Julio Castro – La República Cultural
Nuria (Andrea Trepat) es una joven actriz que ha venido a Madrid a comerse el mundo, porque piensa que todo es cuestión de actitud ante la vida, y de desear las cosas. Alicia (Miriam Montilla) es una actriz con experiencia, quemada por la vida y evidentemente frustrada por el desengaño de una profesión que ha transformado todo en lo que no era o en lo que no quería que fuese.
Este maravilloso texto de María García de Oteyza y Rocío Literas, y su puesta en escena, demuestra lo esencial de las piezas pequeñas, sencillas, sin poco o nada más que un papel en la mano, que consiguen llegar al fondo del corazón del público. Las actrices están mostrando su desnudez más cruda ante los espectadores: la del significado de una profesión maltratada desde lejos y también desde su entorno, pero también está ahí la lucha por lograr ejercerla y la dignidad de quienes más respeto tienen por ella.
Así, pasaremos por reconocer la soledad de una actriz sobre el escenario, la falta de dirección escénica en tantos casos… Alicia nos mostrará el campo del cine frente al teatro, o percibiremos la crítica a los distintos problemas de la profesión, a la imagen que se crea sobre ella pero que no se corresponde con la realidad…
Ante la mirada arisca de una actriz que pelea con otra, como es el caso de Alicia, veremos a otra que cree que todas son iguales, pero que pronto descubre que la experiencia de la otra significa mucho, aunque seguramente no la vayan a valorar. El público se encontrará en mitad de la pugna del carácter impulsivo de la joven actriz, frente a la actitud irónica de la mayor.
Además del texto y la idea, que fácilmente pueden llegar mediante una buena dirección (como parece que es el caso), la formulación es muy interesante, no sólo en el formato ante el público, sino en la manera en que la frescura de Andrea Trepat, en su papel de joven actriz (que no sólo hace creíble, sino que invita a verla como inexperta en todo en la vida), enfrenta al más áspero de Miriam Montilla. Y lo digo porque no parece esperable conseguir observar la manera en que alguien puede crecerse desde un fondo como el inicial, para darnos un monólogo como el que arroja finalmente a escena. Claro, a lo mejor es necesario tener en cuenta que también la hemos visto en otros grandes trabajos, como los de Miguel del Arco Veraneantes y La función por hacer.
A much@s nos gustaría que la profesionalidad tuviera un valor en el teatro, en el cine, en cualquier lugar en los que el actor o la actriz se exponen, porque no sólo vienen a exponer la cara o el resto del cuerpo, están exponiendo lo que sus años le han dado, y nos lo regalan a cada momento. Tal vez así perduraría la ilusión de quien se enfrenta a ese mundo tan maravilloso y tan complicado a la vez.
Impresionante trabajo casi hasta las lágrimas, en serio, enormemente emotivo; y el desarrollo creciente de principio a fin, deja en el buena parte del público la necesidad de salir en silencio de la sala, con el máximo respeto a l@s profesionales.
Esto es teatro, teatro crudo cocinado en las brasas de espacios pequeños y desconocidos, por donde hoy día están pasando grandes actrices como estas y también grandes actores. En breve las veremos en otros espacios.