Julio Castro – La República Cultural
Sería muy triste ver cómo se funden pasado y presente en los horrores de la represión, si no fuera por la forma en que compañías como La Tribu Imaginaria lleva al escenario esa realidad que, de otra manera, seguramente aún podría hasta ser perseguida. Y es que la inquisición no murió y nunca descansa, el santo oficio cambió de formas pero no de fondo… alguien podría pensar, incluso, que siguen siendo los mismos momificados que hicieron su pacto con dios,… o con el diablo.
Y digo esto en cierto tono de broma, pero con ironía, porque así es el trabajo que esta compañía ha puesto en marcha recientemente. En formato de Commedia dell’Arte, y con un argumento que arranca en lo más clásico de ese género, los personajes van explicando ante el representante de la iglesia el motivo de su tradición llamada El Peropalo, relacionada con las fiestas de los ritos paganos del carnaval o cercanas a ellas, pero que han ido adquiriendo un carácter de intencionalidad religiosa, debido a los sucesos que en el renacimiento dieron lugar a esta comparecencia ante el oficio.
En realidad el personaje es alguien que acaba pagando por los males de tod@s, tenga o no culpas de nada, y que se decapita y descuartiza tras ser manteado, para acabar en el viejo rito del fuego. Como la víctima podría haber sido un cristiano, se le cambió por La Quema del Judas, como también es conocido, identificando el sacrificio como rito antijudío. Poco tiene que ver un tema con otro pero, como veremos en la función, los condicionantes llevan a justificar todo en esta vida. Sin embargo, este conjunto de actrices y actores convierten en chanza y crítica mordaz lo que otros convendrían en tragedia.
Parece increíble que en un local tan pequeño como es el escenario de La Escalera de Jacob, pueda caber todo el elenco que compone la obra (ocho en total), desarrollando la actividad que ponen en marcha y que, por momentos, es frenética. No es extraño que te pasen un plumero por la cara o que te consulten algo en cierto momento de la obra: todo contribuye a la diversión.
Pero no estamos solamente ante el típico espectáculo lúdico, de entretenimiento, porque, como decía antes, la crítica mordaz está en el texto y la encontramos en tiempo presente, ya que, como la compañía indica “Considerando que el Papa Benedicto XVI asegura ‘que la Inquisición fue un progreso, porque desde entonces nadie puede ser condenado sin una investigación’ proclamamos, siguiendo esta doctrina papal, que los asesinatos selectivos, las ejecuciones en Palestina en Afganistán o recientemente en Pakistán, perpetradas por mercenarios en nombre de estados que actúan por sobre la Ley, deberán ser investigados y condenados si así corresponde, al menos como en la piadosa época de los autos de fe”. Es una de las ventajas de la Commedia dell’Arte, que siendo por sí mismo un género subversivo encalado con ciertos formalismos ante quienes son criticados, tiene una enorme versatilidad, pero exige el buen manejo de la expresión corporal, compensando el uso de las máscaras. Aquí, La Tribu Imaginaria hace un buen uso de esto y mucho más, porque encontramos en tan breve espacio desde la interpretación con máscara, al juego a cara descubierta, pero también está el uso de objetos y animación de títeres que contrasta con momentos de gran corporalidad, incluso danza y casi acrobacia.
Desde momentos expansivos hasta instantes puntuales de protagonismo de cada personaje, durante todo el tiempo vemos al elenco en escena, sin desvirtuar el foco de atención de donde la acción se está produciendo, pero no siempre se limitan a formar parte del mobiliario, sino que participan por momentos de la escena. Rozando en algunos instantes el esperpento, sus personajes parten de un graderío en el que las clases sociales se organizan por niveles, dispuestas en un escalafón en el que, por supuesto, domina la iglesia. El mismo graderío que enfrente ocupa el público que, si no es muy limitado, sabrá que sirve de espejo a la representación. Cabe preguntarse si los Peleles son gobernantes o gobernados.
Al cabo de los años sigue siendo una gran satisfacción encontrar que la gente más joven de la escena de nuestro país, no sólo tienen ideas frescas y saben lo que se hacen, sino que tienen un enorme espíritu crítico y la necesidad de exigir su libertad, que no está reñida con el desarrollo de un buen trabajo.