Julio Castro – La República Cultural
Estamos ante un trabajo unipersonal de María Escobar, en el que presenta un doblete entre la performance y la danza contemporánea que expone un sentimiento íntimo liberado a través de este formato dual, con una rememoración a la pérdida del ser querido, en este caso, el padre. La forma de mirar de la autora es de fuera adentro y de dentro afuera, y en ella nos muestra el daño físico, y el daño emocional, en un trayecto doble que se va concretando a lo largo de su exposición, pero también la belleza del interior y el exterior a partir de un proceso exploratorio consciente.
Todo arranca en la figura estática, que marca movimiento apenas con el pálpito a través de los dedos de una mano, como si señalaran el débil pero marcado latido de un corazón, que se va transformando poco a poco en algo más. A partir de ahí, la exploración se irá desarrollando en distintas formas, ya sea con las manos hasta alcanzar las parótidas, o en posición horizontal, trasladando sentimientos físicos a través de movimientos peristálticos del abdomen.
Si apenas utiliza elementos físicos (un banco que puede servir de camilla o de vehículo para pasar de un estado a otro), sí se proporciona una gran importancia a una serie de proyecciones, que culminarán sobre su propio cuerpo. Aquí ha tratado de plasmar la riqueza de la anatomía interna del cuerpo, dentro de la curiosidad exploratoria del propio sentimiento por la vida y por la ausencia y el deterioro, logrando imágenes de un gran colorido que evocan más a elementos de flora o de naturaleza geográfica, que aquello que la mente nos señala en el interior del organismo humano.
Al igual que la importancia de las proyecciones, la luz parece tener su trascendencia, con enormes contrastes que ponen en situación ciertos momentos. Así, las luces parecen un juego que permite pasar del exterior del cuerpo a las entrañas, mientras que las proyecciones suponen ese interior que siente con su exploración introspectiva.
A partir de este momento, el sentimiento se vierte al exterior, comenzando la otra línea exploratoria, mediante la cual va ejercitando cada músculo de su cuerpo, para sentir la tensión, hasta que el latido regresa incluido en sus ritmos, por medio de la música de piano.