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Ester Bellver: ‘la cultura está muy “valorada”, hay importantes marcas que lavan su cara promocionando eventos culturales’ - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

"Con esta experiencia me he dado cuenta de la labor que hace el teatro y de la fuerza que tiene. Cómo un espectáculo que conmociona y revuelve, cumple esa función: lo ves en la cara de la gente, y que no necesitan publicidades caras para asistir cuando les interesa. Creo que estamos muy necesitados, porque todo es un marketing muerto, todo es dinero, vivimos en un mundo en que todo lo rige el dinero y es como la cara de dios. Así que estamos deseosos de otras cosas y esa es la función que debería cumplir el teatro." "Pero como a otras cosas de la vida, al teatro también le ha salpicado esto, de manera que la cultura con Ce mayúscula, está movida por la burocracia, el dinero y todo esto, así que se le han quitado un poco al teatro sus principios."

Ester Bellver: ‘la cultura está muy “valorada”, hay importantes marcas que lavan su cara promocionando eventos culturales

Entrevisa de la actriz y autora de la obra protAgonizo, para laRepúblicaCultural.es

Ester Bellver
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Ester Bellver

Una foto de la actriz realizada durante la entrevista.
Foto: Julio Castro.

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Una foto de la actriz realizada durante la entrevista.
Foto: Julio Castro.

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Julio Castro – La República Cultural

El día antes al cinco de enero (noche de reyes), tuve la fortuna de compartir un rato de charla con Ester Bellver, actriz y responsable del espectáculo protAgonizo, que lleva representándose desde hace unos meses en la madrileña sala El Montacargas.

No me sorprendió en absoluto descubrir que me encontraba una mujer muy inteligente, habida cuenta que hace tiempo que asistí a la representación de esa obra que se basa en un texto del cual ella misma es autora, y con el cual ha hecho este montaje, que llena la sala semana tras semana, sin haber hecho difusión mayor que la habitual para una sala alternativa. Bueno, y algunos dibujos con tiza en las aceras, que ella misma ha realizado para indicar dónde se representa.

El tirón para este protAgonizo son dos rombos, como aquellos que conocerán los mayores, que señalaban la programación prohibida para menores de edad en la televisión. Y es que sigue funcionando ese concepto, aunque no aparezca en pantalla. Pero pese a las dificultades para extender este espectáculo debido al desnudo que contiene, estoy seguro que Ester lo conseguirá a corto plazo, porque es una obra de calidad que lleva meses conectando con gentes de todas las edades y procedencias.

He tratado de sacar un poco en la entrevista quién es esa “protAgonista”, si se me permite, que ha realizado este trabajo por sí sola, en una sala alternativa, sin contar con medios de ningún tipo y proviniendo del teatro internacional, y de las más altas cumbres de los escenarios de nuestro país. Ella niega el éxito, porque le parece algo manido y efímero, pero aunque diga que su obra proviene del resultado de un fracaso, lo cierto es que Ester está triunfando en otro tipo de teatro, que seguramente, es más satisfactorio para ella y para su público.

 

¿En este momento de tu vida agonizas o protagonizas?

Pues mira, me ha tocado hacer las dos cosas precisamente. Todo esto empezó por un momento en el que se te revuelven muchas cosas por dentro y por fuera (me refiero a la parte Agonizas), y no agonizo más que los demás, porque todos tenemos nuestras cosas que nos vamos callando, nuestras espinitas que se nos van clavando. Y el año pasado, coincidiendo con un “momento de rotura”, como yo lo llamo, me dio por volver al teatro de La Abadía, donde había estado trabajando seis año consecutivos (pertenecí a la primera promoción de actores que entraron para inaugurar aquel teatro) y la dedicación fue muy grande y comprometida.

Pero por circunstancias hay un momento en que te tienes que ir, y hacía ya ocho años que me había ido (a Londres primero, y luego trabajando en diferentes compañías), y el pasado año me llamó precisamente un director de Londres, para volver al teatro de La Abadía, para participar en el montaje de El Burlador, que es el que se entonces.

