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Franz Hessel, nostalgia de dos ciudades - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

“Aquí poesía y verdad se compenetran realmente”, escribió Gershom Scholem a propósito de un libro de Walter Benjamin, Infancia en Berlín hacia 1900. La frase resume una aspiración de modernidad que dio lugar a un nuevo género literario, el cual, si el libro de Benjamin fue escrito a principios de los años treinta, había tenido su origen unos años antes en la obra de su amigo Franz Hessel, escritor y traductor casi desconocido en España del que la editorial Errata Naturae ha publicado las novelas Romance en París y Berlín secreto.

Franz Hessel, nostalgia de dos ciudades

De Berlín a París, un viaje literario en los inicios del siglo XX

Berlín secreto
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Berlín secreto

Portada del libro de Franz Hessel

Romance en París
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Romance en París

Portada del libro de Franz Hessel

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José Ramón Martín Largo – La República Cultural

Aquí poesía y verdad se compenetran realmente”, escribió Gershom Scholem a propósito de un libro de Walter Benjamin, Infancia en Berlín hacia 1900. La frase resume una aspiración de modernidad que dio lugar a un nuevo género literario, el cual, si el libro de Benjamin fue escrito a principios de los años treinta, había tenido su origen unos años antes en la obra de su amigo Franz Hessel, escritor y traductor casi desconocido en España del que la editorial Errata Naturae ha publicado las novelas Romance en París y Berlín secreto.

De origen judío, Hessel nació en la actual Stettin en 1880. Su vida se desenvolvió en torno al eje Berlín-París, lo que no resultaba nada fácil en una época en la que ambas ciudades se encontraron en el centro de dos contiendas mundiales. Traductor de Giacomo Casanova, Stendhal y Balzac, fue uno de los que en esos tiempos difíciles trató de tender un puente entre la cultura francesa y la alemana, lo que especialmente daría sus frutos en la parcial traducción de À la recherche du temps perdu que realizó conjuntamente con Benjamin, y que estuvo vigente en Alemania hasta que en 1957 pudo completar su versión Eva Rechel-Mertens. Tal desfase de casi cuarenta años entre la aparición de la obra de Proust y su primera traducción completa al alemán ilustra desde la perspectiva literaria las heridas y la tragedia de la relación franco-alemana, que son también las heridas y la tragedia del siglo XX. Ello explica en parte que el gran proyecto de Benjamin, su Libro de los Pasajes, que iba a ser un retrato cultural, político y filosófico de París quedara truncado, como ocurrió con su propia vida en la catalana Port-Bou, y como ocurrió con la vida de Hessel, muerto un año después también en el exilio o más bien camino de él, en Sanary-sur-Mer.

La peculiaridad de la contribución de Hessel a la obra de Benjamin consiste en el descubrimiento del personaje del flâneur, palabra que no tiene traducción y que designa al paseante ocioso y solitario, el cual callejea sin rumbo y aprehendiendo como al desgaire los signos inscritos en el espacio, signos del tiempo presente y también de otros pasados que se ocultan y se explican mutuamente. El flâneur no sólo constituye por sí mismo una visión del mundo, sino que es también, como hijo natural de Baudelaire, la encarnación de la modernidad: él es el hombre que se desvía de la ruta establecida para contemplar en la gran urbe lo que la prisa, el caminar con un destino preconcebido, no deja ver usualmente. Así su deambular es libre, abierto a sugerencias en las que el paseante podrá involucrarse, participando del conocimiento que la ciudad le ofrece y, de paso, del de sí mismo. El flâneur es un detector de atmósferas. No es extraño, pues, que tras la lectura de sus libros Kurt Tucholsky designara a Hessel más como poeta que como novelista, poeta de un Berlín al que también Benjamin dedicaría su libro mencionado más arriba, así como las conferencias radiofónicas que pronunció entre 1929 y 1932 y que fueron reunidas en el volumen El Berlín demónico. A ese Berlín iba a dedicar Hessel algunos de sus relatos breves y dos de sus novelas, a las que precedería su Romance en París, que se publicó en 1920.

