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Aún llueve por ti, Abuelo, bajo el sol de septiembre en Zárágózá - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Llovía mucho el viernes en Vic, de hecho caía una manta de agua que no paró. Por la tarde recibí un mensaje de mi amiga Carmen, en el que me decía “El Abuelo hospitalizado. El final…” Aguanté un rato donde estaba, pero no tenía la cabeza donde debía, así que al rato me salí para centrarme en una sola cosa. Ha pasado por mucho en la vida, así que, José Antonio Labordeta ha cumplido con una etapa más en este discurrir de nuestra biología humana/animal, que en su caso, como no podía ser de otra manera, como tampoco fue fácil decidió afrontarla con su espíritu de lucha característico. Sobre todo es eso, en conjunto se ha marchado un gran luchador, y el último político decente que quedaba, el último heredero de aquellos que ya murieron o fueron asesinados en su momento en este país. Y se ha ido una gran persona que nadie podrá reemplazar en nuestra sociedad. Porque el resto no se ha ido: no se ha ido el magnífico escritor de relatos, el viajero, el cantautor,… ese gran poeta que, añorante y admirador de su hermano Miguel, nunca pudo ni quiso asumir su grandeza también en ello.

Aún llueve por ti, Abuelo, bajo el sol de septiembre en Zárágózá

Querido Labordeta, todo lo hecho queda con nosotros

José Antonio Labordeta
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José Antonio Labordeta

El Abuelo en el congreso de los diputados, delante de un cartel que reclama los Papeles de Aragón, durante su etapa parlamentaria.
Foto: Julio Castro.

José Antonio Labordeta
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José Antonio Labordeta

El Abuelo en el congreso de los diputados, delante de un cartel que reclama los Papeles de Aragón, durante su etapa parlamentaria.
Foto: Julio Castro.

Julio Castro – La República Cultural

Llovía mucho el viernes en Vic, de hecho caía una manta de agua que no paró. Por la tarde recibí un mensaje de mi amiga Carmen, en el que me decía “El Abuelo hospitalizado. El final…” Aguanté un rato donde estaba, pero no tenía la cabeza donde debía, así que al rato me salí para centrarme en una sola cosa. Ha pasado por mucho en la vida, así que, José Antonio Labordeta ha cumplido con una etapa más en este discurrir de nuestra biología humana/animal, que en su caso, como no podía ser de otra manera, como tampoco fue fácil decidió afrontarla con su espíritu de lucha característico.

Sobre todo es eso, en conjunto se ha marchado un gran luchador, y el último político decente que quedaba, el último heredero de aquellos que ya murieron o fueron asesinados en su momento en este país. Y se ha ido una gran persona que nadie podrá reemplazar en nuestra sociedad. Porque el resto no se ha ido: no se ha ido el magnífico escritor de relatos, el viajero, el cantautor,… ese gran poeta que, añorante y admirador de su hermano Miguel, nunca pudo ni quiso asumir su grandeza también en ello.

Grandeza de corazón, grandeza de sentimientos, grandeza personal…

Me entero de la noticia del final volviendo a Madrid. En un rato, según escribo esto, entraré en tierras mañas y acabar de escribirle y recordarle en su Aragonia será un trocito de homenaje a este Abuelo querido, que no sustituye al mío pero es uno adicional, al que admiré desde pequeño y con el que pude compartir distintos momentos de mayor: viajes, conciertos, algunas charlas, alguna entrevista: y un gran aprendizaje siempre.

Veo por Internet que una de las fotos que le hice (y que la CHA puso en su página cuando se publicó hace unos años con la entrevista correspondiente en el congreso de los diputados), es la que acompaña ahora muchas noticias que le recuerdan, así que es como inmortalizar un poquito más a quien ahora nos deja en el recuerdo y la añoranza. Cuando la cosa se comenzó a poner fea con ese cáncer de próstata que se extendía, su desafío fue el de siempre: “no me voy a dejar vencer”. Y así ha sido, porque hasta el último minuto ha estado en activo, en todos los frentes: el literario, el poético y el político. Así que ha ido publicando libros con textos suyos, homenajes a Miguel, presentaciones, intervenciones de opinión en los medios. Cantar quedó relegado ya en los últimos tiempos, porque con la bombona de oxígeno es más complicado: y me permito esta gracia, porque el humor peculiar de este hombre nunca faltó. Recuerdo uno de los últimos conciertos, en la sala Clamores, en que alguien le dijo que desde lejos, con los focos se le veía como con pelo, luego él explicaba que con el tratamiento le estaba saliendo donde antes había desaparecido, y se reía enormemente de la situación.

Nada en Labordeta ha sido trágico ni tremendista, en ocasiones nostálgico, pero casi todo ha sido bello y amigable.

No se dejó doblegar jamás en sus opiniones, en su trabajo, en su encomio por la transmisión de los valores humanos de una izquierda política desaparecida, que ahora se limita a algunos entornos del pueblo. Pero quiso comprender, como buen maestro, que la única herramienta posible era la de la enseñanza, la de transmitir conceptos con los correspondientes contenidos, con los símiles que hoy día, a través de la televisión u otros medios, no llegan jamás. Se empeñó en una labor a favor de la cultura, y con muchos consiguió entroncar. El otro día me reía para mis adentros en Vic, pensando en un joven grupo que, sin tener nada que ver, acometía la escena musical con el toque de golfería y reivindicación que conjutaba al Abuelo con La Bullonera, todo esto antes de saber que José Antonio Labordeta ya no estaba, pero con esa satisfacción de pensar que quienes ahora enfrentan unos espacios similares tienen una herencia grande que asumir, pero que será complicado que abarquen una gran parte de aquello que él alcanzó.

A la pacotilla que queda al frente de las instituciones (y no me refiero a los fascistas, que esos como tales seguirán haciendo muy bien su despreciable papel), decirles que se marchen ya “¡A la mierda!” y que sirva de revulsivo para que nazca una nueva generación de jóvenes a los que la política les apasione por el mero hecho de la lucha por la igualdad y la defensa de los demás, que para lucrarse de por vida ya lo hacen muy bien otros sinvergüenzas (banqueros, especuladores, grandes empresarios y otra gente de mal vivir), y no queremos más de lo mismo.

Rojo como quedan pocos, republicano hasta la médula, maestro de maestros, bueno porque sí y maño porque de otra manera todo lo anterior junto sería difícil con convicción y con razones. Fue un placer el viajecito contigo, Abuelo, las pocas charlas cercanas, la música, la poesía, la literatura, desde siempre que puedo recordarte, con tu canto a la tierra en todas las formas posibles, hasta volver a ese tremendo poema que no repetiré aquí, pero que ahora me es cercano: “Te escribo Juan, hermano…” Llovió el viernes sobre mí en Vic, pero ahora, entrando en Zaragoza, aún me llueve bajo el sol de septiembre.

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