Al llegar es como cerrar el círculo, y llegaba a casa y no paraba de escribir. Una cuestión que no me había pasado nunca (otras veces escribes un poemita, o una cosita corta…), pero era una necesidad y me pasaba el día entero escribiendo, me levantaba a horas intempestivas, las cinco o las seis de la mañana, escribiendo hasta la hora de ir al teatro a hacer la función. Mientras comía tecleaba, venía del teatro y seguía escribiendo: era como una posesa.

Esto duró unos seis meses: los dos del teatro y los posteriores de gira también, escribiendo por ahí, por las plazas…

Y me preguntabas sobre el Agonizo, del que no nos libramos nadie, según está el panorama y el sistema este que padecemos. Y luego, en cuanto al protAgonizo, se ha llevado a la escena, aunque yo empecé a escribir sin pensar en hacer un espectáculo: simplemente escribía y escribía. Empecé a pasarlo a los amigos y, eso sí, tenemos una deformación, así que aquello se conformaba un poco teatralmente y en vez de hablar, por ejemplo, en primera persona, siempre escribía “la actriz hace aquello… bajan las luces, suben las luces… entra por la derecha…” pero era una forma de ayudar a la expresión, no pensaba hacer un espectáculo con ello.

La sorpresa fue que, al pasarlo a la gente más allegada, todos entendieron que eso era un espectáculo y me decían que iba a ser muy bonito, aunque yo les decía que sólo era algo que yo había escrito.

Lo más rotundo fue que, como voy a las tertulias de Agustín García Calvo, desde que fue maestro de prosodia en La Abadía, y me enganché a las que da en el Ateneo los miércoles. Y un día dijo “dejaros hablar por la herida: que la herida sangre”, y a la siguiente tertulia me fui con el tocho escrito y se lo di diciéndole “toma Agustín, esta es mi herida”. A la siguiente tertulia él empezó a insistirme en que tenía que hacer una representación con este texto, y aunque no lo tomé en serio, me insistió en varias ocasiones, y como le admiro muchísimo, empecé a tomármelo en serio.

Así que, como llevaba año y medio en paro, me puse a ensayar para que me sirviese de algo, pero sin ninguna pretensión. La primera tarea fue cómo cortar aquello que hubiese durado más de ocho horas, y ver lo que funcionaba y lo que no. Así que muchos de los textos están resumidos, y otros no están. Y de aquel “Yo prota-agonizo”, salió esto que se llama protAgonizo, y es la versión corta que estoy representando.

En fin, que agonizo, porque uno no puede librarse de aquello, y protAgonizo, porque se ha llevado a la escena.

¿Al empezar, el espectáculo era tal cual lo has montado, o hay cambios posteriores?

Pues es una función que está muy viva y que ningún día es igual. Entran y salen textos y, como no tengo director, me permito ir probando textos para ver cuáles funcionan más y sustituyen a los que funcionan menos, recupero los que se quedaron más atrás… También se incorpora mucho lo que tiene el vivo y el directo, que afecta tanto al público como a mí, y todas las cosas que acontecen, improviso mucho con lo que va sucediendo. Por ejemplo un foco que se estropea, la grabadora que no funciona, o que le doy a grabar en lugar de al play y luego sale la voz grabada… los olvidos: tengo allí el libreto y cuando se me olvida algo tranquilamente le digo al público “me he olvidado” (funciona mucho, porque es una función que va de recuerdos) y queda muy bien sacar la libreta, porque la gente no sabe si eso es verdad o mentira.

