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Invictus, la inspiración de Henley - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

John Carlin es un periodista británico del que casi todos hemos leído más de un reportaje realizado con excelsa profesionalidad. De madre española, y residente en nuestro país, ha llegado a publicar con éxito novelas que son apreciadas por los guionistas de Hollywood para llevar a la pantalla. Carlin ha tenido mucha suerte ya que ahora queda inmortalizado en el cine. Su última obra, “Playing the Enemy: Nelson Mandela and the Game that Made a Nation” (El factor humano en la publicación de Seix Barral) ha sido avistada por uno de los realizadores norteamericanos fundamentales del siglo pasado y del actual. Un genio que posa su cámara y su interés en temas extraordinariamente humanos al tiempo que universales, muy alejado de sus primeros pasos dentro de la piel de aquel Harry el sucio con cara de filo de navaja. No es que se me caiga la baba cuando hablo de Clint Eastwood, es que se me cae la baba. Y no es para menos, si nos atenemos a su larga mirada fuera de ventiscas de moda y moralinas manipuladoras.

Invictus, la inspiración de Henley

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Cartel de la película de Clint Eastwood.

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Morgan Freeman y Matt Damon en la película de Clint Eastwood.

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DATOS RELACIONADOS

Título original: Invictus (The Human Factor)
Dirección: Clint Eastwood
Intérpretes: Morgan Freeman, Matt Damon, Tony Kgoroge, Julian Lewis Jones, Adjoa Andoh, Patrick Mofokeng, Matt Stern, Leleti Khumalo
Guión: Anthony Peckham (Libro: John Carlin)
Fotografía: Tom Stern
Música: Kyle Eastwood, Michael Stevens
Año: 2009
Duración: 134’
País: Estados Unidos
Productora: Warner Bros. Pictures / Spyglass Entertainment / Malpaso Productions / Revelations Entertainment
Web oficial: http://invictusmovie.warnerbro...

Blanca Vázquez - La República Cultural

John Carlin es un periodista británico del que casi todos hemos leído más de un reportaje realizado con excelsa profesionalidad. De madre española, y residente en nuestro país, ha llegado a publicar con éxito novelas que son apreciadas por los guionistas de Hollywood para llevar a la pantalla. Carlin ha tenido mucha suerte ya que ahora queda inmortalizado en el cine. Su última obra, “Playing the Enemy: Nelson Mandela and the Game that Made a Nation” (El factor humano en la publicación de Seix Barral) ha sido avistada por uno de los realizadores norteamericanos fundamentales del siglo pasado y del actual. Un genio que posa su cámara y su interés en temas extraordinariamente humanos al tiempo que universales, muy alejado de sus primeros pasos dentro de la piel de aquel Harry el sucio con cara de filo de navaja.

No es que se me caiga la baba cuando hablo de Clint Eastwood, es que se me cae la baba. Y no es para menos, si nos atenemos a su larga mirada fuera de ventiscas de moda y moralinas manipuladoras. Todo en él es esplendido: Desde su incursión pálida y penetrante en el Far West norteamericano, su admiración por el Jazz, su romanticismo otoñal, sus maniobras para conseguir una intensidad dramática con un estilo clásico no domesticado, a especialista en secuencias ejemplares que dan una riqueza inusual al espectador que contempla deleitado su cine. Eastwood gana con los años y con cada película, imposible imaginarse donde puede llegar un autor que aún me hace creer que cierto cine no está supeditado al mercadeo sin escrúpulos.

Esta vez el icono elegido para llevar a la gran pantalla es nada menos que el Amazing, como el mismo Eastwood repite sin parar, Nelson Mandela. Poco se ha llevado al cine a este animal político con alma herida. En 2007 el danés Bille August estrenó Adiós Bafana basada en las memorias del carcelero, durante veinte años, de Mandela, con Dennis Haysbert como un Mandela convincente frente a un Joseph Fiennes desvaído e inexpresivo.

Tomando como base el poema (Invictus) del victoriano William Ernest Henley, que sirvió de inspiración de fortaleza al Presidente de Sudáfrica desde 1994 a 1999, Clint Eastwood y el principal responsable de tal empresa, Morgan Freeman, llevan a cabo una proyección donde queda claro toda la política que puede encerrar cualquier actividad, en este caso el deporte y más concretamente el rugby, que apele al patriotismo y unión de una nación. Ahí la sabiduría de los años y los daños sufridos se dejan ver en esa mirada de un Mandela que Freeman ha compuesto tan asombrosamente en Invictus, apartando al actor y dando paso al Premio Nobel de la paz. No cabe la menor duda que el trabajo de Freeman destila admiración por su personaje, lo que le llevará probablemente a alguna nominación, apuntalando la calidad de este actor, al igual que la de Eastwood como realizador.

Mandela/Madiba supo aprovechar la celebración de la copa mundial de Rugby para intentar unir a un país que estaba al borde de la guerra civil cuando fue nombrado presidente. Carlin que estuvo de corresponsal en esas fechas en Sudáfrica expresa muy bien el ambiente de odio y revancha que se dibujaba en las chispas de los ojos que salían del entorno del presidente, y a la vez el sentimiento de conciliación de este estadista cansado de tanto odio. Eastwood traslada esas emociones al medio audiovisual, y lo hace a su manera inteligente, sin trampa ni cartón.

Vemos la evolución y el crescendo tanto de la relación que se establece entre los guardaespaldas afrikaners y negros del presidente, claro ejemplo del propio país, como la del capitán del equipo de rugby, François Pienaar, un Matt Damon más correcto de lo que se le ha criticado. El deporte y la política nunca han tenido asignada misión tan crítica, y las diversas secuencias que Eastwood trabaja, con un ritmo mixto entre nervio y pausa, dan el protagonismo final a un partido, que insertado en otro momento del film no hubiera adquirido la atención que ha conseguido del espectador. Una lucha adrenalítica contra uno de los bastiones esenciales del Rugby, el equipo neozelandés, para más Inri llamado “All Blacks".

Al igual que hizo con Gran Torino, Banderas de nuestros padres, Cartas desde Iwo Jima, Ejecución inminente, Eastwood vuelve a la discriminación y la segregación racial, pero sin jugar tramposamente con el espectador. Invictus se ha convertido ya en un film imprescindible, lleno de alma, lleno de madurez, la de sus protagonistas y su personaje principal.

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