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Casi un siglo después, ¿quienes son Vagos y maleantes? - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

La compañía Sudhum Teatro nos tiene acostumbrados a un teatro comprometido, donde el contenido y los conceptos de lo que expone son óbice para que contengan otros elementos, ya sea en el plano de lo nostálgico, de lo humorístico o de lo afectivo. Creo que todos estos contenidos acaban desarrollándose en cada una de las secuencias que propone en Vagos y maleantes, donde ha querido englobar ideas aparentemente tan distantes, como momentos tan distintos que toca en sus relatos. Son fragmentos de un todo, que comienzan en el año 1933 o que, más bien, se hacen patentes en esas fechas para sus autores, Gustavo del Río y Luis Andrés Gomes. Aunque los actores están en escena y muestran un espacio de cierta desolación, con un par de obreros proletarios buscándose la vida entre virutas y montones de papel al fondo, con una luz empobrecida y una lentitud pasmosa, y una mesa de comedor con el cabeza de familia que la ocupa y lee el periódico, la función arranca a ritmo de pasodobles, tras el monólogo / discurso que nos arroja el personaje de Rebeca Vecino. “Hay que poner límites”, dice ella mientras su marido lee el casposo diario ABC. Así que, sin querer pero queriendo nombrarles, nos habla de los que piden, es decir los pobres, y las que… “pues serán putones: ¡las cosas, por su nombre!”.

Casi un siglo después, ¿quienes son Vagos y maleantes?

Sudhum Teatro lanza cuatro momentos de nuestra historia entorno a una ley aún vergonzante

Vagos y maleantes
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Los personajes de José Muñoz y Denis Gómez en el cuartelillo detenidos.
Foto: Julio Castro.

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Sor Presa (Denis Gómez), en el cabaret, con uno de los nabos que trae, junto a Pedro Martín.
Foto: Julio Castro.

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DATOS RELACIONADOS

Dramaturgia: Luis Andrés Gomes, Gustavo del Río
Dirección: Gustavo del Río
Intérpretes: Rebeca Vecino, Pedro Martín, Denis Gómez, José Muñoz
Compañía: Sudhum Teatro
Duración: 70’

Julio Castro – La República Cultural

La compañía Sudhum Teatro nos tiene acostumbrados a un teatro comprometido, donde el contenido y los conceptos de lo que expone son óbice para que contengan otros elementos, ya sea en el plano de lo nostálgico, de lo humorístico o de lo afectivo. Creo que todos estos contenidos acaban desarrollándose en cada una de las secuencias que propone en Vagos y maleantes, donde ha querido englobar ideas aparentemente tan distantes, como momentos tan distintos que toca en sus relatos.

Son fragmentos de un todo, que comienzan en el año 1933 o que, más bien, se hacen patentes en esas fechas para sus autores, Gustavo del Río y Luis Andrés Gomes. Aunque los actores están en escena y muestran un espacio de cierta desolación, con un par de miserables de pedir, quizá proletarios entorno a una hoguera buscándose la vida entre virutas y montones de papel al fondo, con una luz empobrecida y una lentitud pasmosa, y una mesa de comedor con el cabeza de familia que la ocupa y lee el periódico, la función arranca a ritmo de pasodobles, tras el monólogo / discurso que nos arroja el personaje de Rebeca Vecino. “Hay que poner límites”, dice ella mientras su marido lee el casposo diario ABC. Así que, sin querer pero queriendo nombrarles, nos habla de los que piden, es decir los pobres, y las que… “pues serán putones: ¡las cosas, por su nombre!”.

En este primer fragmento veremos cómo la vida se da la vuelta, como cada quien puede encontrarse en el lugar de quien desprecia, e incluso, no ser capaz de verse allí. Es el caso del obtuso personaje de esta mujer.

En realidad, la obra de Sudhum toma el hilo argumental de la vieja Ley de Vagos y Maleantes, donde se incluye a todas aquellas personas que no se quieren ver, o que se desea marginar y despreciar. Por los distintos fragmentos que recorren los años ’50, los ’70 y el futuro, pasarán situaciones diferentes, ya sean las mujeres maltratadas por el fascismo de la dictadura, que por unos u otros motivos acaban siendo pisoteadas por el poder político o por el eclesial. Ya sea el colectivo homosexual, que no sólo durante esa dictadura sufrió la marginación, tortura y encarcelamiento. Ya sea el hijo detenido en una manifestación en nuestros días, por querer defender los derechos evidentes que la mayoría da por perdidos.

