Ramami - La República Cultural
Hay cosas que no cambian por mucho que a veces lo pretendamos. Cosas de las que nunca nos podremos desprender. Aquellas que permanecen invariables e inalterables, con las que hemos sido marcados de por vida, porque son las que proporcionan y dan a cada uno su propia identidad. Gracias a eso podemos seguir siendo nosotros mismos a pesar del paso del tiempo y de los múltiples cambios que en ese devenir se han producido. Gracias a eso, los demás nos pueden seguir reconociendo aunque de cuando en cuando nos cambiemos de disfraz. La esencia permanece.
En su anterior gira la portada de Fluído García revestía el fondo de escenario. Esta iconografía ha dado paso a una gigantesca bandera canadiense que impera majestuosa en todo lo alto. Unos letreros de neón marcan la posición de cada uno de los componentes de la nueva alineación que conforma esta recién nacida etapa de Sidonie. La presencia de batería, bajo y guitarras no sorprende pero la abundancia de teclados y sintetizadores ya nos anticipa la supremacía de las teclas. Los laterales están flanqueados por dos maniquíes que simbolizan a los protagonistas de esta incipiente aventura. Se trata de los robots Sierra y Canadá (attrezzo rescatado de su anterior puesta en escena. Hay que optimizar recursos). Dos enamorados asincrónicos porque sus amores no coinciden simultáneamente en el tiempo. Uno se enamora del otro y el otro no lo sabe para posteriormente el que se enamora es el otro y ahora es el uno el que no se entera. ¡Lástima!
Sidonie salta al escenario hacia las once de una lluviosa y desaplacible noche. Su recién estrenado look salta a la vista. Cazadora dorada chillona, con una sierra estampada en sus espaldas que sierra por la mitad sin piedad la perenne hoja de la bandera de Canadá. Y como nos indicaban los neones, para los directos, siguen siendo cinco pero se han renovado (David T. Ginzo y Manolo Benitez parecen haberse caído de la lista). Los dos nuevos fichajes, Edu Martínez y Marcel Cavellé dieron buena cuenta de estar más que a la altura. El himno del país norteamericano sirve de excusa para ir estirando y calentando "por la banda".
Venían a presentar, de la mano de SON Estrella Galicia, Sierra y Canadá su séptimo disco. Pero los primeros compases, los cuatro primeros cortes para ser más exactos, nos hacen dudar de si estamos ante la presentación de un nuevo trabajo o por el contrario nos estamos retrotrayendo al final de su anterior gira. Mismo lugar, mismo temas… como si quisieran dejar entrever que aunque hayan evolucionado a un sonido más electrónico ellos siguen siendo los que son, que no han perdido su identidad y que siguen ofreciendo “sonido Sidonie”.
Una vez que han dejado claro quiénes son, por fin dan paso al esperado estreno. Quién mejor que Sierra y Canadá (Historia de un amor asincrónico) para inmiscuirnos en su nueva andadura. Dicen que han tenido que olvidar todo lo que sabían para partir de cero, pero en directo no parece que exista un cisma tan grande. Es cierto que las teclas se apoderan del ambiente pero los allí presentes seguimos reconociendo a los que tenemos delante. Siguen siendo ineludiblemente ellos. Hechas las primeras presentaciones y para consolidarlas siguieron con Gainsbourg, homenaje al músico, actor y director de cine francés, del que Marc dijo que era un “gran follador”, pero no dijo cómo había llegado a su poder un dato tan esclarecedor y relevante. Para la ocasión nos deleitó con su presencia, por primera vez en la noche su hermana, Miri Ros, quien haría aparición de forma intermitente en varias de las interpretaciones de la noche.
Un nuevo instrumento invitado se unió a la fiesta en Hiroshima mi amor de la mano de Marc Ros. No era un órgano sin teclas, ni una guitarra sin mástil aunque se colgase del cuello. Era un Omnichord en el que estaba sampleado el sonido del causante de toda esta aventura electrónica en la que se han embarcado.
Tras la intimista y relajada Hiroshima mi amor, Ros pide que la gente se ponga de pie y abandonen sus acomodados asientos. Orden que es recibida con algarabía y como un resorte saltan de los mismos, adoptando una postura que ya no abandonarán en toda la noche.
Con el idioma de Shakespeare nos recordarían On the sofa y a los Who en My generation. Quizás los momentos más álgidos los encontramos en El bosque, con una introducción muy psicodélica, marca de la casa, en la que Marc se bajó del escenario, se paseó entre el público y se quedó frente a la banda mientras protagonizaban un tramo final del tema espectacular. Otro momento estelar lo protagonizaron con Estáis aquí, consiguiendo unificar, aún más si cabe, en un único y unísono coro cuasi perfecto, banda y público.
Giraluna¸ a solas con Marc y su guitarra es la encargada de abrir los bises. A petición del público, saliéndose del guion establecido, hicieron una breve incursión en el tema Por ti, del que se plantearon incluirlo de forma oficial en próximos conciertos. Lo que parece incomprensible es que se puedan plantear prescindir de dicho lujo. Nuestro baile del viernes y El incendio pusieron punto y final a un concierto que manifestó no solo la existencia de un camino nuevo sino la permanencia de una esencia de la que no pueden ni quieren desprenderse.
Mientras tanto, fuera, había escampado, el chaparrón había pasado y lo que parecía que iba a ser una noche pasada por agua había dado paso a una noche fresca de aire puro y renovado.