Itziar Hernández – La República Cultural
El pasado febrero, antes de saber que ganaría el Goya 2017 al Mejor Actor Revelación por El hombre de las mil caras, Carlos Santos hablaba en Radio Murcia, su ciudad natal, de la ilusión que le suponía poder estrenar su segunda obra como director en el teatro en el que comenzó a ver teatro, en la ciudad en que dio sus primeros pasos teatrales (formó parte durante muchos años del TEU de Murcia y estudió aquí Arte Dramático); en definitiva, en su ciudad.
Y la ciudad se lo agradeció y rindió homenaje a su Goya consiguiendo colgar el “Localidades agotadas” en el Romea y levantando una ovación digna del cariño que tiene al director de esta obra para todos los públicos que es Un tonto en una caja, aunque también al escenógrafo (Paco García Vicente), a la productora (Pilar Guirao) y a uno de los tres protagonistas (Pedro Segura), también formado y residente en Murcia.
En una sociedad en la que los hombres se dividen en Notables, Grandes y Pequeños, todos estamos invitados a la fiesta de cumpleaños del Notable que gobierna. Los Pequeños, ciudadanos de a pie, casi esclavos en la base de la pirámide social, identificados con una pegatina azul; los Grandes, intelectuales, investigadores, profesores de universidad, con una verde; y los Notables, que no se sabe muy bien lo que hacen ni para qué sirven (aparte de para dar grandes fiestas con gran dispendio, como suele suceder), con una roja. Cuando las luces se apagan, alguien que perdió la lengua por hablar por teléfono en el teatro, nos da la bienvenida deslenguado y nos pide que apaguemos el móvil. Gracias. Si no, quizá también nos la corten.
En una sala privada, el Notable, que ha recibido por correo una caja enviada por el Diablo, ha decidido reunirse con un Pequeño y un Grande para descubrir si las propiedades mágicas que señala la nota que acompaña al regalo son reales. El Pequeño, más apegado a las tradiciones, más religioso, más “tonto”, en definitiva, opina que la caja ha de ser mágica. El Grande, doctor, poseedor de la prestigiosa “Pluma de Oro”, llave maestra de las puertas del saber ante la que no hay universidad cerrada, por supuesto, opina que la magia no existe. No puede existir. Sería el final de este mundo. El Notable, sin embargo, ansioso por obtener lo que la caja promete, sopesa el “gramo de duda” en que todos, quizá, confiemos ante la idea del más allá.
Con mucho humor e ironía, la obra presenta una visión simplificada de una sociedad que bien podría ser la nuestra. Con sus dudas, sus problemas, sus injusticias e, incluso, sus rebeliones. Un mundo en el que “el tonto” no siempre es quien lo parece. En el que puede haber retrógrados, conservadores, amigos del saber verdadero y revolucionarios. En el que la justicia poética, si no otra, existe. En el que el gramo de duda a veces pesa toneladas.
Ágil y sofisticado en su sencillez, el planteamiento del texto de Martín Giner al que Carlos Santos ha dado vida es un trabajo teatral muy entretenido y educativo para niños, que engancha y divierte también a los adultos. Después de todo, Grandes, Pequeños, ¿no somos todos iguales?