Tomando escenarios tan diferentes, el núcleo es común, porque exista o no esa ley de facto, las consecuencias se aplican y el discurso común caló “algo habrá hecho”. Tiene momentos realmente cómicos, porque el tono en el que la compañía se mueve suele tenerlos, pero no dejan atrás el drama, porque es lo que quieren recoger. Me parece que los cuatro ejemplos son buenos y bien seleccionados, y que no se regodean en victimismos, sino que exponen realidades puntuales, incluso íntimas o familiares, que son extrapolables a innumerables situaciones.

Seguramente, las mejores escenas vengan de la mano del cura y los políticos, o del local del cabaret con los actores cupletistas. Y desde luego, el trabajo del elenco es muy bueno, porque cada cual tiene su momento a lo largo de la obra, pero siempre destacable Rebeca Vecino, especialmente en el papel de la odiosa mujer de los años ’30, Denis Gómez en el papel de la cabaretera Sor Presa, Pedro Matrín haciendo de cura, y José Muñoz, detenido en el cuartelillo.

Tal vez un poco extenso el trabajo que nos propone Gustavo del Río, pero en todo caso muy interesante, porque recupera momentos muy diferentes unidos por un tema común que parece difícil de conectar. Tanto es así que, al menos de las tres primeras escenas pueden salir propuestas completas e independientes.

Es preciso ver la obra para comprender el hilo que la une, pero me quedo con el alegato final del muchacho que lucha por lo más básico de la democracia en las calles y es condenado por manifestarse “que las cosas no se caigan por cansancio, o porque unos señores las derriben en unos despachos”. Me quedo con esto porque nos encontramos en un momento así, en el que casi todo pende de un hilo, o de la necesidad de que hagamos algo para empezar a cambiar, pero también, porque siempre es preciso mantener ese punto de vista alerta.

Más información

La Ley de vagos y maleantes fue una ley del código penal español del 4 de Agosto de 1933, referente al tratamiento de vagabundos, nómadas, proxenetas y cualquier otro elemento considerado antisocial y que posteriormente fue sustituida y derogada por la ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, de términos muy parecidos, pero que incluía penas de hasta cinco años de internamiento en cárceles o manicomios para los homosexuales y demás individuos considerados peligrosos sociales. Un viaje desde su inicio hasta el día de hoy.

Tras Silenciados (2008) y Luminosa Nostalgia (2013) Gustavo del Río y Sudhum Teatro presentan su nueva producción. Vagos y maleantes cuenta la evolución que tuvo la citada ley desde su aprobación en 1933, consensuada por todos los grupos políticos de la Segunda República, hasta su derogación y sustitución por la ley de Peligrosidad Social. El poder, la política, el miedo a lo diferente, la represión y la lucha por nuevas conquistas sociales son temas de los que es oportuno seguir hablando.

Fecha: el Sábado 31 de mayo de 2014

Horario: a las 21:00h

Lugar: Sala Cuarta Pared - c/ Ercilla, 17 -Embajadores- (Madrid)

Reserva y compra de entradas:
Reserva telefónica y compra una hora antes Tlf. 91 517 23 17

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Fecha: el Sábado 31 de mayo de 2014

Horario: a las 21:00h

Lugar: Sala Cuarta Pared - c/ Ercilla, 17 -Embajadores- (Madrid)

Reserva y compra de entradas:
Reserva telefónica y compra una hora antes Tlf. 91 517 23 17

Fecha: el Viernes 30 de mayo de 2014

Horario: a las 21:00h

Lugar: Sala Cuarta Pared - c/ Ercilla, 17 -Embajadores- (Madrid)

Reserva y compra de entradas:
Reserva telefónica y compra una hora antes Tlf. 91 517 23 17

Fecha: el Jueves 29 de mayo de 2014

Horario: a las 21:00h

Lugar: Sala Cuarta Pared - c/ Ercilla, 17 -Embajadores- (Madrid)

Reserva y compra de entradas:
Reserva telefónica y compra una hora antes Tlf. 91 517 23 17

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