Y como he trabajado con teatro del clown, ahí funcionan muy bien los errores en el directo. Es una función en que se mezclan los tiempos, desde la niñez a la madurez, pero desordenado. Es un ataque a la realidad y al tiempo: de repente tienes cuatro años, siete, cuarenta, dos, nueve… y aquí cito otra vez a García Calvo, que dice que el teatro es un juego con los tiempos, por una parte el tiempo de la representación y por otra el de los representados, y aquí interviene otro tercer tiempo, que es el que se nos cuela sorprendiéndonos, porque no estaba previsto. Y en la hora y media que dura la función, la cantidad de edades y tiempos diferentes que aparecen allí, hay otro que nos sorprende, y es como salirse de la realidad.

El teatro nos arrebata tanto al público como a la actriz, y eso es una maravilla

¿No crees que es un privilegio protagonizar tu propio espectáculo y tu vida sin pedir permiso… a un productor, a un director…?

Pues sí, esto está siendo una revelación para mí. En primer lugar es una función que aunque habla de mí, salir ahí a aguantar mi rollo patatero no tendría ningún interés ni para mí ni para el público. El primer descubrimiento fue al ponerme a escribir, porque me pregunto: al escribir un capítulo de mi vida ¿de quién estoy escribiendo un capítulo de su vida? Y como respuesta te preguntas ¿y quién es el que escribe?

Es como un juego de espejismos en que te das cuenta que uno no es uno, y como hablas de cuando eras pequeño, o mayor, eres uno y eres muchos. Esa es la contradicción del ser.

Por lo tanto eres cualquiera y por lo tanto eres esos espejitos en que se va reflejando el público. Y a veces quiero quitar alguna escena del espectáculo y ese mismo día alguien del público me dice “a mí me pasó lo mismo”, entonces eso ya no lo puedo quitar, porque es el espejo de esa persona.

Así que hacer esto es descubrir el extrañamiento de ese que eres tú, que vas representando personajes en la vida, pero que realmente uno es un desconocido, un misterio y uno no tiene ni idea de lo que es uno. Y por otro lado, eres cualquiera de los que te está viendo. Creo que eso es lo que puede tener de interesante para el público y para mí.

¿Cuántos sacrificios y esfuerzos te ha costado llegar a este éxito propio?

A mí lo del éxito me chirría bastante, porque es una palabra muy manida. Pero lo que me emociona, me gusta y por lo que me siento contenta, en primer lugar es de que vengan a verlo, claro está, después, la cara de la gente durante la función y que vengan a verte cuando acaba la función. Que llevo 27 años en el teatro y siempre te pueden decir “qué bonita la función” o “que bien estás” y todas estas cosas que te dicen, pero lo que me interesa aquí son las caras de la gente, que sale revuelta, que le ha tocado y que te empieza a contar cosas de su vida a continuación.

Lo que veo en esto es el poder que tiene el teatro, este es el éxito del teatro, la fuerza que tiene, que nos pertenece a todos, y con esta experiencia he podido comprobarlo.

El que esta función se haya hecho depende precisamente del fracaso que estoy teniendo últimamente, que llevaba un año y medio en paro. Así que para mí es una alegría para mí ese fracaso y haber podido dedicar todo este tiempo a hacer este trabajo, que no pensaba que tuviera tanta repercusión y convocatoria, y de eso sí que estoy contenta. También me he dado cuenta de que estamos en un momento maravilloso para hacer cosas creativas en un mundo tan saturado del mortecino más de lo mismo, y que en momento en que se pone un poquito de creatividad o de corazón, a todo el mundo le toca algo que tiene ahí dormido y va a verlo.

Además no hemos podido invertir en publicidad, porque estoy en paro. Tan solo pintar por el suelo con los dos rombos y el nombre de protAgonizo, y eso y otras performance que he hecho para publicitarlo, me he dado cuenta que, cosas como un simple rayajo de tiza en el suelo hace que gente de todas las edades me pregunte “¿qué es eso?”. Esa es la publicidad que se ha hecho, y el boca a boca, que cuando el público tiene interés, te das cuenta del poder de convocatoria que tiene esto.

¿Crees que dentro del mundo del teatro hay ecuanimidad y respeto hacia los profesionales?

