Julio Castro – La República Cultural
Esta primavera sí que viene con una esquina rota. Era bien sabido que podía ocurrir en cualquier momento, porque Mario Benedetti, el gran Mario, el poeta, el narrador, el filósofo y luchador que siempre nos acompañará, estaba enfermo los últimos tiempos. Pero aunque ya calló, sus obras llevan décadas hablando por él.
Creo recordar que andaría yo por los 15 años cuando en una Feria del Libro pude adquirir en Madrid mi primer texto de ese maravilloso autor que siempre tendré como uno de los mayores referentes de mi literatura, pero también de otras luchas que nacen de la difusión cultural. Se trataba de un libro de poesía, llamado Poemas de otros, que, entre otros, contenía algunos poemas que yo ya conocía por otros referentes, algunos de ellos musicales, tan diferentes como Pablo Milanés y Nacha Guevara.
Si tengo que elegir entre sus textos poéticos, no sabría a cual quedarme, porque dentro de sus exilios puede haber algo como el Hombre preso que mira a su hijo, tan terrible como bello poema que pone en evidencia el enlace que en su vida jugaría la vivencia, el amor y la lucha diaria, pero también la añoranza de aquel Uruguay natal del que habría de salir exiliado.
Un término tan terrible como real inventaría este autor el “desexilio”, circunstancia en la que millones de personas se han encontrado a lo largo de su vida en la que, huyendo de tragedias, represión, dictaduras o miserias, tantos seres han intentado sobrevivir y narrarlo, encontrándose más tarde con la realidad de no ser apenas nada en su regreso, de no encontrar la tierra prometida, ni, por supuesto, las vidas y el tiempo robados. Así le ocurriría a Benedetti, que tras un largo exilio provocado por las dictaduras en Uruguay, encontró la posibilidad de regresar, pero ya era tan de acá como de allá y, quién sabe, en estos días, dónde se encontró muriendo: si en su acá, o en nuestro allá. Lo importante es que queda en nuestro corazón.
Decía de poemas de lucha, pero un texto tan conocido y sencillo como Te quiero, no deja de ser abrumador, por cuanto que plasma toda la condición de su corazón en unos breves versos que pueden ser recitados sin más aspavientos que el que el texto arroja en su lectura. Y así tantos otros que a uno le traen recuerdo del autor y recuerdos de vida, como No te salves, Táctica y estrategia, Hagamos un trato, Ustedes y nosotros…
Musicado por tantos autores, desde el querido Pablo Milanés, como decía, a Nacha Guevara, pasando por otros tan dispares como Joan Manuel Serrat o José María Alfaya, no hay tanta gente que conozca que muchas piezas musicales se han creado en torno a los textos de don Mario: lamentable desconocimiento, claro.
Pero si como autor poético es conocido, mucha gente desconoce numerosos textos en prosa, sus relatos, cortos y largos, y sus novelas. Dentro de estas últimas, no sabré nunca cuándo dejar de utilizar y aplicar un fragmento del libro magistral por excelencia: Primavera con una esquina rota, comenzaba así este modesto recuerdo del gran autor. Y es que cada uno de los textos que componen ese libro son más que una narración, son más que prosa, y son más que poesía: son la cotidianeidad de las desgracias que rodean el mundo de quienes, deseosos de vivir, encuentran la dificultad de luchar contra ese despreciable sistema que los come. Son l@s niñ@s que sufren por descubrir el mundo injusto que apenas atisban, pero que comprenden casi mejor con su infantil sencillez antes que los adultos enrevesados. Son el hombre y la mujer que, privados hasta de la libertad, acaban por descubrir que comienzan a andar y a conocer. Son esa niña que habla de libertad desde su tierna visión, y de la terrible cárcel de Montevideo, que también se llama “Libertad”. Un libro para poner los pelos de punta, pero también para dar esperanza en la lucha y, sobre todo, en la resistencia: un libro para aprender, como casi todo lo de este autor. Y de ahí que, ese fragmento que se llama “Una palabra enorme”, hace una enormidad del significado de lo que nos cuenta. Tantas veces vi la posibilidad de aplicarlo a luchadores y luchadoras de nuestro pueblo, que durante décadas se exiliaron y luego se intentaron desexiliar, o que permanecieron sufriendo los avatares de quienes hoy ven aún en el poder… ¡Cómo no sentir tan cerca al hermano uruguayo! Cómo no sentirle ahora que nuestro otro hermano uruguayo, Quintín cabrera, también se nos fue con tanta antelación.
No hay que olvidar cada uno de sus esfuerzos (¿conoceremos todos?) de este discreto y modesto pero enorme autor, y entre ellos, el de querer acercar la poesía a los jóvenes. De ahí el libro de Poesía con los jóvenes (fijarse bien en el “con” que no es un “para”), donde el poeta quiere ser ellos y que ellos sean poesía. Un libro que, además, acompaña con su voz, ya que se editó con un CD en el que recita los textos.
Y sin embargo, es más conocido por unos textos como Buzón del tiempo, Con y sin nostalgia o Despistes y franquezas, grandes como todos, pero… me quedo con aquella Primavera, que no con esta que hoy nos lo arrebata.
Tuve ocasiones fugaces de acercarme en algunas Ferias del Libro, durante sus exilios y a sus regresos tras el desexilio. Y también de escucharle en distintos lugares, interviniendo en debates no sólo literarios, sino también políticos. Porque, afortunadamente, nunca comprendió la disociación de vida y cultura, de lucha y literatura.
Sí, esta primavera se nos anunció con una esquina rota, con dos vidas partidas en dos uruguayos rojos y luchadores: primero Quintín, ahora Mario. Y no, en realidad hoy no se nos fue, ni acá ni allá. Un abrazo Mario, espero tu próximo libro.
Hombre preso que mira a su hijo
Mario Benedetti
Cuando era como vos me enseñaron los viejos |
botija aunque tengas pocos años |