Julio Castro – La República Cultural
Apenas unos toques de elementos concretos definen la escena de este vergel de la compañía La Clá, donde tres mujeres nos trasladan a una época que parece remota a nuestros días, pero que sólo se remonta a unas pocas décadas y que podría ser ayer. Así que, un carrito para las bebidas, una mesa y dos sillas de jardín además de una pequeña pasarela al borde del mar, serán los únicos motivos de atrezo (además de los propicios toques de sonido e iluminación), desde donde construirán su acción y el diseño de ese mundo.
En esta ocasión, la parte crítica y el humor de la compañía se juntan de nuevo para mostrar un trabajo bien hecho, plástico y fluido, además de sugerentes secuencias, donde las tres mujeres van encontrándose, entrecruzando sus vidas y dejando en el aire su idea acerca de una sociedad en la que se limitaba a las mujeres… y se sigue limitando.
Si bien avanzan que se quiere centrar a caballo entre las décadas de los ‘50 y ’60, finalmente la creación acaba logrando su propia atemporalidad, ya que fuera de la propuesta que incita a localizarlas en su club de moda, o en su villa social, que podría ubicarlas en épocas pasadas, hay mucho de influencia en momentos posteriores, como también notables ideas que se arrastran de principios del pasado siglo XX.
“Es una operación a corazón abierto sin sutura”, repiten en diversos momentos. Un lenguaje unas veces recargado de floreados adjetivos, otras veces poético pero más concreto, sirve para acompañar brevemente el movimiento.
Las protagonistas van apareciendo de forma progresiva, para ir planteando su situación, observándose y mostrándose, sintonizándose, con solos, pasos a dos, a tres, coordinaciones de contacto que evidencian un trabajo muy bien ajustado y acorde a las líneas de trazos levemente argumentales que plantean. Porque van más al desarrollo directo del conflicto, pero desde la mirada de la armonía.
De fondo, músicas que trasladan desde las primeras décadas del pasado siglo hasta los momentos de oro del jazz club, pero que llegan más recreados en espacios, de nuevo, atemporales, y que se mueven entre escenas más rápidas frente a otras mucho más lentas o estáticas.
Tras la disputa entre las mermeladas frente a la miel (aunque sea de flores), acabarán por buscar la ocasión para la receta de un buen pastel.
Había tenido ocasión de ver trabajos de Helena Berrozpe y Pilar Duque muy diferentes anteriormente (Eolo y los anemómetros, un trabajo para público familiar, y Tokyo dream, un trabajo de danza de Mey-Ling Bisogno), pero en esta ocasión es su propia creación para público adulto, y han logrado junto con Judit Rodrigo llevar a cabo un proceso limpio, plástico, atractivo, además de divertido y serio a la vez que seguramente mostrarán en más ocasiones.