El libro es la crónica epistolar que su protagonista y narrador dirige a Claude, amigo parisino, desde la posición que ocupa su regimiento. Corre el año 1915 y los viejos amigos que compartieron aventuras en París son ahora enemigos que, en el caso de que la guerra los hiciera coincidir, deberían matarse. Ya sólo este absurdo convierte a la novela en un poderoso alegato antibelicista, si bien el contenido de la misma se desenvuelve por otros derroteros. Y es que el autor de estas cartas evita en ellas referirse a la guerra, prefiriendo en cambio relatar a su amigo un episodio de su pasado común en París. Hasta el inicio de la guerra, el narrador fue en la ciudad del Sena un joven prototipo del flâneur, un alemán fascinado por la ciudad y su gente, frecuentador de los ambientes bohemios y de los tugurios nocturnos. El joven describe a su amigo las habitaciones en las que se instaló sucesivamente, desde las que “todas las voces y los gritos de París se fundían en un coro, lejano y sonoro, que, de manera maravillosa, me mecía y me despertaba”. El descubrimiento de París se convierte en aprendizaje personal en el que no faltan los amoríos, los bailes y las visitas al teatro. En medio de ello aparece Lotte, la chica alemana que ha sido enviada a la ciudad para perfeccionar su francés y que se reconoce ansiosa por participar de la “verdadera vida” de París. Pues ésta era para los europeos de entonces un mito al que no le faltaban razones para serlo, pero que junto a la bulliciosa y despreocupada existencia, anhelante de hasta la última gota de placer, presentaba otras realidades que el joven alemán querría ahorrar a la impaciente e inexperta Lotte. Ella se dejará introducir en la ciudad por el narrador, pero más tarde, huyendo del espíritu de protección de éste, volará por sí sola, lo que al cabo le servirá para incorporar a su propio aprendizaje esas otras escondidas realidades, no siempre gratas, de la “verdadera vida”.

El autor huye de la guerra y de los nacionalismos, por medio del recuerdo, para ilustrar esa otra patria intelectual y a la vez sentimental formada por inquietudes y vivencias comunes. En 1906, Hessel, que había abandonado sus estudios de Filología en Munich, conoció en París a Henri-Pierre Roché, al que introdujo en el círculo de la Closerie des Lilas, café de Montparnasse que por entonces frecuentaban Paul Fort, Guillaume Apollinaire y Alfred Jarry, entre otros. Hessel dio a conocer a Roché La interpretación de los sueños, que todavía no se había traducido al francés y que causó una viva impresión al futuro novelista. La relación entre ambos jóvenes fue intensa e incluyó el intercambio de amantes y un viaje de Roché a Berlín, durante el cual se alojó en la casa de la madre de su amigo. De los diarios personales de Roché escritos en esta época surgiría su novela Jules et Jim, que publicó en 1953 (con setenta y cuatro años de edad) y que fue adaptada al cine por Truffaut. Los protagonistas de la misma fueron inspirados por los recuerdos que tenía el autor de su amigo alemán y de su pasión compartida por Helen Grund. Ésta y Hessel, ya pasados aquellos locos años parisinos, concebirían a su hijo Stéphane, que con el tiempo sería diplomático, activista político y autor del libro ¡Indignaos!, que se publicó con enorme éxito en 2010.

La segunda novela de Franz Hessel disponible para el lector en castellano, que se ha editado este mismo mes, Berlín secreto, escapa de la nostalgia parisina para incurrir en la berlinesa, a la que aún habría de dedicar su autor no pocas páginas, entre ellas las de Paseos por Berlín, obra que en su día fue publicada entre nosotros por la editorial Tecnos (y que hoy está descatalogada). ¿Y acaso no es también un libro berlinés la biografía que nuestro autor escribió de Marlene Dietrich, que fue publicada en 1931 y en la que Hessel nos invita a la flânerie más interesante: la que nos lleva por la calle de la fantasía hasta el cuerpo del deseo? Pues sucede que esta Marlene de la que habla Hessel, cuando ella apenas empezaba su carrera internacional, no es sino la versión berlinesa del arquetipo del disfrute y el placer, para los cuales el hombre no escatima catástrofes ni dolores de cabeza. De esto trata también Berlín secreto, que se publicó en 1927 y que nos devuelve a los cabarets, los salones y los bailes de El ángel azul, esta vez en torno a un inestable triángulo amoroso iniciado en una fiesta de disfraces. La narración, concentrada en el curso de un solo día, retrata a ese Berlín alocado de los años veinte que tanto debía a París sin saberlo, como ignoraba igualmente lo que se avecinaba. De esto último hay sin embargo indicios que no escapan a la observación del narrador, como por ejemplo la desbocada inflación, pero lo que cuenta en esencia vuelve a ser aquí, como corresponde a la juventud de sus protagonistas, esa intuición de la “verdadera vida” que ya movía los resortes de la incauta Lotte en su escapada parisina. ¿Qué quedaría poco después de las guirnaldas y los adornos florales que decoraban los salones próximos al Tiergarten?

