Julio Castro – La República Cultural
Una mujer moribunda que se desvanece pero logra articular en uno de sus últimos esfuerzos vitales un “mu-cho” a su antiguo amante (así, con sus dos sílabas), la niña de un diario que recoge flores y que cuida de su hermanita, con la que compite y a la que rechaza, pero que irán apareciendo de forma recurrente… Distintos personajes van surgiendo de la acción de Ester Bellver, la mayoría, lógicamente, femeninos, algunos, como Eneas o Acestes, no lo son, pero están allí sólo por interacción.
Ester Bellver tiene la posibilidad de variar mucho su registro, sin abandonar su forma de salir a un escenario, y eso lo demuestra claramente en este nuevo trabajo, que monta a partir de textos de Agustín García Calvo, a través de los cuales ha realizado su dramaturgia, un texto profundo y realista, que puede partir de la narración o de lo vital.
Y es que, desde poco después de su comienzo en este estreno, percibo la sensación de un contenido único pero que logra llevar al espectador una “riña” entre lo clásico y lo contemporáneo, que le permite dar a Ester el tono que ya dio en otras ocasiones, para resultar en un formato que la actriz desarrolla como la levedad de un clásico (tal vez más romántico) que se hace rápidamente en la fuerza de un contemporáneo.
Las tragedias pueden tomar un sabor más romántico, mientras que otras pueden dejar un cierto sabor de sátira, de humor irónico, que no relevan de su peso al texto, pero que sí juegan a la confusión del espectador, a través de la confusión de sus personajes, quizá en un juego de sombras y proyecciones que lleva a cabo la misma actriz, casi como en un recuerdo al mito de la caverna, aprovechando a los propios clásicos que tiene como protagonista de fondo a Creusa. Allí, los personajes no discernirán claramente si son entes reales o proyecciones escénicas, y recurrentemente regresa la niña de las plantas y los venenos, o aparece la mujer, tú, en tu balcón, sola, solita, desesperada…
Con un cierto toque lorquiano recibo cómo Ester recorre la metáfora de la vida, del tiempo que poco a poco te quita las cosas que te ha dado, y que en un instante acaba de quitarte todo. El romance irrumpe entre la prosa o la poesía de los textos, a veces a modo de bolero, o de puro romance clásico con una luna convertida en pandero, que nos viene a demostrar que las metamorfosis clásicas también son posibles en la obra de esta actriz. Y casi al cierre reúne a sus personajes en la música: “cuando huyo de ti, amor, es cuando más te quiero”.