Julio Castro – La República Cultural
Ester Estévez trata de responder en un interrogatorio a algunas cuestiones que le piden que aclare, pero rápidamente, todo se convierte para su protagonista en una serie de recuerdos en escena, que nos permitirán conocer la peculiar historia que ha vivido en los últimos días. Los músicos de la banda conducirán sin piedad con sus temas un proceso que, más allá de lo cómico, denuncian con su lenguaje desprovisto de ambages, y con su potentísimo show musical, la sociedad de poder y sumisión en la que vivimos.
La protagonista de esta historia (la actriz Lourdes Martínez) acude a una entrevista de trabajo, donde será contratada como secretaria en condiciones precarias por Pepe (Diego Pizarro), un mafioso proclive al partido de la derechona que gobierna el país, pero que sólo trata de enriquecerse robando, estafando, extorsionando y explotando, en connivencia con el poder político y con el poder establecido a través de otros grupos. Junto a él actúa su mano derecha, Fender (Erik Gatby), que no duda en cumplir a rajatabla las órdenes y deseos de su amo y señor, hasta que algo cambia.
Aunque pudo mostrarse meses atrás es prácticamente un estreno, y tanto es así, que el público ha llenado las funciones que se han venido haciendo. Mamá Ladilla tiene su propio público, es tan evidente que los temas van haciendo caldear el ambiente poco a poco, hasta que la gente se viene arriba y acaba coreando a toda voz sus temas.
No son textos delicados precisamente, son letras duras y combativas, aunque todas con su ironía y con su humor negro. Desde temas como La polla de mi jefe, sobre el acoso laboral y sexual que incitan a rebelarse contra el abuso sin piedad “Un día, en mi camino a la oficina, iba yo reflexionando / que ya estaba hasta la polla de mi jefe. / ¡Siempre el mismo menú!: la polla de mi jefe. / Allí me estaba esperando la polla de mi jefe… / mis fauces podaron de cuajo la polla de mi jefe”, hasta el tema de Hijo de puta, que también refiere al argumento del musical (“Que te vamos a empalar con un taco de billar… ¡Mequetrefe! ¡Hijo Puta! / Un millón de pesetas de Franco colgar… ¡Mequetrefe! ¡Hijo Puta! / Con maromas de esparto en tu bolsa escrotal… ¡Abusón! ¡Aborto de un putón! / Devuelvénos las pasta, ricachón. / El más podrido siempre es el más ladrón. ¡Cabrón!”), y que no dejan de hacer alusión en diferentes momentos a la herencia del franquismo instalada en el poder, dedicada al robo, la estafa y el abuso, y a los representantes políticos que siguen asentados en sus puestos y entorno a ellos.
Si el primer momento ofrece cierta sensación de que la parte argumental y el desarrollo teatral van por su lado y la musical va por otro, rápidamente encontraremos que se integran para formar un cuerpo común, porque el trabajo de la compañía Teatraco a las 12 y el de Mamá Ladilla tienen el mismo origen y confluencia, pero además, la integración de la banda en el desarrollo teatral a lo largo de numerosas escenas, evita que queden como un telón de fondo del espectáculo. En ese sentido, la dirección del musical ha logrado establecer una buena conexión y sintonía entre quienes están en el escenario, pero también de cara al público.
Hay escenas más potentes desde lo teatral, otras más desde lo musical. Casi al final del espectáculo, el batería Abel del Fresno, al estilo que recuerda al trabajo de Mayumaná, se sale de su recinto acristalado para bajar tocando con sus baquetas todo lo sonoro que hay alrededor, comenzando por los escalones del escenario y terminando por todos los de la escalera de las gradas del público, mientras aquel no puede parar de dar palmas y corear el ritmo, incluso hasta que las baquetas se acaban haciendo astillas.
Una potente intervención escénica en la que ponen a la sociedad patas arriba frente al espejo desde el primer tema hasta el último conjugando lo teatral con lo musical en un gran directo.