Julio Castro – La República Cultural
Mapas, maletas, zapatos bajo las sillas, “¿dónde vas? Allí, ¿y tú? ¡Allí!”. Son los medios para viajar, la búsqueda de un destino que te marcas, pero que no sabes dónde te ha de llevar. Y si aquí es el sitio donde siempre estarás, sin duda, allí es donde te gustaría estar, a donde vas a ir, a donde tratas de ir.
Nuestros personajes, fruto de una extraña mezcla que no ha de cruzarse más que de forma casual, nos hablarán de tiempos, medios y objetivos en los viajes, pero tod@s ell@s con la misma mecánica: “parto, viajo y llego”.
Cuando vi por primera vez un trabajo de Producciones Bernardas, me sorprendió la sencillez del haz de esta joven compañía, frente a la complejidad y la elaboración del envés que poseen sus propuestas. No sólo exponen lo que piensan, con un lenguaje propio, elaborado, que les comunica con el público, sino que se exponen con la frescura y la fluidez de la concepción de sus planteamientos.
Es una generación que hace mucho más que “elaborar” en su creación: se deja llevar a la hora de decir, así que, su trabajo de investigación teatral es el mismo escenario, el ser humano y su entorno vital o, dicho de otra manera: estamos allí para que comprueben que su trabajo es auténtico.
Tras aquello de Para poder seguir sin ser yo, han alcanzado otro tema básico, porque aunque el interés por el tratamiento de sus personajes está en la esencia vital de cada uno, y a la vez en la relación que establecen entre sí, la otra parte (la que trasciende a la explosiva comedia o a la dulce tragedia), esconde el deseo de cualquier ser humano, de cualquiera de quienes estamos entre el público, de avanzar, de evolucionar, de tratar de llegar donde nos impiden que lleguemos.
El tren llega tarde o no llega, pero en el camino, o en la espera, encontramos la vida que hemos podido alcanzar para vivirla. Y si hay suerte, en ese impasse de espera, tenemos la oportunidad para revisar nuestro pasado, para crear nuevas expectativas, y exigir y preguntar para seguir adelante hacia Allí, hacia nuestro destino.
Los cuatro personajes creados por Aldara Molero son cuatro costados del ser humano, así que encontramos a la que vive empeñada en querer viajar y no esperar (la propia Aldara), porque son las dos clases en que su madre dividió a la sociedad, y ella no será de las que se queden a esperar. Así que la ha caracterizado como la joven que quiere emprender el viaje, pero revisa sus fotos y postales del pasado, antes que mirar al futuro.
La artista cómica callejera (probablemente la inmigrante que se busca la vida como puede con su picaresca), hace su número artístico, o asalta a quien puede, pero siempre guarda esa mirada desconfiada. Tiene poco, nada que no sea lo que lleva en su bolsa o lo que logre quitar por ahí: puede que unos zapatos para seguir caminando, para aumentar su viaje. Pero nunca logra acabar su número artístico, porque el tren anuncia un nuevo retraso en la estación y cunde la desazón entre el público.
El inmigrante que quiere verse más integrado (Guillermo Sanjuán), y se esfuerza por leer en nuestro idioma, y que también está desesperado por emprender este viaje, es uno de los papeles más peculiares, porque él promete que llegará a presidente del gobierno, hará regalos a tod@s, pero, sobre todo, “os llamaré por vuestro nombre ¡no sois invisibles!”. Tal vez preconiza el final de la esclavitud, de la ignorancia de las personas… ¡largo viaje hoy día!
Y finalmente, el que tiene muchos viajes guardados en la maleta (Fernando de Retes)… y muchos sueños, pero no acaba de partir nunca, porque se piensa mucho las cosas.
Cada uno identificado por un símbolo (postales, zapatos, flores de papel y mapas en la maleta respectivamente), pero a partir de una frase tristemente famosa de nuestro parlamento, y al grito de “¡que se jodan!”, emprenden una comunicación colectiva, una revolución que comienza por incorporar su propio lenguaje, y abrir la posibilidad a nuevos caminos, en los que tod@s tienen su protagonismo y algo que decir.
“Vivimos en una maldita ¿democracia?, no, ¡burocracia!”, y así nos lo dejan ver, y como parangón del viaje personal, parece que el viaje nunca es el apropiado, así que, lo mejor, tal vez sería cambiar de zapatos, ¿te atreves a ponerte otros?