Ramami - La República Cultural
Se nota que les gusta España, no en vano, siempre han reconocido que aquí se les trata muy bien y si nos atenemos a lo habitual que se están haciendo sus visitas será que es verdad y no lo dicen por cumplir. El año pasado hicieron triplete en julio. Pasaron por la capital, de ahí se fueron a representar su papel de cabeza de cartel en el Contempopránea, para rematar su visita en la primera edición del Bona Nit en el recinto del Pueblo Español de Barcelona, compartiendo cartel con Dry the River, Kings of Convenience o Kakkmaddafakka.
Por cumplir tenían la promesa que hicieron el año pasado de volver con su tercer disco bajo el brazo, Let’s Go Extinct, al que ya nos presentaron en el Teatro Circo Price adelantándonos tres temas, Cell song, Landlocked y Myth of myself (A ruse to exploit our weaknesses). Un trabajo que ha salido adelante con la autoedición tras romper con Atlantic Records. No era su única novedad desde el punto de vista teórico, que no práctico. Llegaron con la confirmación de la baja de su baterista original Amos Memon, sustituido por Valentina Magaletti. Erróneamente en algunos medios aparece como que visita España por primera vez con esta nueva formación, pero en realidad, en la gira de julio del año pasado, Valentina ya ocupaba esa silla.
En la parte técnica, hubo más novedades con respecto a ediciones anteriores. Cathy Lucas, hizo uso de la sierra musical la cual alternaba con el violín y el mellotron, posiblemente el causante de los problemas de sonido que les acució durante los tres primeros temas pero que supieron solventar con creces para el resto de la noche. Nuestros oídos se lo agradecieron notablemente, no tanto por no tener que soportar una incómoda sensación de molestia sino por poder disfrutar un sonido o mejor dicho, de los variados, múltiples y enriquecedores sonidos con los que abrigan sus canciones, punto fuerte, por otro lado, de sus entrañables conciertos.
Pero donde seguramente más han buscado los cambios ha sido en las propias composiciones que completan este nuevo disco. Cargado de temas más intimistas, más reflexivos y comprometidos. Se han vuelto más metafísicos y miran el futuro con recelo, con preocupación. Un futuro incierto y dudoso. Inseguros de que los valores actuales sean los más favorables y que faciliten un desarrollo optimista para la evolución humana. Al menos ellos no se quedan callados y dan ciertas claves o ingredientes para poder subsanarlo, entre los que se encuentran la comunicación o la ecología.
Cada vez empieza a ser más habitual encontrarse con grupos compuestos por multiinstrumentistas y a razón del juego que los componentes de Fanfarlo despliegan no es de extrañar. Violín, trompeta, saxofón, pandereta, sierra musical, glockenspiel se unen a los habituales como la batería, bajo o guitarra para generar una atmósfera tan acogedora que casi hace imposible que alguna de sus canciones te pase desapercibida.
Si el nuevo álbum es más intimista no cabría esperar lo contrario del concierto que nos vinieron a plantear. La idea era presentar Let’s Go Extinct y para no desentonar planificaron una selección más acorde con el espíritu de este último trabajo. Podrían haber confeccionado un directo más potente pero optaron por uno más reflexivo. El comienzo no pudo ser más prometedor con Ghosts, Life in the sky y Deconstruction, pero los anteriormente mencionados problemas de sonido nos impidió entrar en calor a su debido tiempo. El concierto siguió por los cauces previstos hasta que después de tocar la esperada Luna le llegaba el turno a Comets (una de las grandes ausentes del año pasado) pero Simon Balthazar, quizás porque no le gustaba el cariz de tranquilidad que había en la sala o porque sus vibraciones le cambiaron el pálpito, decidió dar un giro a la set list y trastocarla, a mi juicio, con gran acierto. Se dirigió, uno por uno, a todos los componentes de la banda para comunicarles el nuevo orden a seguir. El show cobró más brío, más viveza, impregnándole de una mayor agilidad. La necesaria para hacer remover a sus fans de la baldosa a la que se estaban aferrando. La canción elegida para cerrar el bloque principal y dejar al personal más que satisfecho por su impetuoso final fue Harold T. Wilkins, or how to wait for a very long time y con ella llegaron por fin las primeras sonrisas de Cathy Lucas, tan risueña en otras ocasiones que llamaba la atención la seriedad y concentración que denotó toda la noche.
La banda londinense ha dado un giro evolutivo hacia otros sonidos, aun así no parece que llegue a colmar todas las necesidades de sus componentes, como lo demuestra el hecho de que varios de sus miembros tienen en paralelo otros proyectos musicales que les desvincula del pop de Fanfarlo. Tampoco parece que se encuentren muy representados por el nombre surgido del personaje de la obra del francés Baudelaire La Fanfarlo. Tanto es así que se han planteado en más de una ocasión asumir el riesgo de cambiarlo. Ciertamente no parecen muy complementarios los peligrosos juegos libertinos de una mujer fatal con las inquietudes del grupo.
Sea como fuere, la evolución manifestada del grupo parece haber encontrado un buen camino. Cambios con continuidad y esperemos que de largo recorrido. Materia prima hay en cantidad y calidad. Y si el monstruo de la industria musical lo permite y las tentaciones personales no les vencen, podremos disponer de un Fanfarlo (o como quiera que se puedan llegar a llamar en un futuro) más consolidado y mucho más reconocido.