Julio Castro – La República Cultural
¿Somos libres? Tomamos por ataduras a las ligazones éticas y personales que van enredándose y sujetándonos al entorno durante toda la vida, y cuando llega el momento de rechazar o cortar, no hay verdadera consciencia de que otras ligaduras, las que desde otros rincones nos condicionaron para mantener cuerpo y mente dependiendo de las ideas de otros, están tan escondidas en esa maraña personal, que cortamos las que no son, las que sujetan y dan confort, frente a las que tratan de controlar y dirigir la nuestra vida.
Dentro de la muestra Surge Madrid de 2017 por Mari Cruz Planchuelo y Alejandra Prieto. Es cierto que su punto de vista parte, inicialmente y en su exposición, desde otro lugar, que es el de mirar sus creaciones de otome bunraku con los ojos de quien genera un ser inanimado y le transfiere sus propiedades o, al menos, intenta dejar en él la huella de aquello que ve a través de sus ojos de artista.
Recordaré de nuevo el sentido del otome, que es un tipo de marioneta japonesa que se pega al cuerpo de la actriz o el actor, de manera que la cabeza se mueve con su cabeza, sus brazos son movidos por los de la persona que manipula y las piernas son compartidas. La propuesta que nos presentan en esta ocasión participa de diferentes recursos, porque aparte de un otome bunraku, aparecen otras figuras, más o menos estáticas, y comparten espacio con una figura sacramental dentro de una procesión y con el trabajo de danza y teatro de Mari Cruz Planchuelo.
El trabajo se divide en dos partes, una primera con el otome, otras segunda con la idea de la adoración a la figura de una enorme virgen. Desde el momento en que la marioneta descubre que es manejada por hilos, pero también que está formado por manos ajenas y que recorre los pasos de otra persona, parece cuestionarse su propia realidad, así como la de su entorno, lo cual la conducirá a una especie de rechazo de su existencia. En esta primera parte se divide el trabajo entre Alejandra Prieto, y Mari Cruz Planchuelo tomando una el relevo de la otra entre acciones.
La segunda parte, como decía, lleva a Mari Cruz a la adoración de una figura procesionaria, ante la cual se postra entre los términos de “penitencia, sufre, pena, pecadora, culpable…”. A partir de ahí se genera una irónica y surrealista acción que pueden poner de manifiesto las dependencias y manipulaciones de la religión.
Una visión muy crítica de la tragedia vista en parte a través de la comedia, donde el papel de la mujer está muy presente, no sólo por el hecho de ser dos intérpretes femeninas, sino por el papel que juegan en ambas piezas. Si bien el paso de una parte a la otra es un tanto brusco y rompe la acción, un vals de marionetas sueltas de ataduras acabará por unirlas en un espacio de mujeres liberadas de dependencias y coacciones. Así que, la mirada que comienza desde el “yo” de las marionetas, termina por trasladar al público el análisis del “yo” de cada cual en la sociedad y de la posición de la mujer en la misma.
Anteriormente hemos visto el trabajo de ambas profesionales, ya sea por separado, como, desde hace un tiempo, de forma conjunta a través de las propuestas de Winged Cranes. En este caso se enfrentan solas a esta nueva creación que, como siempre, tiene mucho que ver con la crítica social y con la denuncia sobre la discriminación sexual. Quizá de las puestas en escena es el más abstracto que he podido ver, ya que los anteriores centraban hechos históricos o señalaban a protagonistas, pero aquí se aborda con una mirada más global en sus destinatarios y más concreta en el objeto de su denuncia.