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Personas que buscan, historias que encuentran La armonía del silencio - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Hay much@s novelistas (y ensayistas), capaces de captar la necesaria atención de sus lectores, tanto como para transmitir una historia real y fundada, un contenido próximo a la gente, un relato a pie de calle que recorra toda la esfera de situaciones. Pero Lola Blasco lo hace en sus dramaturgias, que es capaz de llevar al teatro y llamar la atención del público en general.

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Personas que buscan, historias que encuentran La armonía del silencio

Dos mundos enfrentan la memoria y revelan necesidades

La armonía del silencio
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La armonía del silencio

Esteban (Antonio Lafuente), Margarete (Mélida Molina) y Dolores (Ana Mayo), tratan de recuperar un piano. Foto: Diego Conesa.

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La armonía del silencio

Jano (Antonio Lafuente) y Dolores (Ana Mayo) amenazados por los fascistas italianos (David Tenreiro y Mélida Molina). Foto: Diego Conesa.

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Julio Castro – La República Cultural

Tuve ocasión hace pocos meses de ver en un ayuntamiento alicantino una exposición que se titula Arquitecturas para la defensa de la costa mediterránea (1936-1939), en ella se muestran los restos de lo que fue el plan de defensa de todo el Mediterráneo frente a la aviación fascista en el Levante. Precisamente, la Universidad de Alicante realizaba el proyecto en el que se aunaba recuperación de historia, conservación e incorporación de viejas estructuras de hormigón a la vida cotidiana. Esto, como lo que Lola Blasco lleva haciendo años en su teatro, es uno de los caminos necesarios para poder encontrar ese recorrido de la memoria borrada a sangre, y reconstruir nuestro pasado y encontrar un presente. El silencio impuesto tiene esa armonía desafinada de la que nos habla en esta obra.

Una narrativa cercana para la Historia

No diré la Historia, ni siquiera las fechas o los sucesos detallados de lo que ocurrió en España entre la década de 1920 y la actualidad, porque poca gente hay que pueda citar una cronología mínima detallada. Pero sí aquell@s que, por proximidad en la familia, por interés, por necesidad de saber, han indagado en nuestro último siglo de historia, saben perfectamente lo difícil que es trasladar la realidad de unas trayectorias difíciles y sufridas, al entorno habitual en el que nos movemos.

Lola Blasco ha elegido sus propios y muy personales formatos para hacerlo. Y para lograrlo. Así lo ha venido desarrollando desde 2009 a través de sus dramaturgias, hasta la fecha y, si la calidad de sus textos así como la evolución de los mismos, justifican los reconocimientos recibidos (el último, el Premio Nacional de Dramaturgia, bien reciente, conste que los premios cada vez me repelen más), creo que el interés que genera la manera de engarzar pequeñas historias en el contexto general de recorridos grandes, no sólo es un motivo para provocar el interés y el acercamiento del público (el lector y el espectador), sino que es comparable a la capacidad de incrustar el trasfondo de las intenciones dentro de giros en los diálogos que, en lugar de resultar explicativos, hacen que las ideas más profundas se fijen a través de ejemplos a veces inadvertidos.

He querido recalcarlo, porque cada vez me parece más decepcionante encontrar a supuestos lectores y “opinadores” del entorno, que siguen repitiendo las falacias comerciales de tantos años, aquello de las dos Españas, de los dos bandos, de todos hicieron, de todos tienen que callar… Lo cierto es que nada justifica esas dos vertientes que nunca existieron, sino la realidad de un pueblo diverso, deseoso de libertades, igualdades y democracia, que tuvo su resplandor en el cielo, pero fue coartado por la violencia de las armas y el terror.

Personas que buscan, historias que encuentran

Hay much@s novelistas (y ensayistas), capaces de captar la necesaria atención de sus lectores, tanto como para transmitir una historia real y fundada, un contenido próximo a la gente, un relato a pie de calle que recorra toda la esfera de situaciones. Pero Lola Blasco lo hace en sus dramaturgias, que es capaz de llevar al teatro y llamar la atención del público en general.

