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ISSN 2174 - 4092

Clandestinos - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Se oyen voces agoreras (siempre se oyen voces agoreras) que hablan de la inevitable desaparición de la cultura de calidad (entendiendo por tal la que es crítica, la que no persigue la comercialidad, la que está viva) a manos de esa cosa que llaman neoliberalismo y que es en realidad la teoría económica más antigua del mundo: la del sometimiento del débil por el fuerte. No seré yo quien diga que no haya razones para tener miedo, pero es más importante mantener la continua conciencia de que el miedo no sirve para nada, paraliza y seca, y termina por ser el mejor aliado de quienes lo infunden. Yo no quiero acabar siendo aliado ni por casualidad de los que tratan de devolver a Europa a la jungla social, y por eso propongo negarnos a tener miedo.

Clandestinos

La cultura no se deja enterrar por la crisis

was diese leute alle wohl so sehr bedrückt?
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was diese leute alle wohl so sehr bedrückt?

Por qué está esta gente tan preocupada
De la serie "American way of life". Nº 1, 1965
Autor: Josep Renau
Fotomontaje, 60 x 48cm
AVAM. Depósito Fundación Josep Renau

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was diese leute alle wohl so sehr bedrückt?

Por qué está esta gente tan preocupada
De la serie "American way of life". Nº 1, 1965
Autor: Josep Renau
Fotomontaje, 60 x 48cm
AVAM. Depósito Fundación Josep Renau

Carlos Fortea – La República Cultural

Se oyen voces agoreras (siempre se oyen voces agoreras) que hablan de la inevitable desaparición de la cultura de calidad (entendiendo por tal la que es crítica, la que no persigue la comercialidad, la que está viva) a manos de esa cosa que llaman neoliberalismo y que es en realidad la teoría económica más antigua del mundo: la del sometimiento del débil por el fuerte.

No seré yo quien diga que no haya razones para tener miedo, pero es más importante mantener la continua conciencia de que el miedo no sirve para nada, paraliza y seca, y termina por ser el mejor aliado de quienes lo infunden. Yo no quiero acabar siendo aliado ni por casualidad de los que tratan de devolver a Europa a la jungla social, y por eso propongo negarnos a tener miedo.

Y, milagro, la primera consecuencia de no tener miedo es que empiezo a escarbar en la superficie de la realidad y me encuentro debajo, enterradas sin duda, pero con pajitas por las que aún respiran, las manifestaciones de una cultura que no se deja someter. Empiezo a escarbar en los pantanos de la edición escrita y me encuentro toda una constelación secreta de editoriales independientes que publican aún los libros que merece la pena leer, abren espacios a las voces nuevas, descubren autores y, encima, se divierten haciendo lo que hacen.

Araño las paredes de la crisis teatral y me encuentro –y esto no es novedad para los lectores de este medio, si siguen las crónicas de Julio Castro- con salas teatrales que brotan como casas de pitufos en las que los actores representan en medio del calor del público –calor provocado no solo por el entusiasmo, sino por la cercanía física y la angostura del espacio- y transmiten lo que siempre ha transmitido el teatro: rebelión, razón, crítica.

Rasco los techos de la extinción del cine y sale gente con una cámara al hombro, unos miles de euros reunidos a coro y un montón de amigos entre los actores que no solo terminan haciendo un corto que vuela por las redes, sino que terminan en los Oscar de Hollywood sin padrinos ni majors, a base de espectadores, a base de cine.

No se me oculta que todo esto se hace sacrificando la posibilidad de obtener el suficiente rendimiento económico como para poder vivir para lo que haces. Pero eso bien puede ser pasajero, y ha sido así también en épocas de supuesta bonanza. No puede ser motivo para pararnos.

Afilemos las uñas: para rasgar la roma superficie de la realidad, para romper la costra con la que pretenden tapar las heridas y, si es necesario, para dar zarpazos. Los clandestinos de hoy llenarán mañana las librerías, los teatros, las salas de cine. Y sin haber tenido que bajar la cabeza.

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