Julio Castro – La República Cultural
Con el inicio de noviembre se pone en marcha el trabajo escénico que dirige Francisco Vidal con actores de la compañía compuesta por alumnos procedentes del laboratorio de teatro William Layton, y que estrenan un Romeo y Julieta de Shakespeare, al que han querido dotar de una mayor actualidad y sencillez, como explican en su presentación en el Teatro Galileo, en Madrid.
Son responsables de la adaptación del texto el propio director, junto a Antonio de Cos, participando ambos en la interpretación de la misma, con la dificultad añadida de estar implicados en la doble tarea, además de la correspondiente a la dirección, en el caso de Vidal.
Como nos explica en la presentación el principal responsable del trabajo, se han cortado ciertos tramos y repeticiones, simplificando en algunos casos el lenguaje, si bien el esfuerzo principal fue el de mantener el contenido del texto y el pensamiento, así como su poesía (no en sentido literal, ya que no estamos ante un texto en verso) y su belleza. De esta manera, se reduce la duración a dos horas sin descanso, ofreciendo al público una obra contemporánea, que trata de huir de cursilerías y pastelones, para acercarla a la juventud desde unos intérpretes también jóvenes. Insiste su director que antes que hacer cambios drásticos, “prefiere contar el argumento manteniendo la belleza”, y así mismo, quiere reclamar el amor como protagonista de la vida, en unos tiempos en los que parece no ser algo trascendente.
En cuanto al diseño escénico, se ha optado por trabajar con unos muros, por cierto, similares a los de hormigón que delimitan las fronteras israelíes, para formar unas estructuras de forma móvil que, junto con el diseño de luces, favorece la delimitación de espacios en el escenario a lo largo de la obra. De esta manera, se quiere dar “una acción más rápida a la interpretación”.
El vestuario es más actual, pero por influencias personales de su director, las preferencias se han dirigido hacia un estilo años ’30, especialmente en Julieta (Carlota Romero), en la Señora Capuleto (Sol de la Barreda), y en la nodriza (Ana Bettschen), aunque los actores también mantienen un estilo más clásico de primera mitad del siglo XX. Pese al vestuario ambientado fuera de época, y al muro con pintadas al estilo actual, se mantienen las peleas de espada, y en el texto se puede apreciar que queda prácticamente lo más clásico y fundamental, pero el desenfado de sus actores hace que se acerque a nuestro momento. Asegura también Vidal, que el intento de ambientación en los ’30, aparte de ser una época por la que siente debilidad, proviene de equiparar aquel y este momento nuestro con cierta inestabilidad, con ciertos enfrentamientos, por los momentos de crisis económica que también tienen su reflejo en la sociedad, con enfrentamientos entre familias y clases sociales.
Si bien la obra ha sido representada unos días en otro centro cultural madrileño, el estreno oficial definitivo será en el Teatro Galileo, donde permanecerá todo el mes de noviembre.