Julio Castro – La República Cultural
Entre papeles blancos, arrugados, textos arrojados al suelo y que cubren todo un espacio. Entre telas rasgadas, que como hábitos gastados y deshechos que caducan sobre los cuerpos. Entre textos y palabras de Juana Ramírez de Santillana, el movimiento surge de la palabra, de la necesidad del saber de una mujer, como tantas otras, acorralada en un mundo de hombres dominantes: por el poder eclesial, por el poder de la corona, por el poder de tantos que ahogaron por siglos a las mujeres: “y no que por defecto de esto y la suma flojedad en que han dado en dejar a las pobres mujeres, si algún padre quiere adoctrinar a sus hijas más de lo ordinario, tiene que recurrir a los hombres”, dice Juana en sus textos, y dicen los Juanas en esta puesta en escena de El Curro DT.
Me cuenta Marta Cuenca, de La Cantera Teatro, a la entrada del espectáculo, que esto fue lo primero en lo que participó ella a la apertura de la sala DT Espacio Escénico que ahora está en la calle Reina. Entonces eran tres mujeres en el proyecto, ahora alternarán funciones de ellos con funciones de ellas, para contrastar la potencia de unas y otros.
Todo ha ido evolucionado a lo largo de los años, y los proyectos que comenzó encabezando Alberto García a su llegada/regreso a nuestro país, acabaron arrastrando a una enorme cantidad de gente: es cuestión de hacer las cosas, sin más. Y ahora, la sala y la compañía se conducen con un pequeño equipo que sigue moviendo gran cantidad de artistas en su trabajo, que ya son 20 años. De todo esto hablamos antes de entrar.
Del aprendizaje y de lo prohibido
Pero este primer montaje, con Juana Inés de la Cruz como protagonista, ya entroncaba los enraizamientos dobles de Alberto, que trae a la escena a una mujer sabia, escritora de la nueva España, que en su afán por conocer y como tercera hija, no tiene más opciones que instruirse como miembro de la iglesia católica donde ingresa y promete vivir en castidad su vida. Y así arranca, entre los cientos o miles de papeles arrugados por los suelos, como los numerosos textos escritos por la autora.
Juana sería Gerónima, porque así fue el nombre de la orden en origen, por más que ahora se reconozca como Jerónima.
Como luego ha sido el devenir de los trabajos de la compañía, hay una importante fase de investigación que fundamenta el trabajo y su construcción. A partir de ahí, el desarrollo y la evolución del mismo comprenden fases simbólicas, pero también momentos más directos. En cualquier caso, contenidos críticos sustentan tanto la idea original, como los motivos y la forma de llevarlo a cabo. Quizá parezca extraño que el montaje haya derivado hacia un elenco estrictamente masculino, pero lo cierto es que así se evidencia en mayor medida la discriminación y el poder masculino, a través de textos que critican esto mismo, o que magnifican una situación desigual.
En ciertos textos que pueden consultarse, parece dominar la idea de que Juana se retiró a un convento para encontrar la tranquilidad, y que allí encontró la sabiduría. La compañía da completamente la vuelta a este argumento casual, subrayando cómo una mujer quiere desarrollarse y profundizar en el conocimiento, y es por ello que hace sus votos, al margen de la cuestión religiosa o no. Lo que queda claro es que no hay límite para sus escritos, porque abarca desde los textos dramáticos y los poéticos, hasta auténticas críticas a través de sus cartas, que son reivindicación de derechos, e incluso claros ataques a las restricciones clericales hacia la mujer y su conocimiento, pero también en cuanto a otros temas.
Dice en la respuesta a Sor Filotea de la Cruz, que pretende callar su conocimiento, “[…] que es más primoroso medio de castigar hacer que yo misma, con mi conocimiento, sea el juez que me sentencie y condene mi ingratitud […]”
Un trabajo que denuncia la discriminación sexual
“[…] que no sólo a las mujeres, que por tan ineptas están tenidas, sino a los hombres, que con sólo serlo piensan que son sabios, se habría de prohibir la interpretación de las Sagradas Letras […]”, dice Juana en un texto, como también dice en su poesía “[…] Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis […]”
El contexto sintético de una vida, por otro lado breve, se desarrolla en la pieza a través de espacios separados en escena: la hierática del personaje sentado ante un micrófono, la de los movimientos en tres sillas con dos, tres o cuatro personas del equipo, y un espacio intermedio, en penumbra, donde el movimiento de un personaje principal ejerce el movimiento que provocan las lecturas desde las sillas o desde la voz en off. Así, en ciertos pasajes, los textos de Juana sobre la manera de aprender y de pasajes de su vida, son leídos a trío y por fragmentos por Alberto García, Miguel González y Chechu Naranjo, mientras que en el centro, Carlos A. Alonso transforma sentimientos en movimiento, observado desde el extremo por José Ignacio Frión.
Entre la parte cómica y la parte crítica está la tragedia de una mujer que, aprovechando los apoyos de su entorno, alcanzó a denunciar cosas impensables en ese momento, como la posibilidad de educación de las mujeres, una educación que no tenía por que ser a manos de hombres si existían mujeres formadas, y que alcanzó hasta que llegó el momento de censurarla y acallarla hacia el final de su corta vida.
En el desarrollo propuesto por El Curro DT se juega, como siempre, tanto al teatro como a la danza contemporánea. Además del trabajo en escena, provocan efectos muy interesantes con el diseño espacial y con el de iluminación, con la separación en espacios antes citada, pero también con la dimensionalidad de los cuerpos en movimiento, que cobran más volumen.
Como vemos, ya en los orígenes de la compañía, se marcaba la línea de compromiso, de inconformismo y de denuncia social, basado en parámetros de estudio, de conocimiento y de necesidad social que señala carencias, incluso de siglos o de milenios.