el proyecto de participar con una compañía que no es La Zaranda , aunque cuente con el trabajo de Eusebio y de Paco?

De una época turbulenta, un descenso a los infiernos, salgo con un texto, aunque este cargado de sombras lo escucho en voces de mujeres, creo que su desgarro es intensamente femenino, el personaje masculino en esa obra es pasivo, la consciencia de un fracaso. Tengo la intuición de que tal como lo veo no es una obra que podamos encarar desde Zaranda, ni es un texto que quiera guardar, porque las obsesiones hay confrontarlas pronto para diluirlas, no admiten correcciones, el modo de conjurar un dolor es plasmarlo, proyectarlo en una obra. Entonces más que como proyecto es como una fuerza que se direcciona hacia el escenario y que encuentra a una gente que posibilita la creencia en la obra, este elenco, que tienen ya la compenetración de una experta compañía

¿Puedes comentar cómo se ha desarrollado el proceso?

Cada obra llama, tiene sus magnetismos y sus caminos para encontrar el escenario. Los de esta fueron bastante laberínticos, en ensayos que se propagaron por distintas salas de ensayo de Madrid. Comenzamos a trabajar la obra Gabino Diego, Paco de La Zaranda y yo, se incorporaron dos grandes actrices: Carmen Barrantes y Laura Gómez-Lacueva. Ellas formaban Nueve de Nueve, un grupo aragonés. Por problemas de agenda Gabino no pudo continuar. Paréntesis de tiempo, falta de apoyos, se movieron piezas dramatúrgicas y retomamos con una bailarina, Ingrid Magrinyá, de la que yo destacaría aquí su trabajo actoral, y Rafael Ponce, un actor de alto riesgo, con un modo único de trabajo. Finalmente encontramos el apoyo de Matadero Madrid y a Víctor López, del Teatro Principal de Zaragoza, nos trasladamos allí y la obra se hizo, siempre tengo la sensación de que las obras se hacen a sí mismas, a cambio de que le demos todo nuestro esfuerzo, claro está.

¿Supone un punto de inflexión, en cualquier sentido, en la trayectoria profesional de La Zaranda o ha sido una experiencia única y que no tiene otra significación más allá de lo que representa este espectáculo?

Ni yo ni nadie en Zaranda trazó nunca una trayectoria, vivimos cada función, cada gira como un regalo y como la última, y luego cuando el circuito se agotaba tras dos o tres años, nos encerrábamos y esperábamos un nuevo milagro. La verdad no miramos el horizonte, estamos saqueando lo que quede de nuestra creatividad con toda honestidad, liquidación de existencias diría yo, y si eso es una semilla que nace dentro o nace fuera de la Zaranda es lo de menos, eso sólo le interesa a los tasadores, para nosotros lo importante es la obra, es el que se alumbra una nueva obra de teatro, no quien la hace.

Parece un espectáculo muy propio de La Zaranda, muy reconocible (texto, códigos de puesta en escena, registros de interpretación, diseño de luces, espacio sonoro, etc.). Sin embargo, si eso es así, ¿qué os ha aportado el trabajo con un elenco diferente?

Con Zaranda comparte la confusión de los límites, su modo desgarrado de expresar y la búsqueda de un lenguaje vivo que sea capaz de sustraer al público de vulgaridad reinante. También el no establecer una comunicación de intelecto a intelecto, sino la que se debe dar desde el escenario, de existencia a existencia. Y el humor, irrenunciable, como elemento perturbador. El llevar la actuación por los acantilados personales de cada uno, hace que los aportes sean únicos, la necesidad por ejemplo de hacer corpórea la música nos lleva a buscar la danza, pero una danza en función del teatro, ceñida a unos argumentos y situaciones actorales, la vertiente cómica de las actrices la enfrentamos continuamente con registros trágicos, los monólogos que sostiene por propio impulso e inspiración Rafael Ponce, poco sujetos a medida, también hace que el riesgo sea palpable, vital, y luego está todo ese derroche de fuerza, de desesperación, de agresividad, que aquí alcanzan un extremo, todo eso es aprendizaje, este es un oficio en el que cuando no aprendemos podemos constatar nuestra impostura, nuestra falsedad

Aunque vuestro teatro se ha caracterizado por una gran coherencia temática y expresiva, veo esta obra como una continuación muy clara con El régimen del pienso y, sobre todo, con El grito en el cielo , hasta conformar un conjunto, casi una trilogía. ¿Estarías de acuerdo?

Creo que esto podría ser en cualquier caso a nivel textual. Hay un universo donde la biografía es abolida por un historial clínico, pero yo creo que eso forma parte del dramatis personae, un listado gris al que van citando en una sala de espera, identificación del personaje con sus medicamentos o extraer su pasión por sondas hasta vaciarlo de vida, creo son personajes que no se dirigen a la muerte sino hacia la nada, porque la muerte contenía un misterio que hemos abolido, creo que desde hace cuatro obras mis personajes son reducidos a cenizas, esparcidas por el olvido administrativo de los partes de defunción… pero creo que una trilogía es meditada como tal, un proyecto que se alberga en unos plazos, yo creo que es simplemente el reflejo del mundo por el que cruzo, en sus añicos me devuelven mil veces esta desintegración espiritual del hombre y viene a dar en un número de obras.

