Menú
laRepúblicaCultural.es - Revista Digital
Inicio
LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital
Síguenos
Hoy es Jueves 28 de marzo de 2024
Números:
ISSN 2174 - 4092

Pérez-Reverte y nosotras - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Vale, no iba a contarlo, pero me he picado y, como sé que ellas no se van a atrever, pues hala, allá voy. Me refiero a lo de aquella tarde en el Vergüenza Ajena con Pérez-Reverte. Había quedado con Ana Pérez Cañamares para tomarnos unas cañas y unas croquetas, también se había venido mi hija. Somos las tres muy graciosas y muy listas y muy feministas. Así que allí estábamos riéndonos de todos los tíos del local y poniéndoles verdes, aunque en el fondo lo que queríamos era tirárnoslos a todos, pero como no nos hacían ni caso, pues nosotras, hala, seguíamos haciéndonos las feministas.

república, cultural, revista, digital, opinión, pérez-reverte, machismo, feminismo, artículo, inma luna, La República Cultural

Pérez-Reverte y nosotras

Everybody should be Feminist
Ampliar imagen

Everybody should be Feminist

Mi hija, la de la camiseta feminista. Foto: Violeta Luna (vaiography).

Everybody should be Feminist
Ampliar imagen
Everybody should be Feminist

Mi hija, la de la camiseta feminista. Foto: Violeta Luna (vaiography).

Inma Luna – La República Cultural

Vale, no iba a contarlo, pero me he picado y, como sé que ellas no se van a atrever, pues hala, allá voy. Me refiero a lo de aquella tarde en el Vergüenza Ajena con Pérez-Reverte. Había quedado con Ana Pérez Cañamares para tomarnos unas cañas y unas croquetas, también se había venido mi hija. Somos las tres muy graciosas y muy listas y muy feministas. Así que allí estábamos riéndonos de todos los tíos del local y poniéndoles verdes, aunque en el fondo lo que queríamos era tirárnoslos a todos, pero como no nos hacían ni caso, pues nosotras, hala, seguíamos haciéndonos las feministas.

En esto que vemos a Pérez-Reverte en una mesa. Vamos, es Ana quien le ve y me arrea un codazo. “Hala tía, Pérez-Reverte, ¿le decimos algo?”. Y mi hija, que no tiene ni puñetera idea de quién es ese tío, y que en ese momento nos estaba enseñando una canción de La Mala Rodríguez en su móvil, se mosquea y se va a la barra a por otra cerveza. Pérez-Reverte es el misógino ese de la RAE que escribe basura y se la pagan. Bueno, es más cosas, pero cuando una escribe tiene que buscar sobre todo la brevedad y la eficacia. Ahora todas (y todos) saben a quién me refiero.

Yo es que tendría muchas cosas que decirle pero en esos momentos me acabo de meter una croqueta a la boca y me da no sé qué, así que animamos a mi hija a que se acerque a su mesa y le insulte. “Pero, mama (mi hija me llama mamá, con tilde, pero esto me lo invento para dar más verosimilitud a mi relato), pero mama, si yo no sé quién es, qué le voy a decir”. Ana Pérez Cañamares le sopla al oído un par de frasecitas. La estamos criando en la aversión al género masculino. Lleva una camiseta con el título del discurso de Chimamanda Ngnozi, Everybody should be feminist, y cuando algún tío le dice un piropo por la calle o le dice “mami, mira lo que tengo pa ti”, la niña se pone hecha una fiera. Pero, a lo que vamos, que me estoy desviando, el soplagaitas de Pérez-Reverte, que se está tomando un gin-tonic en copazo mientras repasa alguna novelita que plagiar, levanta un momento la mirada del libro y nos pilla riéndonos mientras le señalamos con el dedo, muy discretas nosotras.

Entonces me levanto y le digo que es un gilipollas y que mi amiga Ana escribe mucho mejor que él. El excorresponsal de guerra sonríe con esa sonrisa socarrona de los hombres que huelen a hombre. Se fija en la camiseta de mi hija y vuelve a sonreír con otra sonrisa de esas de “ahora lo entiendo todo”.

Ana Pérez Cañamares le recita el poema Capitalismo subida encima de su mesa, casi casi le tira el gin-tonic encima. Mi hija lo está retransmitiendo todo en directo por Instagram. Pérez-Reverte está cada vez más nervioso. “¡Este tío no tiene ni media hostia!”, le grito yo a Ana para que no se amilane con el poema y se lo recite enterito. Mi hija me anima a que le lea yo también algo. “¡Venga, mama (otra vez sin tilde)!”, insiste la niña. Le digo que no, que me da cosilla, que este hombre no me va a entender porque yo escribo con frases cortas, sin subordinadas y sin descripciones. Además, hablo de cosas que no le interesan, cosas de mujeres y eso. Mi hija está desatada, dice que da igual, que no puedo desaprovechar la oportunidad y que el público de Instagram está subiendo como la espuma.

Así que empiezo a leer yo también sentada sobre las rodillas de Pérez-Reverte. El hombre intenta bloquearme pero como no estamos en twitter sino en un bar, no hay manera, así que no le queda otra que escucharme, sobre todo porque (esto se me había olvidado comentarlo) hace rato que lo hemos atado a la silla con cinta americana y, de paso, le hemos precintando la boquita. El académico no se ha visto en otra, ni siquiera cuando, como dicen por ahí, dictaba sus crónicas de guerra desde la habitación del hotel de la que no salía ni para comprar calzoncillos mientras escuchaba las crónicas de los verdaderos corresponsales en el transistor para luego copiarlas (eso dicen, pero seguro que no es verdad, yo lo pongo aquí porque queda bien para el artículo).

Pues eso, que nos reímos un montón mi amiga, mi hija y yo con el Alatriste de pacotilla; le dijimos que no habíamos podido tragarnos ni uno solo de sus libros y que nos limpiábamos el chichi con los artículos semanales que escribía. Las feministas es que somos así de burras y de rencorosas. Mi hija insistía en que le metiésemos dos aceitunas en los agujeros de la nariz, pero preferimos comérnoslas porque estaban aliñadas con pimentón y orégano y no era cuestión de desperdiciarlas. A mí con las aceitunas me pasa como con los hombres, que me los como crudos y escupo el hueso.

Alojados en NODO50.org
Licencia de Creative Commons