Julio Castro – La República Cultural
“Neruda nos esperaba junto a la pasarela del barco, nos ha ido llamando por nuestros nombres uno a uno…” dos emigrantes salen en barco, reeditando la historia del Winnipeg o de cualquier otro navío. Pero es el verano del ’39, y antes hubo otros barcos, muchos desde principios de siglo. Gentes que habían pasado por el hambre, o que habían vivido una gran guerra.
Las cartas partieron detrás de l@s emigrantes, igual que esas aquellas personas, muchas llegaron a su destino, fueron parte de la historia de un intercambio entre un pueblo que ahora eran dos, pero otras se perdieron por el camino. Quién sabe si sus destinatari@s las habrían recibido, si aquello era una parte de los anhelos que les hubieran hecho seguir adelante, mantener un hilo con su patria chica, con sus gentes, regresar o reunirse en algún punto de este planeta.
La historia que nos cuenta Escena Miriñaque en su último montaje para adult@s es uno de los mejores trabajos que he visto últimamente. Si la temática se aproxima al trabajo de Acciones Imaginarias, Adiós mi España querida, que protagonizaba Eva Egido Leiva, realmente son dos montajes paralelos, que convergen en la temática de la emigración forzosa, la de buscar la supervivencia, ya sea por el alimento, ya sea por salir de la miseria, ya sea por salvar el pellejo o por tener la posibilidad del desarrollo intelectual, personal, colectivo…
No es sólo el contenido, es la forma de realizarlo, el trabajo que se advierte, que se ve detrás del montaje y previo a la idea definitiva que ha hecho posible estas Cartas de las golondrinas.
Noelia y Esther no reinventan, no reviven, ni transforman la historia, hacen que la historia sea real a partir de la profunda investigación que han realizado desde el planteamiento de Blanca del Barrio, creadora y directora de esta obra, en la que muchos de los textos son reales, provienen de documentos analizados de cartas no entregadas en destino.
Como luego me explica Esther, Blanca les dejó el material de la obra, como las mesas, para que investigaran en su trabajo, y así, con un par de maromas, nació la pasarela del barco, o las ventanillas en las que se trata de agilizar los papeles de inmigración y los permisos de trabajo, que nunca llegan, o el vuelo de estas dos golondrinas con sus cartas.
Es la historia de las dos orillas, las grandes mesas vacías de alimentos en nuestra España, que se van reduciendo a medida que parten sus integrantes, “Te fuiste como se van todos, en busca de algo mejor…”. Pero no sólo es llegar tras la el golpe de Estado militar en España, porque desde la primera mitad del siglo XIX y sobre todo en las primeras décadas del XX, los barcos arribaban tras varias semanas de viaje a Montevideo, y de allí a Buenos Aires. En uno de ellos viajan Jana, una judía polaca, y Encarnación, una española del norte de España, allí traban amistad y se funda la solidaridad, entre ellas, en las tripas del barco donde encuentran que la sociedad se repite: los que viajan arriba, que viajan cómodamente, en el barco y en la vida, los de abajo, penurias, carencias y sufrimientos.
La llegada les depara encontrarse con los llamados “conventillos”, lugares de alojamiento hacinado, insalubres, poco adecuados. Una de las cuestiones más interesantes del montaje consiste en la traslación de lo pasado en el exilio de español@s y otra gente de nuestra Europa, a la situación actual: cayucos, naufragios, dificultades en los trámites de papeleos, discriminación, hacinamiento ¿en qué se diferencia todo? ¿qué hemos aprendido?
Y aunque este no es el eje central de la temática, si me parece que es donde reside toda la fuerza del empuje creativo de la compañía. De ahí el interés, no sólo escénico, sino también educativo para todas las edades. Además de la gira internacional (parece que Madrid se resiste más que Wasington a apoyar un proyecto así), hay idea de llevarlo a centros educativos por España.
Se me queda corto decir algo del trabajo escénico de Noelia Fernández y Esther Aja, porque el resultado de esta propuesta parece comprometido en gran medida con el equipo que lo desarrolla, y que sin él no sería lo mismo. Hace unos años que llevo viendo sus montajes teatrales para niñ@s y para bebés (Los viajes de Petit o Dulce de leche), y en el escenario son parte del mismo, logran ocupar cada rincón de él, dando una idea nueva de cada espacio, con movimientos sueltos que, cuando en cada obra se transforman en breves coreografías rebosan el encanto de su expresión.
Finalmente he logrado ir a ver un trabajo para adultos de Escena Miriñaque, y hay que decir que, en este caso, Cantabria está de suerte de tener allí a esta compañía y su sala teatral, y el resto tendremos que conformarnos con verlas de vez en cuando por aquí, desplazarnos a Santander, o emigrar a otro continente donde las programen más. L@s intelectuales españoles también tuvieron que emigrar en su momento por numerosas causas, muchas de ellas represivas y otras no, esperemos que no llegue de nuevo el momento, porque como dicen ellas en las “fotos para no olvidar”: “Nosotros, los que nos vamos, nos arrancamos la memoria”.