Hay respeto, lo que pasa es que tenemos una deformación y somos muy críticos. En el propio texto hay una escena en que hablo de ello y digo que a los actores “no les gusta nada”. Ahora me incluyo yo: “no nos gusta nada”. Cuando te gusta una cosa te encanta, pero cuando no, te duele muchísimo más. Porque el público ha comprado su entrada y como está muy bien educado, el pobrecillo aplaude y no se atreve ni a meter un meneo (que es lo que se hacía antiguamente). Y encima, como es “cultura”, tampoco se atreven… Es como el traje invisible del emperador, todo el mundo se queda tranquilo de que ha ido a un CDN, o a una Compañía Nacional de Teatro Clásico… y con todos los respetos, que todos hacemos bodrios o maravillas, pero si es en el CDN, salen diciendo “estos 20 € que me he gastado, ya he hecho cultura y ya puedo decir que he ido a ver esto… digo que no me ha gustado, pero…”.

Pero los actores somos muy críticos cuando vamos a ver algo, y yo me llevo un disgusto cuando no me gusta. Ahora lo que hago es escoger mucho.

Aparte de la obra que vienes representando desde hace unos meses ¿en cuál te has sentido cómoda?

El recuerdo que tengo de función más bonita y grata, es el Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, con la que se inauguró el teatro de La Abadía. Fue un espectáculo maravilloso, en el que estuvimos ensayando un año para crearlo, cosa que no es nada habitual. Tuvimos siete reposiciones a lo largo de siete años, y giras de las antiguas muy largas, de un año cada una. También hicimos gira internacional.

Fue muy bonita, pero fue muy doloroso y muy duro crearla, porque José Luis Gómez, que es un director maravilloso, es muy difícil trabajar con él y que todo sea armonía, pero al final quedó un trabajo precioso y que se disfrutó mucho haciendo las funciones.

¿Y te sientes a gusto ahora con tu papel actual?

No me juzgo. Claro está que no te juzgas cuando las cosas van bien. Lo suyo sería que dijeras “no me lo creo”, cuando va bien, pero igual cuando va mal, pero lo que sucede es que cuando va mal y una crítica se mete contigo personalmente, lo pasas muy mal y repercute mucho en el trabajo.

Ahora mismo llevo mucho tiempo sin trabajar y creo que fue por una crítica que sutilmente dijeron que en El enemigo del pueblo, dijeron que no convencía mi trabajo, concretamente. Pero ahora estoy contenta, porque a la gente le gusta, le conmueve esto. Pero no soy consciente de que esté haciendo una cosa, ni tan bien ni tan mal, depende de lo que te digan desde fuera, tú haces lo que buenamente puedes.

¿Qué parte es más difícil en tu obra actual, trabajar desnuda físicamente ante el público o desnudar tu vida?

Pues yo ya no soy consciente de que estoy desnuda, ni de un desnudo ni de otro. Respecto al texto fue en el momento de escribir, cuando yo me desnudaba ante mí misma y ahora es un papel que me he aprendido, no estoy hablando de mi vida ni nada: es un papel que tengo que resolver como actriz, con sus inflexiones de voz… con “aquí se han reído, aquí se rieron ayer, por qué hoy no…”. O sea, tengo mi pelea como actriz, no es una terapia ni nada de esto, hago mi papel.

Por lo tanto hay un nuevo distanciamiento, es una maravilla: un distanciamiento de que eso ya no eres tú.

Respecto al desnudo físico, me pasé la vida esperando que los directores no me desnudaran en escena, y resulta que ahora voy y me desnudo yo sola. Y fue porque me dejaron una sala para ensayar yo sola, a horas intempestivas, las dos o las tres de la mañana. Como estaba sola al principio era todo muy creativo, pero al tercer día, todo me parecía un horror y en un impulso me desnudé, quité todos los objetos y pensé que no iba a entrar nada que no fuese necesario. Empecé a ensayar desnuda porque todo lo que intentaba ponerme cobraba un significado, así que no quería dárselo. Así llegó el día en que hice un ensayo general para amigos, para ver si no era una rayadura lo que estaba haciendo, y les advertí “he llegado hasta aquí, pero no he sabido con qué vestirme”, y unos me decían que estaba muy bien así y otros que intentase buscar algo neutro, pero no encontré nada, porque lo neutro era tapar la desnudez.

