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Hoy es Viernes 29 de marzo de 2024
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ISSN 2174 - 4092

Año diez ¿hacemos algo o nos vamos? - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Hace ahora diez años andaba peleándome con la manera de dar formato a la página principal de una revista cultural, con las secciones que podría contener, la manera en que podría gestionarse un modelo que, desde una cierta modestia en su nacimiento y una gran ambición en sus finalidades, fuese capaz de dar visibilidad y apoyo a todo el ámbito de la cultura que, desde sus posiciones, luchaban por una sociedad diferente y en crecimiento. Por aquel entonces ya bregaba yo con la sección de Cultura de otro medio LaRepública.es (a la vez que con informaciones de política nacional, internacional, y opinión) y la revista (esta revista, La República Cultural.es) tardaría aún seis meses más en arrancar de cara al público, pero sería el fruto de una decidida autogestión, pensada para la apertura a quienes quisieran colaborar en los mismos términos en los que nacía.

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Año diez ¿hacemos algo o nos vamos?

Mostrar la Cultura de un modo diferente

La República Cultural, Año 10
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La República Cultural, Año 10

La revista cultural cumplirá 10 años de existencia

La República Cultural, Año 10
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La República Cultural, Año 10

La revista cultural cumplirá 10 años de existencia

Julio Castro – La República Cultural

Hace ahora diez años andaba peleándome con la manera de dar formato a la página principal de una revista cultural, con las secciones que podría contener, la manera en que podría gestionarse un modelo que, desde una cierta modestia en su nacimiento y una gran ambición en sus finalidades, fuese capaz de dar visibilidad y apoyo a todo el ámbito de la cultura que, desde sus posiciones, luchaban por una sociedad diferente y en crecimiento.

Por aquel entonces ya bregaba yo con la sección de Cultura de otro medio LaRepública.es (a la vez que con informaciones de política nacional, internacional, y opinión) y la revista (esta revista, La República Cultural.es) tardaría aún seis meses más en arrancar de cara al público, pero sería el fruto de una decidida autogestión, pensada para la apertura a quienes quisieran colaborar en los mismos términos en los que nacía.

Entrañable recuerdo colectivo

Diez años más tarde, tras un largo proceso intenso y de enormes trabajos colectivos e individuales, hago recuento de lo que fue nacer de los ideales y poner los fines de la propuesta por delante del nombre propio de la misma. Hago recuento del significado de un proceso tan cercano y querido como el de ir sumando colaboraciones, conocer a tanta gente valiosa (y otra no tanto, también) que, más allá del tremendo crecimiento que experimentó el medio, transmitían un compromiso cercano que se traducía en “remuneración cero” para cada un@ de nosotr@s, frente al conocimiento de nuestros contenidos desde un punto de referencia común.

Creo que el corazón puesto en las esperanzas de cambiar la sociedad a través de la literatura, la música, el teatro, la danza, la pintura, la escultura, el cine, la ilustración,… incluso la historia, ha supuesto el mejor de los pagos para una década de la mano de cada una de las personas que han participado. Creo que el trabajo extra fuera del trabajo que nos da de comer, las noches de correr al cierre para arreglar textos, fotos, pies de imágenes, titulares, fichas artísticas… o los días preparando agenda, convocatorias, buscando completar colaboraciones, gestionando acreditaciones, tratando de dar cobertura a eventos diversos… los viajes a festivales sin apenas dormir, acabando crónicas de cada jornada después de cada día de trabajo a muchos kilómetros de casa… han sido una experiencia que, lejos del cansancio, permiten abrir y cerrar cada día las posibilidades de nuestra revista. Y que sólo son comparables con la otra posibilidad: la humana, la de compartir contenidos inteligentes, no destructivos, con punto de vista propio, sin mirar a donde miran otros lugares que incluso nacieron viciados, ya sea porque repican lo que conviene, o porque se limitan a un negocio, o, peor aún, porque sesgan a sus colaborador@s.