¿Puede ser obscena la enfermedad, la vejez? No hay nada de vergonzoso en este asunto. Es una cuestión… fisiológica. ¿Cómo hemos llegado a este punto? Supongo que alguien ha cometido un error”. Así explica una anciana a su nieta, mientras aquella la lava en una tina porque “un día te lo haces en las bragas y tu nieta tiene que frotarte con la esponja”. Es el año 1991, y la anciana decide contarle un cuento diferente a su nieta, para que los lobos del bosque no puedan herirla.

El trayecto que propone Lola Blasco (que en su estreno en Madrid apenas se pudo ver un par de días en 2017 en el Teatro Español), fluye ligero entre fechas, adelante y atrás, entre 1924 y 2016. La autora toma un período tan amplio como el que va entre los comienzos de la dictadura de Primo de Rivera, y la actualidad. Dentro del mismo, la historia corre pareja, aunque no parece la protagonista de la narración. Sin embargo podemos ver ahí señalados acontecimientos trascendentes a sus personajes, que centrarán entorno a una geografía concreta la manera de vivirse la guerra y la represión, la desmemoria y el continuismo de los represores, la necesidad de saber y el empeño que tantos tienen en borrar el pasado de nuestras mentes. El dibujo de la narrativa cercana de Lola Blasco plasma una historia que se encuentra con sus personajes, más que unos personajes casuales, mientras que la protagonista busca su historia común en la que enganchará a su entorno a fin de encontrarse como personas: de esa manera cierra un círculo vital necesario.

El teatro junto a la Historia

Dos hermanos serán los personajes en tiempo presente, que centrarán el hilo de la historia narrada, mientras que el resto marcan la herencia del pasado, los sucesos, el diseño de caracteres y los motivos del recorrido. El entorno de Alicante dibuja una sociedad tan marcada por idearios burgueses y proletarios como en el resto del país, pero las palabras y los recorridos de Dolores, la joven protagonista, conducen a su hermano a una geografía alicantina llena de señas históricas: “Estos que ves ahora, deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España”, cita en palabras de Max Aub a su hermano Esteban, cuando le lleva a conocer el Campo de los Almendros, el que fuera un terrible campo de reclusión en la nada, tras la guerra civil. “Fue una guerra. Todos hicieron daño”, trata de defender el hermano la historia aprendida de sus mayores: “Eso no es guerra, es holocausto”, Dolores se encargará de explicar, o de hacer que, poco a poco, vaya comprendiendo. Los Almendros, el castillo de Alicante, el bombardeo por los fascistas del mercado en el ’38, el puerto, el último barco, los barcos que nunca llegaron…

Es Ana Mayo uno de los mejores aciertos para el papel protagonista de Dolores en el trabajo en que la autora y directora introduce a su público. En general, las obras que ella misma ha dirigido, cuentan con un elenco muy acertado. Aquí, el peso de la actriz principal es crucial, porque debe ofrecer ese punto de apoyo y núcleo central al resto del equipo: Antonio Lafuente, Mélida Molina, Luis Bermejo y David Tenreiro. Hay una entrega al público, en el que Ana Mayo se introduce en el pasillo de butacas sin salirse de su propia historia: enfrenta al patio como una auténtica maestra cuando debe hacer ese papel, y no rompe la línea narrativa ni, por lo tanto, la interpretación. Así, rompe la cuarta pared, pero sabe guardar su espacio para retornar.

Una vez más, no puede evitar incluir la comedia dentro de la tragedia y, como un respiro al discurso central, nos conduce a una consulta médica en la que, la parte trágica se rodea de un aparente sketch cómico. Redunda en esta obra en la cuestión de la hermana gemela y de la simetría especular entre ambas, como ya hiciera en Canícula, ahora con una hermana inexistente y desconocida, que justifica el que Margarete (Mélida Molina), lleve el corazón a la derecha, como una enfermedad, ella es la mujer que debe desvelar a los jóvenes la historia de su abuela.