Así que al principio avisaba “si esto va a ser muy desagradable, el que no quiera se le devuelve el dinero”. Pero como la gente me decía que a los dos minutos se olvidaban del desnudo, pensé que tiene mucho que ver con la función, porque es reivindicar por qué no podemos ir con la desnudez física por la vida. Así que, como si estuviera en una playa nudista, ni el público siente que estoy desnuda, ni lo siento yo: estoy vestida de la piel con la que he nacido.

Por otra parte, me he dado cuenta de que los dos rombos siguen pesando un montón, porque han venido programadores y personas cercanas a la programación, que me dicen que como gente del teatro les gusta el espectáculo, pero que no se atreven a programarlo en su sala por el desnudo. Ni siquiera en ámbitos alternativos. Me han dicho que lo voy a tener muy duro, porque aunque se tiene asumido que los bailarines se desnudan, o en el teatro hay escenas de desnudo, dicen que es en una escena, pero no de principio a fin y que la actriz no se vista en toda la función. Así que me quedo con la idea de que hay que hacer lo que ya se ha hecho, pero no se puede hacer algo diferente en el ámbito alternativo.

Pese a las dificultades de la vida sigues aferrada al teatro como tantas otras personas ¿qué es más especial: el salir ante el público o el saber que tienes cierto grado de influencia y comunicación con éste?

El dedicarme al teatro no es algo que he elegido, no tenía esa vocación de pequeña, así que es otra cosa que me ha sorprendido, y lo que me ha dado el teatro y por lo que me encanta es por lo que hemos hablado antes, por el estudio profundo del ser humano, desde cobrar ese distanciamiento respecto al personaje que te ha tocado en la vida (que podría haber sido cualquier otro, pero te ha tocado ese), y el estar en contacto con los textos de los grandes descubriendo sus grandes pensamientos y razonamientos.

Y el salir a escena. Pero cada día, cuando estoy a punto de salir a escena me pregunto “pero ¿por qué me meto yo en esto?”, porque se pasa miedo, porque es una responsabilidad… y yo soy de las que me digo “a que me pasa esto” ¡y me pasa!, me puede pasar de todo en el escenario, pero otras veces todo va bien, y la gente se ríe o llora, y veo que he colaborado en algo interesante en la vida y no sólo cumplo con lo que me mandan. Y ver o participar en espectáculos que producen eso, es lo que me da razón de ser para salir al escenario.

¿Crees que las salas alternativas tienen algo especial, o tan sólo son las hermanas menores de los grandes escenarios?

Creo que tienen muchísimo de especial. Yo soy una “actriz pija”, en el sentido de que he trabajado en sitios muy fuertes: compañías nacionales, teatro clásico, La Abadía, y otras que para mí también son muy importantes. Pero que me lo han dado todo hecho: distribución, montaje,… no he tenido que hacer nada. Sólo he tenido dos experiencias alternativas, una hace seis años “La manzana de oro” y esta de protAgonizo, las dos en El Montacargas.

Pero para mí, las salas alternativas tendrían que estar dando entrada a espectáculos completamente alternativos y marginales, que no se pueden programar en otros sitios más que en ellos. Lo que pasa es que me encuentro con un espectáculo tan alternativo, que no se puede programar en salas alternativas, y me he dado cuenta de que hace falta un hueco. Mi sueño sería tener una sala alternativa (no tengo el dinero para ello), para cubrir precisamente este hueco. Y estoy muy agradecida a la sala El Montacargas, porque me dio cuatro semanas consecutivas de programación, y eso es lo que permitió que la obra cogiera un boca a boca de difusión, que hace que se esté prorrogando.

