Julio Castro – La República Cultural
Un grupo de espectadoras vienen juntas. Hay algo de tensión antes de comenzar y, al terminar la función, la que se sienta junto a mí, no puede evitar el comentario, entre divertida, sorprendida, acaso algo desolada, con algo así como “y esto resume mis cinco años de carrera de Historia del Arte”. La “parodia educativa” de Seven Inks, que ha escrito y dirigido Ernesto Filardi, y que en esta ocasión también integra en el elenco de actores, ha estado a punto de dejar pequeño su anterior proyecto, que también ha rodado y sigue rodando en el mismo espacio madrileño, pero que además ha recorre el país. Aquel era su Historia de España en 70 minutos, ahora, con gran ambición, nos presenta su versión de las artes plásticas y arquitectónicas alrededor del mundo.
Partiendo de las cavernas, donde la comida y las tetas parecen monopolizar a nuestro artista primigenio, el trío que componen el propio autor, junto a Iria Márquez (en su caso se podrá ver sustituida por Luna Paredes) y Javi Rodenas, recorrerá el tiempo y el espacio de nuestro planeta, con mayor o menor detalle, y con un increíble volumen de información, que sintetiza casi todo el panorama imaginable (y bastante de lo inesperado), favoreciendo la curiosidad entre el público, así como una manera interesante de plantearlo.
No es banal la manera de presentar la obra, porque igual que se descuelgan con una frase incisiva como “súbeme el IVA si quieres, pero no digas que es entretenimiento”, la crítica está junto a cada momento “cualquier gobernante se daría cuenta de que tener a los artistas a su lado…”. No dejan de aparecer momentos adecuados, mirando a la historia y a la actualidad, aunque sin señalar, como el comentario en la Grecia que conquista Roma “tanta democracia y tanto progreso, para que los mejores se tengan que ir a trabajar al extranjero”. O la explicación de que “el arte no es gratis, y da de comer a mucha gente”.
El tono de continua comedia responde al estilo del autor y, como era de esperar, en gran medida a su manera de ver las cosas. Pero esto no significa encontrar patochadas, ni un trabajo fácil, porque si en un comienzo, el montaje previo del que este es “alter ego” (el de Historia de España…), parecía un formato hecho más para divertir recogiendo gags de nuestras peculiaridad, el tiempo ha demostrado que el volcado de trabajo y buena parte de sus contenidos son muy capaces de equilibrar humor y proyectos culturales / educativos. Y tomando el testigo de aquel, han querido profundizar en el sistema que les ha facilitado el éxito, con esta nueva creación escénica.
No soy partidario de las “segundas partes”, pero es que el proyecto viene muy innovado, e incluso crecido. Uniendo esto a la profesionalidad del equipo artístico, no es extraño encontrarnos en una discusión de Pericles, Fidias y Policleto, unos minutos antes de recibir el “flash” explicativo sobre las estupas de la India. O pasar rápidamente del tópico cómico de los bárbaros, como carentes de arte propio, a la excavación de budas gigantes en la “locas” por parte de la dinastía Tang (harta de ser confundida con los fabricantes de zumos).
Como se puede deducir, ni esto sustituye a la Historia del Arte, ni pretende hacerlo, además de sufrir la complicación del paso de los siglos en su argumento, que hace más difícil de abordar de manera sencilla a ciertos autores y movimientos artísticos. Y pese a todo, logran mantener el nivel de atención arriba del todo, porque creo que será asequible para cualquier espectador, cualquiera que sea su nivel, ya que le alcanzará el contenido por la parte más histórica, o desde la vertiente más cómica. Por otra parte, salgo con la sensación de que lograrán generar unas grandes inquietudes en l@s asistentes, que favorecerán la necesidad de conocer algunas u otras muchas cosas a partir de lo que se les muestra. Así que, bienvenido sea el montaje.
No debemos olvidar que estamos en un teatro, que no en un aula de la universidad, y que no se trata de dar innumerables detalles: y pese a todo, su autor, en la pasión por el tema, ha querido cuidar cada momento, además de ser una obra viva que está en continua revisión. Y les aseguro que el complejo camino, acaba por conducirnos al graffiti… que es de donde partíamos.
No puedo dejar de reseñar que el elenco de la compañía tiene mucho que ver en los resultados, porque si el propio autor conoce el modo en que quiere tratar su obra y su propio personaje, esto facilita las cosas en escena. Pero también es verdad que, Javi Rodenas, al que hemos podido ver en otras propuestas humorísticas (3 deseos, Historia de España en 70 minutos), demuestra que es capaz de someterse a personajes de mucha mayor seriedad, trabajando otros registros sin ningún problema, como recientemente en Amor oscuro, dentro del ciclo de poesía en escena Los martes milagro, en una creación a partir de textos de Federico García Lorca; y antes en sus colaboraciones del Don Juan Tenorio que se muestra anualmente en el Campo de la Cebada desde 2011, organizado por César Barló.
Y dejo para el final a Iria Márquez, aunque previamente ya tenía el referente de una parte de su trayectoria artística, precisamente en el mismo ciclo de poesía en escena, pero con Palabra sobre palabra, dedicado a Ángel González, o previamente en La larga cena de navidad, con Teatro Guindalera, así como, claro, en el mismo Don Juan Tenorio, donde el papel de Brígida resume algunas de sus facetas más serias y más cómicas. De la actriz se podría decir que tiene la capacidad de mostrar con sencillez el gesto más elaborado de su expresión en escena, jugando a la vez con la seriedad y la complicidad. A veces parece que la inocencia hace presa de ella en el escenario, y es cuando su cuña te pillará desprevenido. En este caso, tampoco hay nada gratuito, y recomiendo fijarse que, además de los divertidos semi-disfraces de los actores, cuando comienzan a rodar las camisetas de la actriz, nada es casual, porque está complementando su discurso.
Habrá que ver en su momento a Luna Paredes, porque el juego entre ambas actrices que he podido comprobar en Historia de España… permite que se intercambien en diferentes funciones y, pese a tener cada una su propio estilo, que las hace muy distintas, consiguen parecer, la una, un calco de la otra. En este caso, además de lo anterior, ha protagonizado Los vivos y los míos (un grandísimo trabajo teatral de 2011-2012 con Turlitava Teatro), y ha venido compartiendo escena precisamente con Iria Márquez en los “Don Juanes” de 2011 y 2012, en su papel de Doña Inés (que nos facilita ver el contraste entre ambas).
Lo más satisfactorio sería que se lograse ver este montaje más allá de lo cómico o lo educativo, como un ejercicio de composición en el que el esfuerzo artístico provoca la risa, junto a las necesidades de un público que tiene que entender la cultura como algo más que un pasatiempo.