Noa Piñeiro – La República Cultural
Rosie vive en Colbran, un pequeño pueblo vaquero en Colorado junto con sus padres y sus abuelos en una vivienda unifamiliar. Aunque toda la familia de Rosie trabaja, Rosie pasa hambre ya que debido al salario que percibe su familia, como ejemplo el de su madre de 120 Dólares cada dos semanas, no tienen derecho a percibir ayuda del gobierno, ni siquiera del tipo más bajo, el CC (cupones de comida).
Barbie vive en Philadelphia, es madre de dos niños, perdió su empleo y tuvo que pedir ayuda asistencial. Aunque su sueño es ir a la universidad, sabe que este sueño es literalmente inalcanzable, ya que cada día consiste en una lucha por alimentarse a si misma y sus dos hijos.
Barbie y Rosie, son dos testigos que nos cuentan a cámara directa la situación que viven a diario como ciudadanas de los EE. UU., primera potencia mundial, que, en la actualidad cuenta con 50 millones de ciudadanos que sufren inseguridad alimentaria, y figura como última nación en el ranking de países desarrollados con mejor seguridad alimentaria.
Recordamos entonces la promesa electoral del presidente Obama sobre la erradicación de la desnutrición infantil en EE. UU. en 2015, una promesa a la que como podemos observar a través de las estadísticas presentadas en el documental, en 2015 no se acercará a la realidad ni de lejos.
A través de diversos testimonios de diferentes personajes conocidos como Tom Colicchio, conocido chef norteamericano, nos comenta que "la nutrición infantil se ha convertido en una gran crisis de salud en este país". El presupuesto restrictivo que tienen los colegios a la hora de elaborar los menús infantiles, hace que se baje el uso uso de productos de calidad como frutas y verduras y se añadan productos refinados de menor coste, pero que puedan "inflar" la cantidad de comida que se sirve en los comedores, ya que para muchos de los niños que asisten a estas escuelas, la comida del colegio, es la única completa que reciben al día.
Nos centramos entonces en la relación pobreza-obesidad, que aunque puede parecer contradictoria tiene una relación directa, a partir de los años 80 en EE. UU. se incrementó en un 40% el precio de los productos vegetales, así mismo se redujo de la misma manera proporcional en un 40% el precio de los productos envasados, tales como snacks o bollería industrial.
Kimberly residente en Misisipi, otra de las personas entrevistadas para el documental, comenta, el elevado precio que tienen los productos frescos (frutas y verduras) en comparación con los snacks y bebidas edulcoradas, al tener un presupuesto muy pequeño para la alimentación de su familia y tener que llenar su despensa, Kimberly, sin más remedio, tiene que sacrificar la calidad a favor de la cantidad sin más remedio.
¿Nos preguntamos entonces como es posible, que el precio de productos de primera necesidad esté tan hinchado a favor de productos de poca calidad? Las políticas de subvención agrícola de EE. UU. centran su mayor aporte económico en las mega industrias del maíz, trigo, soja y arroz recibiendo estas un un 84% por cierto de las ayudas subsidiarias, mientras que menos del 1% va destinado a las industrias de fruta y vegetales, industria gestionada en su mayor parte por productores pequeños.
Es decir, mientras el gobierno de los EE. UU. invierte gran parte de su dinero en grandes industrias, lo que hace que desciendan los precios de sus productos, de manera inversa, eleva el precio de los productos frescos. Esto influye en la realidad diaria y la salud de los estadounidenses que sólo pueden aspirar a comprar comida procesada.
Bancos de alimentos, ollas populares etc., terminan por completar el panorama de deficiencia alimentaria al que se enfrentan millones de norteamericanos, ya que con los bajos subsidios que perciben, (menos de 3 dólares en cupones de comida) no les queda más remedio que optar por la ayuda de la beneficencia.
Tras el visionado de A place at the table alguna de las preguntas que me surgen son tan obvias como la siguiente: ¿es correcto que un país que invierte miles de millones de dólares al año en la industria armamentística tenga un índice tan alto de inseguridad alimentaria? Para mí, la respuesta es más que obvia, un "no" rotundo.