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Debate Rajoy-Rubalcaba: “Estamos hablando de eso, de teatro” - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

A pocas horas del debate televisado entre Rajoy y Rubalcaba una tiene la sensación de que no es necesario esperar a la celebración del mismo para escribir esta columna. Un “cara a cara” absurdo, sin duda. Al igual que yo, estoy segura que muchos ciudadanos son totalmente conscientes sobre la inexistencia de un debate real entre los dos candidatos, que no representan ningún cambio, ni mejora real en lo que concierne nuestra realidad inmediata. Un circo televisado que no cambiará ni el resultado de las elecciones, (totalmente predecible e incapaz de reflejar lo que está ocurriendo en la calle), y que tampoco permitirá renovar la esperanza de millones de personas totalmente desubicadas con respecto al futuro. Aún así, estoy segura que muchos de esos ciudadanos lo verán, para simplemente ratificar lo que ya saben: que las instituciones políticas y sus candidatos viven en realidades paralelas a la nuestra.Mientras tanto, los medios de comunicación hablan sobre la preparación de ambos candidatos de cara a la importancia de dar una buena imagen. Sobre la importancia que han tenido en el pasado este tipo de debates, que se han revelado decisivos a la hora de dar la victoria a uno u otro.

Debate Rajoy-Rubalcaba: “Estamos hablando de eso, de teatro”

¿Para cuando un debate televisado entre los ciudadanos?

“No esperes resultados distintos, si sigues haciendo lo mismo” - Albert (...)
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“No esperes resultados distintos, si sigues haciendo lo mismo” - Albert Einstein

Lema de una pancarta, durante la manifestación en Madrid del 15 de Octubre, por un cambio global.

“No esperes resultados distintos, si sigues haciendo lo mismo” - Albert (...)
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“No esperes resultados distintos, si sigues haciendo lo mismo” - Albert Einstein

Lema de una pancarta, durante la manifestación en Madrid del 15 de Octubre, por un cambio global.

Virginia Fernández - La República Cultural

A pocas horas del debate televisado entre Rajoy y Rubalcaba una tiene la sensación de que no es necesario esperar a la celebración del mismo para escribir esta columna. Un “cara a cara” absurdo, sin duda. Al igual que yo, estoy segura que muchos ciudadanos son totalmente conscientes sobre la inexistencia de un debate real entre los dos candidatos, que no representan ningún cambio, ni mejora real en lo que concierne nuestra realidad inmediata. Un circo televisado que no cambiará ni el resultado de las elecciones, (totalmente predecible e incapaz de reflejar lo que está ocurriendo en la calle), y que tampoco permitirá renovar la esperanza de millones de personas totalmente desubicadas con respecto al futuro.

Aún así, estoy segura que muchos de esos ciudadanos lo verán, para simplemente ratificar lo que ya saben: que las instituciones políticas y sus candidatos viven en realidades paralelas a la nuestra.
Mientras tanto, los medios de comunicación hablan sobre la preparación de ambos candidatos de cara a la importancia de dar una buena imagen. Sobre la importancia que han tenido en el pasado este tipo de debates, que se han revelado decisivos a la hora de dar la victoria a uno u otro.

También sobre lo relevante que puede llegar a ser no sólo el espacio escénico donde se desarrolla, sino también la compostura de sus personajes. Su capacidad de oratoria, así como la importancia de saber transmitir seguridad y buena presencia en escena. Y sin duda, de pronto estamos hablando de eso, de teatro. Si se tratara de “teatro auténtico y del bueno” quizás aún me podría reir, pero ni siquiera es el caso. No hay arte, ni esfuerzo real a la hora de ser creativo en las campañas electorales. Los carteles y los vídeos no tienen un mínimo de creatividad, ni en su forma, ni en su contenido. Quizás porque básicamente el problema de base es que no hay contenido. Algo imprescindible a la hora de dar forma creativa a algo. Se trata de una pantomima incapaz de estar a la altura de esas obras de teatro que transmiten más veracidad y espíritu crítico que la propia realidad.

Me viene a la memoria la fantástica obra de teatro de la compañía Cría Cuervos, “pacto de Estado” que durante el verano pudo verse en la Sala Triángulo. El debate entre los candidatos invitaba a la participación de los espectadores, que durante unos minutos se quedaban perplejos y sin saber muy bien que preguntar a los candidatos-actores, que independientemente de las preguntas, se perdían en respuestas absurdas y sin sentido. Un diálogo de besugos que bien podría ser el mismo que el que veremos esta noche.

Ya en el pasado, el teatro se reveló políticamente como una herramienta eficaz para transmitir mensajes que calaran en una sociedad analfabeta. Ya sabemos que la propaganda en el cine y el teatro han servido para transmitir credos y visiones del mundo. En esa búsqueda de la felicidad, de la búsqueda de sociedades más perfectas, se ha recurrido a la imaginación para hablarnos de la realidad. Los políticos saben de la necesidad de actuar y ofrecer un papel creíble y coherente a la hora de mantenerse en el poder. Sin embargo, a veces se olvidan, que la realidad no es algo ajeno a los ciudadanos y tampoco sus consecuencias. No hay mentira que sea sostenible de manera prolongada en el tiempo. Desde hace tiempo, afortunamente el teatro se ha revelado sobre todo como una herramienta eficaz para despertar conciencias, más que para adoctrinarlas. Normalmente se habla de propaganda para dirigirse a un pueblo analfabeto y con poco espíritu crítico. Por desgracia, el teatro más crítico con la realidad todavía se asocia a una determinada élite, con una determinada cultura y educación.

Pese a todo, me gustaría creer que estamos bien encaminados hacia una era en que el ciudadano tomará porfín la palabra, cansado de un teatro de mala calidad, sin sustancia, ni contenido. Me gustaría vivir en un mundo donde los medios de comunicación, a menudo complices del adoctrinamiento y la falta de ética, fueran capaces por el contrario de promover el espíritu crítico, esa sería la verdadera revolución. Es hora de que el espectador se convierta en orador y sepa dar una respuesta firme a unos candidatos convertidos en títeres. Y la pregunta es: ¿Para cuando habrá un debate televisado entre ciudadanos?

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