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Julio Castro – La República Cultural
Toda una revolución corre por las venas de la compañía, no sólo es la Revolución Francesa, sino que vienen a revolucionar la revolución. De Copérnico y Galileo, con vueltas y revueltas alrededor del sol y los astros, a La Chica en el papel de María Antonieta, buscando respuestas, una denominación para las cosas… para lo que sucede en sus calles… ha llegado… ¡La Revolución! Y entonces llega.
Cuando la compañía, que ahora se llama La Bastilla Teatro, puso en marcha este proyecto como final de carrera en la RESAD, seguramente no esperaban terminar estrenando en el teatro Alfil, con este “Musical de Corte Revolucionario”, como lo denominan muy acertadamente, con todos los dobles sentidos del subtítulo. Y es que, además de teatro y musical, no hay duda de los cortes, desde los de la guillotina hasta los que a cada momento pegan a la historia, a fin de darle la vuelta a todo. No hay nada más revolucionario que revolucionar desde la historia y, para evitar las tergiversaciones, contar las cosas como son, aunque le pongas un escenario muy diferente, porque no habrá más remedio que hacerse preguntas, entre risa y risa, entre aplauso y aplauso, entre canción y canción.
Buena parte de la compañía ya formaba parte del elenco de Peleles (otro trabajo muy interesante con ciertas similitudes en el tratamiento de los personajes), y otra parte se incorpora a este trabajo. Han querido que los personajes tengan un cierto corte del teatro de la Commedia dell’Arte, más clownesco que la comedia de teatro convencional, pero diseñados en un entorno en el que el circo está por encima de todo: teatro-espectáculo, espectáculo-comedia, comedia-crítica.
Son implacables e imparables, y apenas da tiempo a asentar las ideas, aunque su lección es casi de libro, desde María Antonieta (Javier Carramiñana, en su personaje de La Chica), pasando por Sieyes (Marcos Castro) y los tres Estados, la Asamblea Nacional y Mirabeau… Una versionada toma de la Bastilla nos toma por sorpresa, para dar paso a Montesquieu y su propuesta constitucional. No dejarán pasar la ocasión para tocar las narices apenas con nombrar la “monarquía constitucional”, poco más hace falta, cada cual que entienda.
A partir de ese momento, tomarán el protagonismo Marat (Laura García), Danton (Virginia Rodero) y Robespierre (Nerea Palomo), acompañados por Carlota Corday, hasta el asesinato de Marat. Son distintas caras de una revolución, la primera revuelta popular, como bien recalcan al comienzo.
Así que el absoluto rey de reyes, Luis XVI (Nuria Onetti) y su reina, la iglesia y sus obispos (Sandra Frade), la burguesía y el pueblo, desembocarán en el terror y la reacción con Napoleón (de nuevo Nuria Onetti). Los personajes van rotando, apareciendo y desapareciendo a una velocidad de vértigo, haciendo los números y coreografías colectivas, en un sinfín que parece caos en un principio, pero que acabará demostrando la enorme organización y cálculo que hay en cada momento: todo el mundo tiene su espacio, su movimiento, su momento y su responsabilidad, y poco queda al azar. La revolución bien organizada, o la historia bien expuesta: saque cada cual sus conclusiones a día de hoy. Que quiero casi cerrar con una frase con la que celebran en un momento dado: “esta fiesta es bien distinta, se baila la ausencia de dios”.
Crítica, diversión, buen trabajo y adaptable para cualquier público, aunque la recomiendo para personas adultas, que sabrán disfrutarla mejor. Y por si faltara poco, con músico (Ángel Ruíz López-Gasco) en directo y al teclado, “aguantando la mecha” de actrices y actores.