Este maestro del paisaje urbano que fue Hessel se sirve aquí de un episodio personal (como haría Roché en su Jules et Jim) para mostrar la historia del profesor Clemens y su mujer, Karola, a la que el joven y ocioso Wendelin ha hecho perder totalmente la cabeza. En esta novela, junto al romance y el homenaje implícito a la ciudad que le sirve de escenario, aflora, en mayor medida que en la anterior, la herencia de esa noble tradición de las letras alemanas que es el Bildungsroman, la novela de formación que aquí protagoniza el irresoluto Wendelin, dividido entre su amor a Karola, la certeza de su partida inminente y las francachelas que se corre en los garitos berlineses. Contrapunto a las perturbaciones sentimentales de los protagonistas es en estas páginas, asimismo, la añoranza de personas ausentes y de la seguridad (o las nuevas perturbaciones) que ellas, a su vez, prometen: “Mi marido ahora está movilizado, según dice. Aplica a la vida civil esta expresión procedente de la jerga militar y de trincheras sin siquiera pensarlo. Le alegra mucho que me hagas compañía. Aquí tendrás una bonita buhardilla… Cuando mires desde la ventana tendrás un cielo tan estrellado por encima de ti como sin duda no se podrá ver por encima de tu palacete en la avenida Unter den Linden, y en la planta baja tendrás a tu fiel prima… ¡Vente!”

Con razón afirma Benjamin en el epílogo a esta novela que su historia es “una partida jugada por héroes griegos vestidos con trajes modernos”. Figura central en esta partida, y en la propia vida de Hessel, fue Helen, su mujer, a la que compartió con su amigo Roché en París y que escapó de él fugazmente para vivir un idilio con el escritor Thankmar Münchhausen, idilio a cuyo término ella “volvió al redil” para reprochar a su marido que hubiese aceptado su aventura tan pasivamente. En esta historia incompleta al lector en español le falta el punto de vista de ella, cuyo diario, junto a sus cartas a Roché, fue publicado en alemán y traducido al francés hace ya tiempo.

Durante toda su vida Hessel fue un hombre de extraña generosidad”, escribió Oskar Werner; “todos los que le conocían admiraban la impresión de extrema amabilidad y de bondad que despertaba su persona”. Su obra, todavía no suficientemente conocida, no se reduce a la escrita, en forma de creación o de traducciones, y quizá sea aún más relevante en tanto que instigador de un entendimiento franco-alemán del que han quedado suficiente huellas, entre ellas las de su colaboración con Benjamin, con quien, según sabemos por éste, discutió extensamente los pormenores de ese trabajo monumental que, pese a haber llegado a nosotros inacabado, es el Libro de los Pasajes. Y junto a ello, en lugar destacado, queda en sus páginas la presencia de las ciudades que amó, incluso, y sobre todo, cuando estaban enfrentadas por la guerra. Pues, evocando aquellas París y Berlín de su juventud, sin duda habría suscrito las palabras de Siegfried Kracauer: “El valor de una ciudad se mide por el número de lugares que reserva a la improvisación”.

DATOS RELACIONADOS

Título: Romance en París
Autor: Franz Hessel
Traducción: Olga García
Editorial: Errata Naturae
Primera edición: 2011
Formato: 22 x 14 cm. 160 páginas
ISBN: 978-84-15217-03-9

Título: Berlín secreto
Autor: Franz Hessel
Epílogo: Walter Benjamin
Traducción: Eva Scheuring
Editorial: Errata Naturae
Primera edición: 2013
Formato: 22 x 14 cm. 152 páginas
ISBN: 978-84-15217-60-2

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