Manuel Gil Rovira – La República Cultural
Somos los que crecimos con Dalla, en este país un gran desconocido en sus directos. Tan sólo recuerdo que corrían los finales de los 80 del siglo pasado cuando Lucio Dalla vino a hacer de telonero de Joaquín Sabina en el Palacio de los Deportes de Madrid. Por aquellos años, alguno antes del concierto referido, Victor Manuel y Ana Belén, habían traído al en castellano una canción, Banana Republic, que era el título de un tema traducido por Francesco De Gregori que daba título a una gira y aun disco que De Gregori y Dalla hicieron en conjunto. Patxi Andión había hecho una de las suyas. Es decir, convertir en maravillosamente propia L’anno che verrà esto es, Transbordo en sol.
Digo que somos de la generación que crecimos con Dalla. En ese disco había una inmensa canción que nos traía al oído nuestra segunda Italia. La primera, la verdad, ya nos había acompañado en el coche con el disco Bella Ciao (con la Marini, etc…) y no nos había hecho daño el Modugno en castellano de suena el teléfono, del que después descubriríamos maravillas en italiano. La canción de Dalla era Piazza Grande. Esa canción que nos acogía en su seno (dormo sull’erba e tanti amici intorno a me / innamorati in Piazza Grande) y nos devolvía a la plaza que, aunque no era la referida en la canción, si era el lugar y el modo del redescubrimiento de la música de Italia. Era allí, en la Piazza del Campo de Siena, donde los estudiantes de verano coincidíamos con los alumnos de la Chigiana (Fondazione Accademia Musicale Chigiana) que tan pronto ejecutaban una pieza de Bach, como llenaban el entorno de un jazz, el más desmelenado o simplemente cantaban con la sola guitarra y algún arreglo la canción que para nosotros se haría banda sonora del año (L’anno che verrà). Entonces, e incluso más hoy, era la vida de Italia y era nuestra vida. Era en la piel una sensación de supervivencia; de saberse inventores de futuro aunque este se empeñe en no llegar, en ser robado por otros.
Pero digo que somos de la generación que crecimos con Dalla. Lo que los amigos músicos nos estaban contando en la plaza, el amigo profesor Gianni Iaquinta de la Università degli Studi di Siena, nos lo había puesto ante los oídos en sus clases de italiano para extranjeros. Los clásicos de la espera del disco Bella Ciao (Canzone delle donne, de Novecento, Il naufragio del Sirio, Addio Lugano) y la canción para los jóvenes que entonces éramos que era la Italia del momento: Caro amico, así nos quedaría a nosotros, L’anno che verrà, en su título.
Porque Lucio Dalla era eso: un acompañador histriónico, si por histrión entendemos a aquel que actúa y representa lo que quiere decir, de los sonidos hablados suyos y de su entorno. Y no sé si es casualidad que los primeros en dar la noticia en Italia hayan sido, a través de twitter, los frailes de la abadía de Asís, aquellos en tiempos jaculatores Domini, que en por entonces contaban las historias de Dios y de los hombres, ajuglarados con el laúd u otro instrumento ante el público.
Porque Lucio Dalla es eso. Es parte fundamental de la canción de autor en Italia. Es uno de esos juglares que un día parió un gran cancionero (Com’ è profondo il mare, es sólo un ejemplo) en el que la canción que le da nombre, escondía el más precioso jugo de lengua entre la imagen de seguridad y la de autoridad y miedo en un niño (cacciatore / Caccia: léanse ambas “cci” como ch castellana):
Babbo, che eri un gran cacciatore / Di quaglie e di faggiani / Caccia via queste mosche /Che non mi fanno dormire / Che mi fanno arrabbiare / Com’è profondo il mare (“Padre, tu que eras un gran cazador de tórtolas y faisanes, espántame estas moscas que no me dejan dormir, que me cabrean. Cuan profundo es el mar…”)
Imagen a la que seguía una juglaresca descripción de nuestra realidad de hoy y de entonces:
E’ inutile / Non c’è più lavoro / Non c’è più decoro /Dio o chi per lui / Sta cercando di dividerci / Di farci del male / Di farci annegare / Com’è profondo il mare (“Es inútil, no hay trabajo, no hay decoro/ Dios, o quien le represente, está intentando dividirnos, hacernos mal, ahogarnos. Cuan profundo es el mar…”)
Es eso: el gran juglar/cantautor que convirtió en los ‘80 con L’anno che verrà, a Italia en sus plazas y en sus aulas en una banda sonora. El que después inundó Europa con la voz de su amigo Pavarotti cantando Carusso y sabiendo que ‘querer’, en la ópera, o es antiguo, o es un dialecto culto (ti voglio bene assai, ma tanto, tanto bene assai).