Sé que he compartido proyecto con gente de enorme peso, y que son reconocid@s en muchos lugares, pero también con gente que, con mucho menor reconocimiento, han demostrado que años de trabajo profundo y enormemente interesante, les valía un gran lugar igualmente.

Trabajador@s de la Cultura ante el espectáculo

Tampoco en esto voy a hacer una lista: creo que no haré nunca más listas, porque sólo sirven para atraer atención sesgada, y no mejoran en conjunto.

La Cultura, el trabajo de la cultura, la profesión entendida como conjunto de colectivos culturales, debe soportar mucho más que la mera supervivencia diaria, o que la satisfacción personal de ver el nombre propio en un panel, en un artículo (bueno, malo o regular), que a veces se desea y se aguarda como “aunque sea una mala crítica”. El trabajo de la cultura debe exigir su dignidad (sigo reclamándolo por encima de todo), y debe hacer ver que, aunque a veces sólo se sobreviva en el espectáculo, no es porque sea esa su finalidad, sino porque lo que realmente crea tejido social a largo plazo, está ampliamente minusvalorado, gracias a las políticas anticulturales que se oponen a un importante fragmento crítico, propenso a reclamar el pensamiento individual y colectivo, pero pensamiento al fin, y la transformación social.

Quienes trabajan en la cultura deben saber de su responsabilidad, ante la sociedad, ante su profesión y, antes que nada, ante si mismas. Porque no es posible poner en pie un trabajo de calidad, cuando se espera “como mínimo no perder dinero”. Porque el auténtico público de la cultura, no va a ser comprensivo con la mediocridad, sino a recibir lo que sus creador@s han decidido mostrar. Y si no es así ¿cómo esperamos que el público haga su parte del trabajo? ¿qué pensamiento habrá en la otra parte? ¿qué expectativas tendrán en el futuro? ¿cómo evitar que el público desaparezca?

Nos hemos ido saltando varios pasos, pero eso sólo provocan que se acumulen más deberes en la mochila, y hoy día hay mucho trabajo por hacer. No, no soy Guy Debord, ni vengo a desarrollar de nuevo su denuncia de La sociedad del espectáculo, sería vano. La cuestión es si hemos olvidado, mejor aún, la cuestión es ¿cuánta gente conoce al autor? Apenas nadie.

Para empezar a crear y construir es preciso tener bases sólidas: esa que ni yo mismo podría confirmar en mí. Y sin embargo, el deseo es el de contemplar gente que crece, que lee, se prepara, se forma a sí misma o a través de otras personas, o quien trata desde su perspectiva de aportar con criterio dentro de sus posibilidades: y así se pone en camino a quienes apuestan por el crecimiento cultural. O, lo que es lo mismo, por el crecimiento social, que viene parejo.

Por ejemplo, los espacios se van, pero su impronta permanece

Perdón por centrarme en las Artes Escénicas un momento, pero es que me parecen un compendio que aglutina a todas las demás artes: literatura, música, artes plásticas, imagen,… además de teatro, danza o circo. Y ahí, donde tanta gente me encuentra cada poco, la cosa se sufre en directo, ya sea por las compañías, ya sea por los espacios.

Este año que se despide han cerrado varias salas y espacios escénicos en mi ciudad, lo cual supone un auténtico desastre para el tejido de intercambio cultural. Lugares como el Teatro Guindalera, que desde su propio barrio logró una gran amplificación hasta atraer público de todas partes, no logró en tantos años el apoyo suficiente de las instituciones como para mantener el lugar abierto en condiciones laborales mínimamente adecuadas, pero su trabajo con Juan Pastor y Teresa Valentín a la cabeza, impregnan todo el distrito, casi huérfano de teatro. Kubik Fabrik, luego La Zona Kubik, tuvo sus numerosos problemas casi desde la apertura con las instituciones desde hace años, y sin embargo logró movilizar entorno a las actividades culturales a un distrito completamente perdido y abandonado, como es el de Usera, donde los comercios fueron siendo ocupados por los ciudadanos chinos y orientales en general, y con los que logró, además del resto del entorno, hacer una masa ciudadana implicada. Con Fernando Sánchez-Cabezudo al frente, la sala encontró un escollo en la cifra del alquiler que se disparaba, pero Usera ya no será lo que era.