Dos armonías: la música frente al silencio

La música parece marcar la trayectoria, y sin embargo apenas está presente en la obra, porque el silencio se ha impuesto en la memoria. Es el contraste entre lo que se escucha y lo que se quiere escuchar, es el silencio de unos, frente a la multitud de otros. Así dice Alejandro, el padre de la Enriqueta “Yo me refiero a la música. Y a su silencio. Esta pieza comienza como una respiración. Como la vida. Escucha el silencio. Su armonía…”. Él es cercano a Primo de Rivera, habla del silencio. Jano, el aprendiz del grupo, declara no oír nada. Enriqueta sí, Enriqueta escucha a la gente clamando en la calle, pidiendo la República.

También participa en la idea el juego de la escenografía, más complejo que en obras anteriores, implicando el efecto visual con el contraste entre la realidad y la memoria oculta, entre el presente y un pasado poco conocido, el delante y el detrás velado… siempre entre esas dos armonías. Pero no deja de hacer un teatro tangible y con los pies en la tierra, un formato en el que los elementos se asaltan para que sean lo que necesitemos imaginar.

Desde la historia colectiva a lo personal, y desde el sentimiento de la historia cercana a la colectiva, Lola Blasco conduce de forma trenzada hasta la actualidad, o hasta la guerra civil. La satisfacción de la verdad reside en sus personajes, pero porque existe esa necesidad en la protagonista, y porque sabe cómo contagiarla a su entorno cercano. La autora, en su texto, pide disculpas si pudiera ofender, pero declara que no pedirá perdón por haberlas escrito, y yo creo que la Historia nunca debe pedir perdón.

Observo un gran salto entre la Lola Blasco de anteriores textos y montajes y la actual, con una evolución en la que reconozco a la autora en las líneas, las intenciones y en los contenidos, pero que madura enormemente en la manera de enlazar y atrapar diferentes cuestiones en los mismos conceptos.

Más información

La Armonía del Silencio es una obra que, partiendo de nuestro presente y de un hecho aparentemente anecdótico (la recuperación por parte de dos hermanos del piano que perteneció a su abuela), se retrotrae hasta los años treinta, a una sala de cine donde un grupo de músicos interpreta las bandas sonoras de un arte ya en decadencia: el cine mudo. A través de la historia de una familia y de un objeto, el piano, la obra evidencia cómo al poco de terminar la era silente del cine, el silencio se instala en todos los hogares de nuestro país. La armonía del silencio habla de aquello que no se oye, de lo que no se dice y, sin embargo, nos modifica. Todos tenemos un sonido, aunque no lo oigamos, un sonido que resuena a coro con el universo.

La armonía del silencio es una historia sobre la preguerra y la posguerra española; es una historia sobre el abuso de poder, a pequeña y gran escala; es una historia sobre el mal y sobre el odio. Tiene como telón de fondo la Guerra Civil española, hunde sus raíces en el espectáculo de la barbarie humana, pero encuentra en el compartir, en la ficción y en la búsqueda de la belleza… el consuelo.

Fecha: el Jueves 23 de febrero de 2017

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro Español - Pl. Santa Ana -Sevilla/Sol- (Madrid)

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Fecha: el Jueves 23 de febrero de 2017

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro Español - Pl. Santa Ana -Sevilla/Sol- (Madrid)

Para más información:

Fecha: el Miércoles 22 de febrero de 2017

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro Español - Pl. Santa Ana -Sevilla/Sol- (Madrid)

Para más información:

DATOS RELACIONADOS

Texto y dirección: Lola Blasco
Intérpretes: Luis Bermejo, Antonio Lafuente, Ana Mayo, Mélida Molina, David Tenreiro
Iluminación y escenografía: Luis Perdiguero (A.A.I.)
Videoescena: Álvaro Luna
Vestuario: Joan Miquel Reig / Fondos CulturArts Teatro y Danza
Composición musical: Vidal
Ayudante de Dirección: Irene Coloma
Ayte iluminación/escenografía: Vanesa Hernández
Ayudante de videoescena: Elvira Rúiz Zurita
Producción: Teatre del Poble Valenciá, L´institut Valenciá de Cultura

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