Nota de prensa
Grumelot y Teatro en Tránsito presentan Malcontent, un espectáculo de pequeño formato, libremente basado en La Duquesa de Malfi de John Webster, dirigido por Owen Horsley y con texto original de Jose Padilla.
Juan Blanco, Carlota Gaviño, Javier Lara, Iñigo Rodríguez-Claro y el propio Jose Padilla trabajarán como actores a las órdenes del jovencísimo director inglés en un proceso de investigación y creación en torno a los temas y personajes centrales de La Duquesa de Malfi para generar un texto original que beba del mundo de la tragedia jacobina y actualice formalmente las inmortales preocupaciones de Webster.
El encuentro de lo que podría ser el reflejo doble de un mismo espejo: dos culturas y dos tradiciones teatrales, la inglesa y la española; dos autores: John Webster y Jose Padilla; dos tiempos: los principios del Siglo XVII y los principios del Siglo XXI; para generar un espectáculo sobre la corrupción en todas sus formas y las relaciones entre vida pública y vida privada, familia e individuo, religión y estado, en un mundo de perversiones y ambiciones fuera de control en el que la insatisfacción, el descontento, el malcontent, es la sensación dominante.
(“Un amontonamiento sistemático de horror sobre horror”)
William Archer
La Duquesa de Malfi: la controversia del sensacionalismo
(“No vayas más allá en tu crueldad”)
La Duquesa de Malfi de John Webster, estrenada entre 1613 y 1614 por The King’s Men en el teatro cubierto de Blackfriars, dramatiza la historia real de la italiana Giovanna d’Aragona, novelada por Bandello, versionada por el francés Belleforest y llegada a Inglaterra en versión de William Painter. La historia de Giovanna d’Aragona resuena en el pasado inglés en aquella de Catherine de Valois, viuda de Enrique V, y en la actualidad de Webster en el escándalo de la boda, en 1610, de Lady Arbella Stuart, prima del rey Jacobo I, con un intelectual de Oxford en contra de la prohibición explícita del rey.
Webster toma una fuente de la tradición literaria basada en hechos reales y con resonancias contemporáneas a su público para construir un relato de terror (híbrido de alta tragedia y revenge play), que por su efectismo ha sido calificado de “sensacionalista”, en el que una espiral de crueldad se despliega sobre los personajes hasta la total destrucción del sistema de relaciones de la pieza.
En un mundo de asfixiantes relaciones fraternales, la Duquesa viuda de Malfi, tomando por esposo en secreto a su mayordomo Antonio, se enfrenta a sus dos poderosos hermanos: Fernando y el Cardenal. Un espía a las órdenes de los hermanos de la Duquesa, Bosola, malcontent por excelencia, descubre el matrimonio y el embarazo que la pareja ha mantenido en secreto durante nueve meses y lo comunica a Fernando. La venganza de éste sobre su hermana desarrolla hasta límites casi cómicos la idea de crueldad: en su encierro es rodeada de dementes, cuerpos de cera a imitación de los cadáveres de su marido y sus hijos, ataúdes y sogas que, presentadas como “regalo de su hermano”, terminarán siendo instrumento de su muerte. Mientras, el Cardenal, que ha excomulgado en público a su hermana y a Antonio por inmoralidad, asesina a su amante, Julia, obligándola a lamer una biblia envenenada. Tras la interminable tortura, el personaje que da título a la pieza muere en el acto IV, dejando la acción de todo el acto V en manos de Bosola quien, arrepentido, decide vengar a la Duquesa y librarse del yugo de sus superiores, Fernando y el Cardenal, a quienes acaba asesinando así como, aunque en este caso por error, a Antonio. Al final de la pieza, solo Bosola y uno de los herederos de Antonio y la Duquesa sobreviven en el universo de Malfi.
El voyeurismo y el espionaje; la corrupción del individuo y del estado; la perversión y falsedad de la religión; la inoperancia de la familia y la inestabilidad de la identidad individual; la capacidad del ser humano para la crueldad, configuran en La Duquesa de Malfi un apretado mosaico temático que, lejos de ser planteado intelectualmente, se presenta como sucesión de imágenes, de atmósferas, de sensaciones: como un compacto y oscuro espejo del corrompido mundo.
En conjunto la pieza (“un mapa bidimensional de estados de ánimo y personalidades en relación recíproca”, según Ellis-Fermor), constituye un todo sorprendentemente atractivo en su oscuridad: un mundo claustrofóbico y sofocante, pero también fascinante en su brillantez.