Julio Castro – La República Cultural
Un decorado al estilo de los musicales de Broadway: estamos en la avenida Madison con la 42 Este. Casi un clásico, con la línea del cielo al fondo, recortando e iluminando a medias un paisaje de tarde. Una divertida presentación nos introduce en esta locura, que bien podría habérsele ocurrido a Woody, pero que en este caso ha sido a Antonio de Cos.
A partir de ese momento, la ciudad desarrollará distintos encuentros entre personajes. Hay una historia detrás, claro, no podría faltar la secuencia romántica interrumpida, donde entre absurdo y absurdo, encontraremos tiempo para seguir fragmentadamente un encuentro casual entre dos anónimos: Preciosa y Perfecto, que podría derivar… o no. Quién sabe, habrá que verlo.
Todo se transforma en chiste, hasta la tentación de saltar desde un rascacielos, a perseguir a presidentes de los Estados Unidos o, mejor aún, a los casi-presidentes, porque la erótica del casi-poder, viene a ser mucho más atractiva.
Las escenas se suceden entorno a la esquina del encuentro inicial, o en parajes diferentes, da igual, un cruce u otro sirven para los sucesos que nos traen aquí. Los personajes funcionan muy bien de dos en dos, y la comedia es fluida, casi acelerada, a veces no hemos acabado de reírnos de un hecho, cuando nos alcanza el siguiente, sin dejar de tener un encanto a lo yanqui-cañí, porque no se trata de copiar ni de robar ideas, sino de crear, como bien lo ha hecho el autor y director (y como él mismo dice, podría haber sido cualquier otra ciudad).
Pero está ambientada y ubicada en esta Gran Manzana, desde la que Joaquín Navamuel, Mario Retamar y Carlota Romero, llevan a cabo un excelente trabajo en la acción, especialmente en la del diálogo, pero también es evidente que los movimientos están trabajados y asentados.
Si tengo que escoger, me quedo con la pareja de los sobreentendidos, que en su vida rápida no llegan a terminar las frases de sus diálogos, ni falta que les hace, pero son la vida misma en la ciudad de la aceleración, donde todo empieza, casi en el momento que termina, sean las relaciones o una obra como esta, que apenas somos conscientes de que llega a su final, como si acabara de comenzar.
En serio, un trabajo divertido e interesante, unos actores/actriz magnífic@s, y una ocasión de pasar un rato agradable. Un cierto sabor también a montajes de la compañía El Montacargas, como Cafetería para gatos, en el sentido de las cosas que parecen pequeñas, pero bien hechas y con estilo propio. Y, como es la primera dirección escénica de Antonio de Cos, habrá que aguardar para ver otros montajes a su cargo, aunque ya se pudo ver hace un par de años en Safronia. Lo cierto es que con el resto del equipo ha compartido diferentes trabajos, y en este caso, creo que el director ha sabido sacar buen partido de Carlota Romero, que me parece que hace un excelente trabajo, y casi todo el tiempo sirve de bisagra entre escenas. Joaquín Navamuel y Mario Retamar comienzan en un nivel alto desde la presentación y tienen un gran resultado, pero lo cierto es que me acaban convenciendo más las escenas que comparten con la actriz que las que llevan a cabo ellos dos.
No les basta con el texto y la acción, así que entre el decorado y el entorno que crean, han querido dejar hermosas imágenes en la retina del público. Insisto, con poco se hace mucho, y con ideas y voluntad, se llega lejos. En conjunto: una comedia para repetir si se puede.