En cualquier caso, el histrión Dalla lo había dejado claro en su caperucita particular (Attenti al lupo) del ‘90. Aconsejo, todo Dalla sí, pero el youtube de Attenti al lupo sube el ánimo.
Todo Dalla entra en el ánimo, en el alma que es la misma palabra. No siempre cuenta lo que en la tristeza nos pasa. No siempre nos dice lo que de luminosos podemos ser entre lo oscuro. Reitero que somos de la generación que crecimos con Dalla. Y que cuando hace trece años nació mi sobrina Paula la pensé con un nombre con la que ella no sabe que la pienso, y la culpa es de Lucio: e se è una femmina si chiamerà, futura.
La discografía la podéis encontrar en su página web. Sus amigos musicales se pueden rastrear en Google. Si alguien quiere ir un poco más allá, dado que en Milán ya no existen los sitios en lo que una vez se cantaba, quedaos en Bolonia, allí incluso podrías ver una preciosa foto en una osteria fuori porta, en la Osteria da Vito.
Decía que soy de esa generación que ha aprendido a vivir con Dalla. Que quiere con estas líneas ofrecer un Recuerdo a uno de los más activos actantes que ha contado Italia. La que, a pesar de todo, es capaz de ser alegre. La que nunca es alegre si no es consciente de sí misma. Me vais a permitir la expresión, la que se “chotea” de si misma, consigo misma, porque siempre ha estado empeñada en conocerse.
Ahora sólo me queda devolverle a Lucio lo que nos hizo. La versión de Patxi Andión es inmensamente buena. Pero no es la que necesito hoy. Hoy necesito a mi Dalla del ochenta y muy pocos, cuando quería saber entre el aula y la plaza cómo nos vendrían los años.
El año que vendrá
Querido amigo, te escribo, así me distraigo un poco
Y como estás tan lejos, más fuerte he de escribirte.
Desde que te fuiste, hay una gran novedad,
El año viejo por fin se ha ido,
Pero algo hay que no funciona
Se sale poco por la tarde, hasta en días de fiesta
Hay quien ha puesto sacos terreros junto a la ventana,
Y se mantiene un silencio durante semanas enteras,
Hasta a los que nada tienen que decir
Les sobra el tiempo.
Pero la televisión ha dicho que el nuevo año
Traerá una transformación
Y todos estamos esperando
Habrá tres Navidades y fiesta todo el día,
Todo Cristo bajará de la cruz
Y hasta volverán los pájaros
Tendremos de comer y luz todo el año,
Hasta los mudos podrán hablar,
Mientras los sordos ya lo hacen.
Y se hará el amor cada uno como quiera,
Hasta los curas podrán casarse
Pero sólo a una cierta edad
Y sin gran escándalo alguien desaparecerá,
Serán quizá los muy listos
Los cretinos de todo tiempo.
Ves, querido amigo, lo que te escribo y te digo
Y como estoy contento
De estar aquí en este momento
Ves, ves, ves, ves,
Ves amigo mío todo lo que hay que inventar
Para poder chotearnos,
Para continuar esperando.
Y si este año, al fin, pasase en un instante,
Ve, amigo mío,
Cómo se vuelve importante,
Que en ese instante hasta estoy yo.
El año que está llegando tras un año pasará
Yo me estoy preparando, esta es la novedad.