Si en El grito en el cielo hacíais un conmovedor uso del coro de los peregrinos del Tannhäuser , en La Extinta poética proponéis una no menos impactante relectura del final de la partitura del Cisne . Además de esa reivindicación del “patito feo”, ¿puede hablarse de una progresiva atención por vuestra parte a otros registros musicales diferentes de la música procesional, que tan bien habéis aprovechado en muchos de vuestros montajes? En algún momento he tenido la sensación de que todo el espectáculo nacía precisamente de esa escena final.

Todo buen final se inicia desde el principio, se va deslizando como un contagio hacia una emoción por trasmitir, La Muerte del Cisne de Saint–Saens, vino con la bailarina, Ingrid Mangriyá, creímos que era ese clásico del ballet daba un sosiego final, casi como una oración, al cierre del espectáculo, y voy aquí a lo verdaderamente importante de estas músicas, siguen siendo de alguna manera religiosas, buscan la elevación, la trascendencia en un mundo obtuso a la fe. En esta obra irrumpía Sibelius, potenciaba la atmósfera de una solemnidad que se iba diluyendo en el transcurrir de la cotidianidad, casi grosera, de los personajes, y de ahí pasábamos a esa agitación epidérmica con que abolimos la profundidad de sentir, en ritmos machacones y huecos

Me ha interesado especialmente reconocer que los momentos más poéticos de la función recaen, precisamente, en el personaje de la hermana con diversidad funcional o discapacidad. ¿Pudiera haberse titulado esta obra “ La extinta belleza ”? En cualquier caso, ¿Concebís una poética sin una atención máxima hacia la belleza? ¿Es la belleza un valor en extinción?

Poética y belleza tienen el vínculo del misterio, es decir de lo que solo podemos intuir y si nos llega la certeza será fugazmente, podríamos pensar que son potencias del alma, la médula del ser, una semilla que nace con nosotros y que es inextinguible por más que el mundo del materialismo intente extirpar. Mi poética en cualquier caso nace de lo ordinario, y mi sentido de la belleza de la fragilidad, las manos de un anciano son hermosas, contienen el mapa de su vida, sus ojos la sinfonía de una existencia, por más que la época estimule la cirugía que más que estética es grotesca, siempre se nos despertará el alma en un ocaso, ante un recuerdo o un verso

La Extinta Poética nos propone una mirada conmovedora y a la vez terrible sobre la condición humana contemporánea: la sociedad del hiperconsumo de fármacos, la discutible condición de la “normalidad”, el desprecio por las formas de “diversidad”, la desvertebración de la familia, la fascinación que producen todavía los pequeños ritos y la necesidad de alimentar pequeños sueños (una boda, por ejemplo), etc. Sin embargo, no hay ensañamiento o crueldad en la mirada que se proyecta sobre estos personajes. ¿Qué importancia tiene para vosotros la compasión, antes que la empatía, para construir vuestra mirada sobre la Humanidad?

Hace muchos años, Alfonso Sastre señalaba en el prólogo de Cuando la vida eterna se acabe, que mi mirada hacia los personajes era la de la misericordia, sin duda en todos los personajes nacidos de la pasión de crear quedan regueros de uno mismo, como en todos nosotros quedan rastros de algo mayor, de lo que nos pone de puntillas para descubrir algo que va más allá de nosotros.

DATOS RELACIONADOS

José Manuel Sánchez Jiménez, (Eusebio Calonge), (Jerez de la Frontera, 1963) forma parte de la mítica compañía La Zaranda desde 1985, con la que inició su trabajo como iluminador. Posteriormente, firmaría los textos escritos “tanto en el papel como sobre el escenario”, con los que ha ganado los premios del Teatro Rojas de Toledo y del Teatro Andaluz al mejor autor y, con el Teatro La Zaranda, el Premio Nacional de Teatro en 2010.

Como se señala en la breve semblanza publicada en el 2013, dentro de la Muestra de Autores de Alicante, la obra de Eusebio, como la de la Compañía, “parte de sus raíces tradicionales que revelan una simbología universal. Busca un sentido poético y trascendente que confiera una fuerte expresividad visual, sin perder la vinculación con la cotidianidad que lo rodea”.

La relación de textos sería la siguiente: Perdonen la Tristeza (1992), Obra Póstuma (1995) ambas publicadas por la SGAE, Cuando la vida eterna se acabe (1997), La Puerta Estrecha (2000), Ni Sombra de lo que Fuimos (2002), Homenaje a los Malditos (2004), Los que Ríen los Últimos (2006), Futuros Difuntos (2008), todas publicadas en la editorial Hiru. Este Sol de la Infancia (2009) publicada en Primer Acto, más sus tres “sainetes espectrales”, es decir, Nadie lo Quiere Creer. La Patria de los Espectros (2010) publicada por Gestos (Irvine. California). El régimen del pienso (2012), El grito en el cielo (2015), grupo de obras que aparecerán publicadas conjuntamente, a las que se añade su último trabajo, La extinta poética (2016).

Como puede observarse, la compañía viene ofreciendo un espectáculo nuevo cada dos años. A este grupo de obras habría que sumar su volumen de reflexiones teatrales Orientaciones en el desierto (2012), publicado en Artezblai.
(Julio Checa)

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