Julio Castro – La República Cultural
El proceso vital tiene pautas comunes para cada individuo, nacimiento, desarrollo, relaciones, muerte… podríamos establecer numerosos patrones de encuentro entre seres humanos, pero, analizados uno a uno y momento a momento, cada ser tiene vidas tan únicas y diferentes, que podríamos pensar que cada cual forma parte de una especie y que es increíble imaginar similitudes en ningún momento vital.
Iñigo Guardamino juega con esta dicotomía del pensamiento y, en una aparente comedia fragmentada, establece las similitudes y diferencias para las mismas cuestiones, dejando al público en la duda de qué es lo similar, o qué es lo diferente respecto a quienes le rodean.
Mirarnos en el surrealismo
Tras haber conocido varios de sus trabajos artísticos, creo que puedo afirmar que me parece un genio en su género. Un género dentro de la escena que abarca el surrealismo confrontado a la realidad más evidente, y que desde el concepto de la comedia, que ni es satírica ni bufonesca, pero con personajes que se cruzan con ambas, toca cuestiones sociales duras, las destripa, les da la vuelta en un golpe de mano y deja al público la opinión final.
Ya lo hizo en trabajos anteriores, y me consta que, igual que algunos fueron más complejos de abordar, otros hicieron creer en una aparente evidencia. Probablemente con su nueva propuesta ha alcanzado el equilibrio adecuado entre ambos lugares a la hora de alcanzar a quienes asisten a las funciones.
Obras como Este es un país libre y si no te gusta vete a Corea del Norte, no abusan en ningún momento de la irrealidad, por más que el bebé nazca con cabeza de dingo, o que dos niñas torturen a una hostia para que dios les conceda sus deseos. No está tratando nada extraño, sino que distorsiona posibilidades de un mundo con una oferta infinita de extraños seres que lo poblamos y creemos dominarlo. En este Occidente (Norte) raro, en el que el etnocentrismo abusa de su fortuna (fortuna en todos los sentidos), para creer que todo el mundo es así, denunciamos un totalitarismo brutal como el de Corea del Norte, pero no somos conscientes de aquello que aquí damos por sentado y, cuando vamos a ver, resulta que ni siquiera Corea del Norte tiene nada que ver con Corea del Norte.
Absurdo de la realidad, realidad del absurdo
Tras lo absurdo y lo cómico, como digo, está abordando aberraciones que creemos normales, aquellas con las que las noticias nos despiertan cada mañana desde la radio, la tele o la prensa: un padre mata a su hijo, una niña es acusada de cometer barbaridades al llegar a la adolescencia, una pareja es infeliz porque su boda no se ajusta exactamente a los patrones que había imaginado, un viudo enamorado no es capaz de sentirse mal, salvo cuando las cámaras le obligan a confesarse a sí mismo…
Y entretanto, en esta comedia viva, el autor va introduciendo ideas que suman a lo increíble: “la revolución, cuando venga, será invisible”, dice una fotógrafa, tras explicarnos que para ella las personas que retrata son “productos de consumo”, como cuando empezaba en su profesión fotografiando objetos de publicidad. Igual que el artista plástico que transforma a través de su obra los elementos habituales para mostrar una percepción diferente, Guardamino retuerce un discurso real para mostrar cómo nos miramos entre nosotr@s.
Igualmente, la niña tras la comunión ha aprendido su propia versión de la religión, de modo que si tortura a la oblea para lograr cosas posibles o imposibles, decide que “no pasa nada, porque es dios”, y te perdonará y cuando te arrepientas serás su preferido, y es preciso preguntarse, para la religión católica ¿es así o no? ¿Que es absurdo? Esa es la cuestión.
Entre tanto, en otro lugar del mundo, el discurso de Kim Jong-un llega a su pueblo: el trigo no ha alcanzado la calidad deseada por él, “así que hoy no habrá comida, y mañana tampoco, debido a la ingerencia de nuestros enemigos”. Todo vale, pero, ¿dónde no?
“Lo que teníamos era más grande que el Taj Majal, e incluso más, perdona mi atrevimiento, que el Valle de los Caídos”, dice el viudo que acaba de perder al amor de su vida, “el monumento a tu memoria es mi vida, lo que me queda de vida, aunque ya no vivo. Yo soy tu mausoleo, pétrea conmemoración”. Es un discurso de contraste entre la vida y la ausencia de vida, es una forma diferente de abordar el punto final de una existencia, sin tener que narrar el propio final.
Un excelente equipo de lo urgente y sus efectos
Los personajes de Guardamino son inquietos, tremendamente enloquecidos aunque se lo tomen con calma, y así es su puesta en escena, donde Natalia Díaz, Sara Moraleda y Rodrigo Saenz de Heredia deben correr de un sitio a otro, especialmente fuera de escena, por los continuos cambios de personaje que tienen que realizar, ya que cada uno se transforma en cuatro, en cerca de una veintena de escenas breves. Parecen un equipo de urgencias, que dejan su preocupación en la trastienda de las decenas de chaquetas colgadas en tendederos, para jugar a los planos de realidad/irrealidad. Tanto con Natalia Díaz como con Rodrigo Sáenz de Heredia ya había trabajado el director Castigo ejemplar ¡yeah! (creo que aquí les saca mucho mejor partido, especialmente), pero ha incorporado a Sara Moraleda al equipo, con un estupendo resultado, y lo cierto es que en general sus equipos artísticos ofrecen un gran producto, como en este caso, o como ocurrió con Esther Acebo, Ana del Arco y Juana Cordero en Sólo con tu amor no es suficiente.
Con la aceleración del equipo actoral durante el desarrollo de la obra, la dirección del propio autor hace que se dote a la obra de matices acordes a su idea del texto, y el equipo pone todo en la creación artística. Porque creo que hay dos realidades entre el autor y el director, una que responde a la parte textual, que cumple con el interés de la dramaturgia creada, y otra que convierte a la puesta en escena en una realidad diferente, donde todo es posible a partir de las ideas generadas inicialmente.
Y aquí es importante señalar que la gran fragmentación de las escenas, no sólo hace más dinámica la obra, ni supone un capricho, sino que tiende a subrayar la idea de que no estamos ante una historia lineal, donde los mismos personajes deban nacer, vivir, morir en un espacio costumbrista, sino que, al contrario, se trata de marcar las diferencias individuales y colectivas, como lugar de distinción que necesitan de un pensamiento diverso. Por eso el nacimiento abre su texto pero no es la muerte lo que cerrará el proceso, ya que no hay secuencia lógica, sino la necesidad de proponer, de abrir ideas, de dinamizar a una sociedad excesivamente formal y pasiva. Estamos tan muertos que hasta el humor cuesta cuando no hay risas enlatadas. Hay que ver estas propuestas porque estamos oxidados del alma.