Julio Castro – La República Cultural
Un espacio oscuro, un manipulador, guía y desarrollador del recorrido por el que vamos a transitar. Elementos que son cajas, contenedores de pasado y de historia, que se muestran por fuera y que luego abren su contenido a la imaginación del público.
Ya el año pasado, Adolfo Simón intervenía el espacio a través de mundos mínimos con el recorrido de Books, donde el personaje de una pequeña muñeca en forma de niña establecía el recorrido que exploraba y vivía junto al público. Lo que entonces eran libros-continentes, hoy son cajas-contenido, y cuando aquellos albergaban las vivencias de sus moradores, estas alojan los objetos de la memoria junto a pequeños libros o fragmentos de libros.
El autor decidió recabar objetos de la gente de Mira (un pequeño municipio conquense), pidiéndolos para elaborar un trabajo de la memoria. Objetos sin valor, objetos ya inservibles para sus propietari@s.
A través de los espacios performáticos que suponen las instalaciones de Adolfo, la guía de sus luces y sus manos crean recorridos para que el ojo del público encuentre sus propias sugerencias, sin que nadie intervenga en las múltiples posibilidades de mirar las escenas que discurren por el espacio oscuro.
Dentro de cada caja encontraremos escenas recurrentes, como trenes destrozados por enormes monos en diversas catástrofes miniaturizadas, jeringuillas clavadas en lugares muy diversos, símbolos religiosos de diversos tipos y con significados opuestos, muñecos de plástico desproporcionados, tableros de ajedrez en los que las piezas no corresponden al juego, pero muestran otras prácticas… y libros, de distintas épocas y en una evolución pareja a la composición temporal que este que escribe puede recrear en su imaginación.
En el recorrido son fundamentales los libros, porque son también el origen de la idea, así que, a través de ellos, todo rodeará momentos y secuencias de tiempo, que alcanzan el minimalismo que juega entre el mago del tarot y la idea de El Principito de Saint-Exupéry.
Hay para mí una clara mirada a la evolución temporal y desarrollo, al crecimiento de un individuo, a los símbolos de cada época o de cada momento de su entorno. Hay espacio para el inicio, la infancia, los primeros momentos en la caja ABC, donde la memoria se guarda en frascos de cristal, donde encontramos el recuerdo de un viejo diccionario, del Orlando enamorado, o de un biberón… El segundo espacio da un paso más hacia el desarrollo humano para ver represión o lucha contra ella, tras los espejos de unos CDs se esconde la iglesia, los curas, el hombre que acaba encerrado en una jaula. Una araña recorre como personaje principal la escena: abre cerraduras, acciona secuencias y tiene su propio recorrido limitado por la propia historia.
No quiero enumerar los pasos por los que discurre la línea evolutiva de esta memoria, pero se debate entre lo personal y la realidad de unas épocas vitales que pueden verse en su marco individual y protagónico, pero también puede tener la mirada de la historia contextual que much@s hemos vivido. Y ahí encontraremos la memoria colectiva y la memoria personal. Hay una manipulación cuidadosa cuando procede, más brutal cuando se presta a ello o cuando es necesario. El actor no nos fuerza, sólo muestra y dirige su intención, pero la influencia de la memoria debe proceder del público.