Un lugar fresco y joven como Biribó Teatro no ha podido ser, y unos meses después de apostar por un hermoso y comprometido proyecto, no tuvo otra opción que decir adiós, con Crismar López y Joaquín Navamuel al frente, la ilusión de un nuevo espacio se veía frustrada por la realidad de una difícil rentabilidad, dejando vacío otro espacio geográfico. Otro espacio que llamó la atención de medios y personas, como fue La Pensión de las Pulgas, decidía su cierre voluntario tras unos años de esa experiencia diferente para nuestra ciudad, trabajando con grupos reducidos de público, que vivían el teatro cercano entorno a su desarrollo. Así, la tremenda experiencia de José Martret y Alberto Puraenvidia, ponía punto y final a ese lugar con sus grandes logros, y seguramente con las críticas al modelo de gestión, pero, sobre todo, habiendo dado al teatro de nuestra ciudad una pátina diferente que permitió atraer a mucho público ajeno completamente al medio, para convertirlo en habitual.

Es un mal recuento para un año, y no quiero ni pensar cuántas compañías se fueron o no pudieron ser, y ni siquiera se sabrá.

En las cifras y en lo humano

Cerca de 8.000 artículos de contenido de fondo, entorno a otros 3.900 artículos más referidos a convocatorias, casi 35.000 eventos de difusión, y más de 21.000 imágenes y documentos, son un buen balance a seis meses de cumplirse los 10 años de nuestra revista. Es la parte más fría y ardua, pero el reconocimiento a quienes han estado detrás de todo esto puede valorarse como la posibilidad de transmitir un proyecto valiente sin control de la gestión económica, o de un poder publicitario que limite y tamice los objetivos.

Todo lo que se ha hecho, llegó al público porque pensamos que debía hacerse. Con nuestros errores, con nuestros aciertos, pero con el criterio que casi a cada momento debe ser revisado para no caer en una rutina, y de ahí al convencionalismo. Como puede comprobarse, es muy raro encontrar que un autor se limite exclusivamente a una parcela de conocimiento, y ese es el veneno de la cultura: el que te obliga a indagar, encontrar otras fuentes y otros fines, otras ramas de conocimiento que de ofrezcan más.

Marcar la diferencia abriendo caminos

Cada día, el impulso de cerrar y dejar que todo siga su curso habitual, es un fantasma que acompaña. Y casi cada día hay otros impulsos que justifican seguir ahí. Nunca se sabe dónde está el punto final: como en la vida misma. Pero tampoco pensé jamás que el alcance en cifras de la revista, o el enganche humano de la misma, pudiera arrastrar hasta aquí.

Y aunque para mí la década ya se ha cumplido a comienzos de diciembre, se aproxima el décimo aniversario de la publicación que, sin embargo, tampoco suponen la finalidad. Lo importante es saber que se quiso abrir camino (si se abrió mejor, y si no, se hizo el intento). Lo importante es marcar una diferencia con quienes venden falacias disfrazadas de láminas de oro. Lo importante es saber que la veracidad de nuestro proyecto tuvo inicio y no tiene fin, porque todos sus contenidos permanecen para ser consultados, incluso cuando hubiese un punto y final a las nuevas publicaciones. Lo importante es que, mientras podamos seguir, lo importante será la cultura que crea sociedad: sociedad crítica, pensante, diferente, no alienada por cifras, por listados, por modas o por sensaciones ajenas. Si en esto, en lo básico, no somos capaces de tener y provocar criterio, decidir e intervenir como sociedad, habrá que tirar la toalla y decir “¡adelante el espectáculo!”. Dicho esto ¿hacemos algo o nos vamos?

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