Julio Castro – La República Cultural
Un espacio lleno de seres en acción, un video que propone colas de gentes que paran o siguen, la espera es un concepto diverso para cada quien, y se puede mostrar, precisamente, en los cuadros de un retablo. Sin embargo la idea sugiere algo diferente, un tiempo moderno en el que la impaciencia juega un rol distinto al de otros momentos de la historia, así que la compañía elige un aeropuerto para enfrentar las situaciones, su evolución y los miedos que puede generar.
Una locución avisa a l@s pasajer@s del retraso en todos los vuelos, de “al menos cuatro horas”, que es un tiempo suficiente como para decir un retraso indefinido, así que, en ese espacio cerrado tendrán que decidir cómo pasa un tiempo indeterminado sin más soluciones que lo que tengan a su disposición.
Un retablo de formatos integrables
El autor y director de la propuesta, Guillermo Wormutt, ha querido diseñarlo por medio de cuadros, que podrían definirse a partir de sus personajes y la situación: Teresa sin señal, 25 secuencias de espera, Nur y las listas,… sin embargo, lo que comienza en una especie de monólogos explicativos, se verán cada vez más rodeados y envueltos por el conjunto de esperadores y esperadoras, que harán inevitable la acción del conjunto: la interacción. Lo que parecían cuadros aislados de un retablo, se convierten en el tema que les preocupa, pero, ahora, conjuntamente: ya son un grupo social.
Un trabajo con un interesante diseño en el que se incorpora el formato texto, la danza que expresa externamente el sentimiento no visible de otros, el video y la música, que interaccionan o envuelven para proporcionar sus propias situaciones. Hay espacios de ruptura y también de encuentro e integración entre disciplinas, pese a que hay ruptura entre personajes y situaciones.
Creo interesante fijarnos en una parte de la propuesta: la danza. Desde hace tiempo, los trabajos de Mónica Runde (también los más recientes de Inés Narváez), parecen mirar hacia atrás, o como máximo hasta el momento presente. Aquí la encontramos regentando una espera, en la que el autor y director la llevan un pasito hacia delante, que ella trata de retener en el tiempo. Es un cambio de posicionamiento que le llega desde fuera y muestra otra perspectiva. También me parece importante señalar la mirada diferente desde el texto hacia el movimiento en el caso de Nur Levi.
Quizá es ese encuentro del trío el que resulta en una escena núcleo de la propuesta, en el que Mónica, Inés y Nur hacen que el movimiento que irrumpe en el camino del texto logre fluir de una manera tremendamente sencilla, pasando de uno a otro sin ruptura. A partir de ahí el trabajo tiene un punto claro de inflexión en la construcción.
Profundizar en otros aspectos desde la espera
La idea de la espera y del sentimiento personal, rige en el argumento de la obra, si bien se ha querido romper con la entrada en juego de un personaje, La Espera, que vestida de blanco con larga cola, aparta y divide a su paso. Seguramente no es la idea inicial esa evidencia de La Espera como personaje central, sin embargo, en ciertos momentos, todo gira alrededor, o ella misma trata de interferir, hasta tal punto que el personaje de Nur Levi le ataja en un momento dado, recordándole que ella no pinta nada opinando sobre su situación. Es la ruptura dentro de la ruptura: la responsable de la situación no puede tomar papel en las consecuencias.
Las propuestas encierran ideas tremendamente interesantes: el teléfono móvil sin señal “es como un abismo”, propone Teresa Rivera, “una experiencia única”. O las listas que hace Nur, mediante las cuales hace trampas en las esperas del tiempo… La concreción del tiempo exacto de Teresa y Franklin Dávalos, las horas, los minutos, los segundos, los microsegundos, ese que pasa y “que no se escucha como la música”. Un limpiador, el personaje de David Blanka, medita sobre las distintas esperas, y cita el concepto del horizonte de sucesos y el punto de no retorno, porque cuando el avión empiece a volar, tampoco habrá vuelta atrás “es un momento para pensar en el vacío bajo los pies”.
Esperas en la historia y en los futuros
Los tiempos cambian, aunque las esperas no son nuevas: pensemos en Penélope, por retroceder lo suficiente, que inventa su propia manera de esperar en una necesidad propia. O por mirarlo con un humo negro, en la cursi Adelina, anclada a un banco de una estación, como la cantaba la Piquer. La sensación del tiempo perdido en una espera, no se paga ni nadie lo devuelve, y cada cual lo afronta como puede. El tema en cuestión permite explorar mucho más allá de lo que una propuesta escénica de planteamiento inicial hace, así que lo importante es la manera en que han roto desde esa idea. Cabe plantearse una traslación a la sociedad que espera cambios sin respuesta, y ahí sería interesante ver cómo evolucionan los habitantes de esta terminal de aeropuerto.
Los personajes, con los mismos nombres que sus intérpretes, extraen desde su concepto de la espera, situaciones e imágenes que van mucho más allá de la que crea un retraso. Cada cual evoluciona hacia ideas diferentes. Pero lo que comienza siendo una secuencia de escenas aparentemente estancas, logra la integración entre acciones que se interrumpen, se suceden y terminan… en parte. Hasta deshacerse en otra espera.