Julio Castro – La República Cultural
Un escenario de pájaros trinando da la entrada a Provisional Danza, primero Alejandro Morata, luego se incorpora Carmen Werner, así, juntos, irán explorando el entorno, escuchando, buscando expresivamente lo que el oído les anuncia. Posteriormente se dará paso progresivamente a Shintaro Hirahara, Yasushi Shoji Aya Yakushiji, l@s integrantes de Shun-Proyect, compañía japonesa que comparte en esta ocasión el proyecto con Provisional Danza. En concreto es la aparición de Shintaro Hirahara, la que hace que los movimientos que se han ido desmarcando del colectivo, se conviertan en un único sólo en escena.
A través del movimiento iremos observando la respuesta más agradable a los momentos que estos Recuerdos pueden traer a escena, de manera que lo que en principio son acciones individuales o de pequeños grupos, paulatinamente va englobando al resto, para mostrar una serie de relaciones e interacciones personales.
A ello se suma la iluminación, que va creando ambientes desde espacios abiertos y de luz solar, como la mañana con los trinos de aves al comienzo, para ir avanzando hacia momentos más brillantes y cálidos que concluirán en el oscuro.
Todo parece organizarse entorno a un cumpleaños, una celebración,… pero también entorno a una serie de objetos que pueden generar la satisfacción de quienes los han elegido. Lo curioso es que lo particular de cada cual (habría que conocer el motivo de la elección de un zapato, una cámara de fotos, o un muñeco de peluche), concuerda en el conjunto de la escena, ya que cada uno de los objetos pueden representar una ilusión independiente, como también pueden ser los regalos de una fiesta de cumpleaños. Y así se traduce en cada escena, en los movimientos, y en las acciones individuales o colectivas.
El momento caja de regalo, establece una clara comunicación entre los bailarines de ambas compañías, da paso a unas acciones colectivas, más coordinadas entre sí. Pero aunque el tema de la caja de regalo acaba por jugar un papel más duradero, no faltan otros momentos, en los que, como siempre, golpes de efecto y de humor protagonizan escenas de las dos compañías, que intercambian conceptos divertidos (un juego de los bailarines con el pelo y la manera de peinarse, especialmente gracioso en ciertos casos…).
Si la primera parte arranca con música clásica, poco después cambiará a otros estilos, cuajados de silencios muy activos, pero volveremos finalmente a un adagio de piano para cerrar. En cuanto a la interacción de ambas compañías, dejan la impresión de estar intercambiando estilos bastante diferentes, que son adoptados, o inmersos en el estilo propio de cada cual, como dos mundos que invitan a un intercambio, un aprendizaje eficiente que da sus frutos… la impresión es la de estar intercambiando en directo (¿cuánto de esto hay?), aunque sepamos que el trabajo creativo previo que hay detrás está bastante elaborado. Es como si quisieran demostrarnos que el intercambio está vivo y que hay mucho que aprender siempre, como un falso “work in progress”. Así que, además del gran volcado de trabajo, nos dejan una parte muy efectista para pensar tras disfrutar del resultado.
En este caso, la compañía ya había contado con Shintaro Hirahara para un trabajo anterior (concretamente A fondo, en 2011), y sigue siendo un gran exponente en esta nueva propuesta, pero no tiene nada que envidiar el resto de los componentes de la compañía japonesa. No hay mucho nuevo que decir acerca de Carmen Werner o de Alejandro Morata, tanto en la parte creativa, como en el resultado de su actuación, tal vez que en este caso tengo la impresión de notar a un Alejandro que se dedica a unos movimientos más suaves, más atenuados (me refiero especialmente a manos y brazos), como si enlazara menos bruscamente los momentos, aunque sin dejar de mantener la energía habitual. En esta ocasión no hay texto verbalizado, que tantas veces dedican al público, aunque Carmen no se resiste a dirigir unas palabras en algún momento, sin llegar a vocalizarlas.
Estos trabajos tienen algo de triste, en lo efímero y evanescente que demuestran en nuestra escena, porque se crea y se destruye inmediatamente. Somos afortunad@s quienes podemos acceder a conocerlos, pero finalmente queda la sensación de las cosas que se crean sin que otros puedan llegar jamás a conocerlos. Puede ser parte de lo más terrible de nuestro panorama escénico, al igual que todas esas cosas que jamás se pueden llegar a mostrar.