Blanca Vázquez - La República Cultural
Kathryn Bigelow ha vuelto, y lo ha hecho con polémica. Al menos en los pasillos de la alta política estadounidense. Ella empeñada en ir a por más Oscars, aunque esta vez al Tio Sam se le va a ver el plumero de la influencia del lobby politicastro en sus premios, y han puesto a la Bigelow en la lista negra. Después de dejar la caricia de las olas con tablas de Surf en Le llaman Bodhi, la realizadora californiana se ha centrado casi exclusivamente en tácticas militares, K-19: The Widowmaker (2002), y la cinta del oscar, En tierra hostil (2008), lo confirman. Siguiendo el mismo camino, ahí estaba ella, junto al guionista y productor Mark Boal, (también autor de En el valle de Elah -2007-) filmando un proyecto sobre la infructuosa búsqueda durante toda una década del terrorista más buscado, Osama Bil Laden, cuando ocurrió lo inesperado. OBL fue capturado en mayo de 2011 por el equipo 6 de la marina S.E.A.L, lo que hizo cambiar considerablemente el proyecto, y centrar el eje del film en esa captura. Algo que la Bigelow hace a la perfección. Título final del mismo, Zero Dark Thirty, (La noche más oscura) como llaman los militares a la noche cerrada sin hora fija.
En la misma línea y casi prima hermana de En tierra hostil, Bigelow ha facturado otro estupendo trabajo a caballo entre un documento informativo o crónica política y una nada complaciente historia sobre las tácticas, intentos, contactos y obsesiones personales acerca de la búsqueda durante toda una década de OBL.
Desde el comienzo nos situamos en el post 11-S, a través de la mirada de la protagonista, Maya una analista de la CIA (magnífica Jessica Chastain) recién estrenada en la agencia. Joven, fría y contundente, irá aprendiendo a superar o tragarse los momentos más duros, aquellos que luego fueron descubiertos bajo el escándalo del abuso de Abu Ghraib. Apuntamos que Bigelow y Boal no se implican en juicios de valor, su mirada es más bien observadora, haciendo que así sea también la del espectador del film, lo que tampoco significa que la realizadora sea especialmente contundente, ya sabemos que eso es imposible. Los hechos son los que son, quien quiera que se ocupe de tarea tan ingrata, ya sea solucionar el problema (más complicado de lo que cabría suponer) del terrorismo en territorios tan hostiles, ya evitar más violencia, ya conseguir información, etc. Lo que está claro es que tales tareas conllevan un sacrificio personal inimaginable, a nivel psíquico y físico, por muy de élite que sean los encargados de tal tarea. De alguna forma esta puede ser una traducción del film, entre otras. Pero no olvidemos que estamos ante una ficción, aunque directora y guionista hayan tenido acceso a documentos oficiales. Y ahí es donde reside la contundencia y atractivo del film.
La fortaleza del film se sustenta sobre las escenas a las que abocan todo el entramado que va construyendo la perseverancia de Maya acerca de la sospecha de que el correo que trabaja para Osama es un tal Abu Ahmed, es decir la parte final, la operación del grupo de marines, que viene a durar pocos minutos menos que la operación real. Escenas que mantienen al espectador alucinado, dotadas de un verismo y un “savor faire” tecnológico y técnico como solo sabe la Bigelow. (Pero aclaremos que en ningún momento anterior decae el film).
Interesante la mirada hacia esos marines, actores bien escogidos. Los blackhowks secretos que utilizan para la operación, uno de los cuales se accidenta, sus personales intereses, lo que les da cierta personalidad más allá de sus actividades tácticas. Tensión que tienen reminiscencias del mejor film de ciencia ficción en otro planeta, como un grupo de bailarines que ajustan sus movimientos en una coreografía perfecta.
Tercera parte del film consecuencia de la imposición, más que de pruebas reales, que no las tenían, (bien podía haber sido otra cagada a lo armas de destrucción masiva) por instintos, observación y venganza personal (compañeros suyos murieron en una emboscada) de una mujer, que se enfrenta casi a la cúpula política para que actúen.
Bigelow es mala. Deja al espectador que observe, mire, y si quiere juzgue, allá él.