¿Hasta dónde crees que llega la influencia de la cultura hacia el público?¿Es posible cambiar las cosas poniéndote cada día ante ellos y ellas?

Con esta experiencia me he dado cuenta de la labor que hace el teatro y de la fuerza que tiene. Cómo un espectáculo que conmociona y revuelve, cumple esa función: lo ves en la cara de la gente, y que no necesitan publicidades caras para asistir cuando les interesa. Creo que estamos muy necesitados, porque todo es un marketing muerto, todo es dinero, vivimos en un mundo en que todo lo rige el dinero y es como la cara de dios. Así que estamos deseosos de otras cosas y esa es la función que debería cumplir el teatro.

Pero como a otras cosas de la vida, al teatro también le ha salpicado esto, de manera que la cultura con Ce mayúscula, está movida por la burocracia, el dinero y todo esto, así que se le han quitado un poco al teatro sus principios.

¿Crees que la cultura está suficientemente valorada en nuestro país en estos momentos?

¿Por quiénes? Creo que está muy valorada por todas partes: hay muchas marcas importantísimas que lavan su cara promocionando eventos culturales, así que esa parte de la cultura se ha convertido en “productos culturales”, que le vendemos al público. Así que en ese sentido está muy “valorada”.

Por otro lado, el público se queda muy tranquilo a veces con la cultura que compra, porque cree que está haciendo Cultura. Pero eso ¿qué está provocando? Muy pocas cosas están limpias de toda esa venta, y cuando realmente se puede ir a ver cosas interesantes, se valoran muchísimo más por parte del público.

Desde tu entorno, ¿qué les pedirías a los políticos para que nuestro país avanzase?

No tengo mucha relación con los políticos, así que no les pido nada. Lo que les pido a los profesionales del teatro, es que no solamente dependamos de la política y que no olvidemos por qué empezamos en esta profesión.

Una ventaja de trabajar en una sala alternativa es que, al ser más pequeña, el espectador puede mirar al actor a la cara ¿sientes más tu relación con el público en una sala pequeña?

Hay espectáculos de pequeño, mediano y gran formato. Así que es evidente que espectáculos más íntimos llegan mejor en un espacio más íntimo, pero puede ser en una sala que no sea alternativa, como la sala pequeña del Valle Inclán, o la del Teatro Español, y se pueden hacer espectáculos tan alternativos como en una sala alternativa. Y creo que los teatros nacionales deberían también dedicar espacio y programación a espectáculos alternativos de calidad, no sólo a grandes producciones.

¿Qué tienes previsto para un futuro próximo además de las múltiples prórrogas de tu obra teatral?

Esta es la última prórroga, porque está comprometido un estreno de otro compañero para después de esta. Y proyectos no tengo aún, me estoy dejando sorprender, porque no pensaba que iba a llegar a tanto. Aunque no me han seleccionado los programadores que me han visto, no ha salido otra cosa, pero curiosamente, me van saliendo bolos poco a poco en distintos sitios en País Vasco, en Segovia y así, pero me voy dejando sorprender. A ver si ahora soy capaz de convencer a algunos teatros y salas alternativas que tengo en mente para poder presentarlo en un espacio mayor, con un montaje de luces que tengo pactado con Juan Gómez Cornejo…

¿Tienes la sensación de que tu espectáculo puede llegar más a mujeres que a hombres?

Pues, curiosamente, me lo preguntan a veces, pero no es así. Muchos hombres me vienen después y me dicen “esto me pasó a mí”, porque se sienten identificados con esas experiencias y esas sensaciones.

Ya que estamos en estas fechas ¿crees en los reyes?

Uno no se puede liberar de creencias, pero puestos a ello, estoy por atacar toda creencia, incluso en mí misma. Por eso estoy haciendo este espectáculo.

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