Blanca Vázquez - La República Cultural
He comentado en más de una ocasión en las reseñas cinematográficas que la calidad que el mundo del cine está omitiendo en sus estrenos del milenio, se ha traspasado a la televisión. Sí, no pongan los ojos en orbital desconcierto. La TV, con todos sus males, también es capaz de amamantar productores con intenciones, con ganas de rodar con elegancia, buenos guiones y mejores actores. Pero no es cosa de ahora, ya en los años 1980 recuerdo aquella estupenda Hill Street Blues (Canción triste de Hill Street) que nos dejó clavados a la butaca en una nueva moda de revestir de realidad a los seriales del trabajo policial. Prácticamente cada profesión u oficio, ya sea público o privado, ha tenido o tiene su serie, y la mafia no podía dejar huella exclusivamente con la glamorosa trilogía El padrino.
“Me dije: esta serie trata sobre un tipo en torno a los 40 años. Ha heredado un negocio de su padre. Está tratando de situarlo en los tiempos modernos. Tiene todas las responsabilidades que de ello se derivan. Tiene una madre autoritaria de la cual aún trata de escaparse. A pesar de que ama a su esposa, ha tenido una aventura. Tiene dos hijos adolescentes, y está haciendo frente a la realidad de lo que ello conlleva. Está preocupado y deprimido, y comienza a ver a una terapeuta porque está buscando el significado de su propia vida. Pensé: la única diferencia entre él y toda la gente que conozco es que él es el Don de Nueva Jersey". (Chris Albrecht, Presidente de HBO, una de los canales televisivos estadounidenses que produce series châpeau, como Six Feed Under; True Blood; la que actualmente levanta pasiones Mad Men; para mi la mejor de todas, The Wire; o la peor de todas Sex and The City, y muchas otras de gran popularidad). Claro, también es la cadena responsable de Los Soprano, creada y dirigida por David Chase.
Serie de culto con la que comenzamos el milenio, en la que Tony Soprano y su cuadrilla son el ejemplo perfecto de la obesidad fatal; mafiosos que dan ganas de calificar como “de pacotilla”, retrato de una América perdida en la sordidez y la familia. Pero lo que hace a Los Soprano especial no es la acción al estilo Scorsese, sino una metafísica de nuestra soledad multitudinaria. El bienestar infeliz, el malestar funcional…eso vienen a decir los ocho autores que han analizado para nosotros esta serie de mafiosos que ha levantado tantas pasiones, en el volumen Los Soprano Forever, antimanual de una serie de culto, entre cuyos autores están cuatro españoles: Fernando Castro Flórez, Ignacio Castro Rey, Iván de los Ríos y Fernando R. Lafuente, además del Argentino Rodrigo Fresán. Todos emplean diferentes enfoques, desde una perspectiva muy filosófica, sociológica, cinéfila, psicológica, ética o como hace al final Fresán, de simple fan de la serie. Sinceramente, me quedo con el artículo de éste último. El resto ha pecado, déjenme ser malévola, de excesivo academismo, lo cual no es malo en sí, siempre y cuando se lean los colegas, y todo queda en el mismo círculo. Ya sabemos como funciona eso. No obstante, reconozco que he sacado mucho jugo a este análisis televisivo, que probablemente ni los responsables de la serie hubieran esperado.
Desde la fascinación que provoca el personaje central, Tony Soprano, (en parte debida al actor que lo interpreta, James Gandolfini), pasando por un estudio de su público, Dios y el jodido problema del mal (sic), la corriente nihilista que atraviesa cada episodio, los valores tradicionales de la mafia, (aunque en este análisis de Kevin L. Stoehr, le achaco ciertos tramos farragosos con el libre albedrío teológico que se ha gastado), hasta una focalización marginal de este grupo de vagos maleantes con cierto carisma, convirtiéndolos en contemporáneos, en todos los sentidos, de ese imperio de la realidad convertida en show. Me ha gustado Fernando Castro Flórez en su bibliografiada crónica, en algunas de cuyas páginas ocupan más espacio las referencias o notas de texto que el propio texto en sí, algo que rompe, de manera incomoda, el ritmo de lectura.
Una cuestión que resulta de cierta importancia en todos los artículos o crónicas, es el final de la serie, el último episodio (el 86), ese smash cut abrupto como una bofetada con el que finaliza Chase la serie. Uno de esos finales. “…Como el final de Casablanca o de 2001: A Space Odissey. Se lo ama o se lo odia. Se lo entiende o no. Y lo cierto es que hubo mucha gente que no entendió el final de Los Soprano. Y hubo mucha más gente que no supo ver la formidable astucia del creador y los guionista de la serie…”, (Rodrigo Fresán).
Esperamos un volumen analítico de The Wire. Por favor, ¿quién se apunta?.